miércoles, 23 de julio de 2014

El amor y la muerte

La muerte aparece.
Cercana y dolorosa.

Ignorante a la explosión de amor que ha sucedido en mí.  Se muestra implacable,  desnuda para que todos la vean.  Llego a la vela y es como un mundo paralelo:  gentíos acuden al llamado de esa realidad que nos espera a todos,   tipo Titanic.    Llegan con curiosidad,  sorpresa y gratitud de no ser ellos esta vez.

Cuán absurdo el predicamento humano!  Y a la vez,  cuán perfecto.  Si no fuera por esa muerte contundente,  severa y radical que nos espera a todos,  la vida sería sólo un cúmulo de experiencias sin culminación.  La culminación ese instante de soltarse totalmente a la expansión de nuestro ser verdadero.  El encuentro final y el inicio de nuestra realidad más pura.

Mientras estoy en la vela me siento incómoda.   Hay un cadáver en el cuarto y sin embargo,  la gente está socializando.    Me acompaña un querido amigo que ha vivido conmigo momentos muy profundos el fin de semana.  Su carácter es jovial y alegre, pero hasta a él lo observo quedarse serio.   En ese instante un poco surrealista, la perfección del Karma me sigue sorprendiendo.  Entre el gentío que incluye familia muy cercana diviso un rostro a lo lejos que en el pasado me causó muchos dolores de cabeza.  Me acerco.  La saludo y la abrazo.  Ante semejante paradigma guardar rencor es absurdo.  Me alegra verla.  De hecho,  siento de nuevo todo el cariño de siempre.

La muerte.  La muerte calva.  La muerte ciega.  La muerte muda.
Mi muerte.  Me abre al amor.  Me obliga a dejar ir.

Esa que puede llevarme en cualquier momento. Como a este ser que deja una familia destrozada.  Que está cuerdeando  con esa amiga que está pasando por un cáncer infame o con aquel otro que sufre por la muerte de su hijo intoxicado.  O la posibilidad real para nosotros mismos- mientras tomamos el bus o el carro esta tarde.

Caigo en una profundidad de consciencia donde todo toma un significado nuevo.  Nada puede ser trivial ni casual en una vida consciente.  De qué sirve evadirnos si al final siempre nos va a encontrar?  Mejor darle la cara,  amarrarnos los pantalones y las enaguas y tomar la decisión audaz de vivir nuestras vidas con ganas.  Sin amarres etéreos ni contemplaciones que nos hagan perder el tiempo. 

La vida por los cuernos.
Pura corrida de toros a pelo.

La muerte.
Esa muerte-Jefa.

La muerte me da vida.
Sólo existe este momento presente.


Todo gira y se revuelve en mí como un torbellino que agradece la nimiedad de poder mover mis dedos en el teclado,  el sonido de la brisa en mi árbol de mango y el sol de esta mañana de julio.  La muerte me da vida.  La muerte es al fin mi amiga.

Aunque juegue a esconderse tras la supuesta desaparición de alguien que conocí en vida.  Sé que es su forma de decirme:

"Hey!  Despertáte.  No hay tiempo que perder.  Todavía tenés un poquito...

APROVECHALO."


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