lunes, 9 de diciembre de 2013

El poder del maestro

Todos los días practico un par de horas.  Sin embargo,  no todos los días visito lugares nuevos que me asustan.

Cuando uno es pionero en algo el camino es solitario.  No sé por qué designios de la vida terminé haciendo lo que hago.  Sólo sé que es lo que tengo que hacer.  Pero al mismo tiempo,  mi camino ha significado una soledad constante,  imprescindible,  inherente a mi contrato sagrado.  A veces desearía que hubiera sido distinto: contar con alguien que me guíe,  me apoye y cuide diariamente,  como hacen muchos en el mundo que tienen maestros en casa.  No es mi destino.

No es mi Karma.

Así que cuando aparece un maestro en mi horizonte,  la sensación de acompañamiento sacia por unos días mi sed y mi soledad.  La energía de alguien que respeto,  admiro y que me inspira me ayuda a visitar en mi mente todos esos compartimentos que normalmente están cerrados por simple imposibilidad material y mental. Abrirlos es ir al miedo.  Sentirlos temblar como un conejo.

He tenido el regalo de cinco días con un amigo-maestro-colega en casa.  Estos cinco días han sido el mejor regalo de Navidad que pude haber recibido.  Después de un año movido donde tuve que soltar mucho,  sentía como que mi aura estaba llena de huecos.  La bendición de un maestro nos rellena energéticamente,  nos sana y completa.  Lo que sea que haya estado inestable se solidifica.  Los pensamientos innecesarios cesan.  Su energía es como un vórtex que me conecta a todo lo que él lleva atrás.  Y me devuelve la fe y la seguridad de que todo es perfecto.

Cuando siento que ya no puedo más sola,  sé que el camino es buscar un guía.  Estas personas llevan muchos años en el camino y ya han enfrentado todo y más de lo que yo estoy enfrentando.  Han visto como muchos inician y claudican.  Se han sostenido.  Han creído.  Han continuado.

El camino que el maestro nos abre no tiene precio.  Su compromiso es el que permite que más de nosotros nos atrevamos a abrir la gran caja de Pandora de nuestro dharma espiritual.  Sin su ejemplo,  somos plumas al viento.  Cualquier ventolero termina con las mejores intenciones.  Lo he visto a través de los años.  Este año especialmente me tocó presenciarlo muy de cerca en gente que creí genuinamente comprometida y que de pronto,  se rindieron.

Buscaron y encontraron excusas.

...

No sé si algún día estaré yo misma en ese lugar de tirar la toalla.  Espero que no.  Pero sé que no depende de mí.  Depende de una vida que ya estaba escrita incluso antes de que mi alma entrara en este cuerpo físico.  Ya estaba escrito quién sería mi maestro,  mi guía, mi pareja,  mi familia.  Ya estaba escrito si me tocaba o no transitar este momento vital.  Yo sólo puedo hacer mi parte y  creer:  Dios se encarga de mostrarme el siguiente paso,  el próximo viaje,  la próxima indicación,  el siguiente reto.  Mi papel consiste en estar abierta y escuchar. Y también en recibir y agradecer.  El resto viene solito.

Tener a uno de mis maestros cerca ha sido mi mayor regalo.  Regresar pronto al núcleo de yogis y yoginis en India también.  La vida de un buscador espiritual es a veces solitaria:  somos una especie de outsiders en este mundo.  Pero poder estar cada día y una temporada entre gente como uno nos alimenta el alma. Y así es que podemos continuar.

El camino es estrecho y muchos quedan atrás.  Algunos continuamos más que por voluntad propia por un llamado imperativo del Espíritu.  Es un destino que no todas las almas tienen pero que eventualmente todos seguiremos.  Está en nuestra naturaleza,  es el designio divino de todo ser humano.

Y mientras llegue ese día,  pido porque más lucecitas se acerquen.  Más gente con el corazón abierto dándolo todo en sus propias vidas:  creyendo,  viajando,  soñando,  transformándose.  Esos son los seres humanos que valen la pena.

Los seres humanos que nos dan el ejemplo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.