Me levanto muy temprano. Los Angeles todavía está oscuro y frío cuando mi amiga Karla pasa por mí.
Recorremos esta ciudad que apenas despierta, las dos un poco asustadas de la tarea que vamos a enfrentar. Ella va a hacer Segunda con Sharath por primera vez así que anticipa algo que no conoce. Yo ya es la enésima vez que me toca...y tal vez por eso estoy todavía más nerviosa. No se me pasa este vacío en el estómago, esta sensación de que voy a bailar al filo de la cornisa.
Pasamos por un latte: no coffee, no Ashtanga Yoga!
Después de muchos años, sigue viva en mí la llama que encendió Guruji. El fuego intenso de la transformación, el tapas le llamamos los yogis. Trato de recordar cuándo fue la primera vez que Sharath me invitó a la clase avanzada: no llega el recuerdo. Pero sí llega la vez que estaba en India y me dí cuenta que estaba embarazada de mi retoño. Terminé en el Vikram Hospital haciéndome un ultrasonido para comprobar que efectivamente estaba con bebé...y ese domingo me fui a hacer la Segunda Guiada, la última práctica del primer entrenamiento de maestros que hizo Sharath en Mysore. No tenía opción: o la hacía o la hacía. Theo, en ese momento un frijolito, se agarró como un mono y gracias a Dios todo salió bien.
Así que me dijo a mí misma: "Si pudiste hacerlo embarazada, no tenés de qué preocuparte..."
No me funciona la psicología.
Sharath está frente a todos, nos observa interesado. El gimnasio es grande y muy frío. Todos estamos abrigados. Extraño la humedad de India y de Costa Rica. Ayer no sudé ni una gota. Encuentro mi intención: hoy le dedico mi práctica a mis hijos. Mis bellos maestros. Mis amores, ángeles de amor y de luz en mi vida.
"Samastitih": comenzamos.
Después de los saludos, no me he quitado el suéter. Mala señal. Por suerte, junto a mí una querida amiga mexicana me inspira con su práctica grácil y su energía serena. Se mueve en el mat como flotando. La sigo energéticamente y me doy cuenta que ya no está el miedo, sólo la respiración. Las cuentas en sánscrito consiguen sacar de mi mente cualquier pensamiento que no sea AHORA. Los pasos de mi maestro por el salón nos tienen a todos en estado alterado, muy alertas, muy presentes.
A la altura de las piernas detrás de la cabeza, comienza a sacar gente de la clase. Aquellos que todavía no están energéticamente listos pasan atrás. Humildad, paciencia y confianza: cualidades que he aprendido a lo largo de los años con esta práctica, lo más valioso que he recibido. Recuerdo una vez hace un par de años un evento bastante triste: invité a un amigo querido, ashtangi de años, a conocer a mi maestro. Lo convencí y vino a regañadientes. Cuando le dijo que parara, le dijo que no. Que por qué. Nunca he visto a mi maestro más enojado. "You go back!"- le dijo contundente. Mi amigo no cedía. Le respondía que lo estaba haciendo bien.
Comprendí ese día que mi maestro tiene rayos X para los egos. Muchos practicantes tienen prácticas físicas impresionantes. Pero eso no lo impresiona para nada. A Mysore van muchos asiáticos que vienen de gimnasia olímpica y danza. "No show-off"- les dice a menudo. No. Eso no es lo importante para él. Puede ver en la gente, en todos nosotros, si ya hemos entendido que esta práctica consiste en escuchar al maestro y seguir sus pasos. No estamos inventando nada, él tampoco. Sólo estamos honrando algo muy valioso que nos tocó recibir. Es como cuando uno recibe un hijo o hija y lo cuida mientras crece: sabemos que no es nuestro, sabemos que vienen a nosotros como una bendición. Es igual con este grupo de maestros que estamos ahora aquí con él. Todos eslabones de algo mucho más grande que las personalidades o las prácticas impresionantes. Todos sirviendo un propósito más grande que cada uno de nosotros.
Veo como una maestra certificada acepta la ayuda amorosa de mi maestro en una postura difícil. Veo como todos los seguimos como una orquesta a su director, energéticamente unidos, nadie mejor que nadie. Todos enfocados en ser canales, en limpiarnos de todo lo que pueda interferir con la energía pura y limpia del amor. Y él es una manifestación simple y pura de esa energía. Con su humanidad y simpleza me ayuda a comprender que es tan humano como yo.
Ayer en el almuerzo nos contó que su comida preferida eran los chapatis. Habló de su hijo con orgullo. Ama la fotografía. Le encanta viajar.
Aunque me duelen todos los músculos de mi cuerpo de transitar por esa cornisa afilada, me doy cuenta que lo único que estoy cultivando con mi práctica es el poder estar lista para recibir el Amor. Cada estudiante que tengo el privilegio de conocer, cada colega que me comparte su simpatía y su dedicación, cada ser que topo en mi camino- desde el mesero hasta el señor que lava mi carro.
Y me preparo para las dos prácticas que me faltan desde un lugar diferente. Anhelando que llegue mañana. Deseando de todo corazón estar de nuevo en su presencia y recibir los muchos regalos que trae para nosotros, invisibles su mayoría.
