lunes, 1 de septiembre de 2014

Angeles y maestros

Los Angeles.

Viví en esta ciudad por un mes hace cinco años.  El vuelo aterriza después de seis tranquilas horas de vuelo sin eventos.  Todavía no creo que pasé de la Patagonia al norte del continente en tan pocos días!  Parece casi surrealista.

Algo tan loco sólo lo haría por algo muy valioso:  y mi Maestro me llama con su energía aunque me sienta cansada y aturdida de tantos aviones.  Dejar el nido de nuevo y tan rápido no fue fácil.  Nunca lo es.  Pero a algunos de nosotros nos piden sacrificios personales y el riesgo de aventurarnos al mundo.  Es una voz a menudo me pide que llegue a mis límites,  como en este caso...la escucho con paciencia y hago mi mejor esfuerzo por cumplir.

Los parques de esta ciudad me traen lindos recuerdos de cuando estaba entrenando para correr mi primera maratón.  En kilómetros y kilómetros de asfalto unidos a mi práctica de yoga encontré un espacio personal de meditación y conexión con el silencio.  Recuerdo el sonido de mis pasos en la calle.  La música.  La brisa.

Tiempos buenos.

Estuve enseñando durante un mes completo aquí en ese entonces.  Sustituyendo a uno de mis amigos que hacía su peregrinaje anual a Mysore.  Fue un mes de mucho aprendizaje.  Recuerdo que el primer día era un domingo.  La clase supuestamente empezaba a las 6 am.  Nos despertamos a tiempo pero el carro no arrancó.  Nos separaban unos cinco kilómetros del shala.  No hubo más remedio que correr a toda velocidad para llegar a tiempo!  Por dicha en esos tiempos estaba entrenada.  Llegamos con la lengua afuera y sólo veinte minutos tarde...con la sorpresa que el shala estaba desierto.

"Se fue la gente!"- "Dios mío!".  Preocupadísima de fallar el primer día,  mi amigo lejos en India,  no había forma de comunicarnos.  Recuerdo sentarme casi a llorar de la mala impresión que había dado a la gente,  con la grata noticia de que de pronto empezaron a aparecer los estudiantes.  La clase del domingo no era a las 6 am, sino a las 8!  Qué alegría!

Todo estaba bien.

Muchas veces en mi vida me he sentido que no doy la talla.  A pesar de que hago mi mejor esfuerzo,  siempre decepcionaré a alguien.  Así que desde hace mucho tiempo ya no preocupo de complacer a nadie.  Mi compromiso es con Dios y con mis maestros.  A muchos no les parece lo que hago.  Este año especialmente ha sido un año de muchos cambios y viajes.  Escribo después de haber estado en India,   Holanda,  Alemania,  España,  Argentina y ahora Los Angeles.  Me faltan tres viajes más.  La voz es contundente:  follow your bliss,  como decía uno de mis héroes literarios.  No hay vuelta atrás.  La maquinaria ya está en movimiento.

Así que doy lo mejor que tengo cada día y muy a menudo siento ángeles humanos que se materializan y me acompañan.  Que mueven horarios, cambian vuelos,  traen ayuda material y emocional,  compañía amorosa y además,  me inspiran.  Gente linda que se apersona para darme un abrazo y decirme:  "Lo estás haciendo bien".  No son muchos,  pero esos pocos me ayudan recuperar las fuerzas para tomar el siguiente avión,  abrir mi alfombra la siguiente práctica,  cuidar de mis hijos con más amor todavía.   Me inspiran a no tirar la toalla.  A dar lo mejor que tengo de mí misma como si este fuera el último día de mi vida.

Habrá mucha gente que esté en desacuerdo.  A ellos quisiera decirles que se enfoquen más en sus propias vidas y que estén tan ocupados haciendo lo que aman que no tenga energía ni pensamientos para nadie más.  Así me pasa últimamente:  mi mente enfocada en lo importante,  en lo trascendente.  En la gente que amo.  En las enseñanzas que transmito- en cómo volverlas reales  en mi vida y no borrar con el codo lo que escribí con la mano.    Esa es mi fórmula y es un trabajo en progreso todos los días.

Mi corazón en este momento está lleno con la comunidad de yogis que mañana voy a reencontrar.  Con el rostro apacible y amable de mi Maestro.  Voy a abrazar de nuevo a amigos de muchos años de todo el mundo.  Caras de India.  Compinches. Cuates.  Todos unidos con un mismo propósito.  Todos conectados a la misma energía y difundiendo algo en que creemos.  La mayoría practicantes de muchos años que sabemos que esta práctica se trata de lo que traemos a nuestras vidas.  Intentando con el corazón ser mejores seres humanos que dejan una huella de paz y amor a nuestro alrededor.

Mi corazón también está con muchos estudiantes que viajan esta semana de todas partes del mundo a Costa Rica para estudiar conmigo por dos meses. Y con los costarricenses que van a ser parte de esta aventura y que sé que es gente seria y comprometida.  Me siento tan honrada y al mismo tiempo,  tan emocionada de conocerlos a algunos y verlos de nuevo a otros.  De saber que la energía de mi maestro es tan potente que sigue latente a través mío a pesar de que ya no está con nosotros físicamente hace cinco años.

Mi corazón con todos aquellos que puedo llamar mis amigos en Costa Rica y en el resto del mundo.  Todos los que compartimos el deseo de ir hacia adentro.  Mi corazón indudablemente con todos esto ángeles y maestros que habitan el mundo en este momento.

 

                                      Encontrarlos ha sido la mayor bendición de mi vida. 

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