Invaluables todos.
Recorremos esta ciudad que apenas despierta, las dos un poco asustadas de la tarea que vamos a enfrentar. Ella va a hacer Segunda con Sharath por primera vez así que anticipa algo que no conoce. Yo ya es la enésima vez que me toca...y tal vez por eso estoy todavía más nerviosa. No se me pasa este vacío en el estómago, esta sensación de que voy a bailar al filo de la cornisa.
Pasamos por un latte: no coffee, no Ashtanga Yoga!
Después de muchos años, sigue viva en mí la llama que encendió Guruji. El fuego intenso de la transformación, el tapas le llamamos los yogis. Trato de recordar cuándo fue la primera vez que Sharath me invitó a la clase avanzada: no llega el recuerdo. Pero sí llega la vez que estaba en India y me dí cuenta que estaba embarazada de mi retoño. Terminé en el Vikram Hospital haciéndome un ultrasonido para comprobar que efectivamente estaba con bebé...y ese domingo me fui a hacer la Segunda Guiada, la última práctica del primer entrenamiento de maestros que hizo Sharath en Mysore. No tenía opción: o la hacía o la hacía. Theo, en ese momento un frijolito, se agarró como un mono y gracias a Dios todo salió bien.
Así que me dijo a mí misma: "Si pudiste hacerlo embarazada, no tenés de qué preocuparte..."
No me funciona la psicología.
Sharath está frente a todos, nos observa interesado. El gimnasio es grande y muy frío. Todos estamos abrigados. Extraño la humedad de India y de Costa Rica. Ayer no sudé ni una gota. Encuentro mi intención: hoy le dedico mi práctica a mis hijos. Mis bellos maestros. Mis amores, ángeles de amor y de luz en mi vida.
"Samastitih": comenzamos.
Después de los saludos, no me he quitado el suéter. Mala señal. Por suerte, junto a mí una querida amiga mexicana me inspira con su práctica grácil y su energía serena. Se mueve en el mat como flotando. La sigo energéticamente y me doy cuenta que ya no está el miedo, sólo la respiración. Las cuentas en sánscrito consiguen sacar de mi mente cualquier pensamiento que no sea AHORA. Los pasos de mi maestro por el salón nos tienen a todos en estado alterado, muy alertas, muy presentes.
A la altura de las piernas detrás de la cabeza, comienza a sacar gente de la clase. Aquellos que todavía no están energéticamente listos pasan atrás. Humildad, paciencia y confianza: cualidades que he aprendido a lo largo de los años con esta práctica, lo más valioso que he recibido. Recuerdo una vez hace un par de años un evento bastante triste: invité a un amigo querido, ashtangi de años, a conocer a mi maestro. Lo convencí y vino a regañadientes. Cuando le dijo que parara, le dijo que no. Que por qué. Nunca he visto a mi maestro más enojado. "You go back!"- le dijo contundente. Mi amigo no cedía. Le respondía que lo estaba haciendo bien.
Comprendí ese día que mi maestro tiene rayos X para los egos. Muchos practicantes tienen prácticas físicas impresionantes. Pero eso no lo impresiona para nada. A Mysore van muchos asiáticos que vienen de gimnasia olímpica y danza. "No show-off"- les dice a menudo. No. Eso no es lo importante para él. Puede ver en la gente, en todos nosotros, si ya hemos entendido que esta práctica consiste en escuchar al maestro y seguir sus pasos. No estamos inventando nada, él tampoco. Sólo estamos honrando algo muy valioso que nos tocó recibir. Es como cuando uno recibe un hijo o hija y lo cuida mientras crece: sabemos que no es nuestro, sabemos que vienen a nosotros como una bendición. Es igual con este grupo de maestros que estamos ahora aquí con él. Todos eslabones de algo mucho más grande que las personalidades o las prácticas impresionantes. Todos sirviendo un propósito más grande que cada uno de nosotros.
Veo como una maestra certificada acepta la ayuda amorosa de mi maestro en una postura difícil. Veo como todos los seguimos como una orquesta a su director, energéticamente unidos, nadie mejor que nadie. Todos enfocados en ser canales, en limpiarnos de todo lo que pueda interferir con la energía pura y limpia del amor. Y él es una manifestación simple y pura de esa energía. Con su humanidad y simpleza me ayuda a comprender que es tan humano como yo.
Ayer en el almuerzo nos contó que su comida preferida eran los chapatis. Habló de su hijo con orgullo. Ama la fotografía. Le encanta viajar.
Aunque me duelen todos los músculos de mi cuerpo de transitar por esa cornisa afilada, me doy cuenta que lo único que estoy cultivando con mi práctica es el poder estar lista para recibir el Amor. Cada estudiante que tengo el privilegio de conocer, cada colega que me comparte su simpatía y su dedicación, cada ser que topo en mi camino- desde el mesero hasta el señor que lava mi carro.
Y me preparo para las dos prácticas que me faltan desde un lugar diferente. Anhelando que llegue mañana. Deseando de todo corazón estar de nuevo en su presencia y recibir los muchos regalos que trae para nosotros, invisibles su mayoría.
Invaluables todos.
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