sábado, 21 de diciembre de 2013

Todo se vale

"En el camino del crecimiento,  todo se vale."

Leo esta frase en un libro que encuentro por ahí.  Me llega directo al corazón.

Observo mi mente como se inmiscuye y empieza a opinar:  "Jamás...cómo se te ocurre? No, no, no...uno tiene que adaptarse.  Si no le gusta algo,  pues seguir adelante,  no darse por vencido....bla, bla, bla..."

Me quedo con el hit al corazón.

Qué tal si para nuestro crecimiento necesitamos explorar lugares nuevos que nos asustan?
Definitivamente,  así tiene que ser.

O vegetamos en el día a día de una vida árida y triste...llena de qué pudo haber sido,  si sólo me hubiera atrevido...

o construimos un arco iris de colores brillantes lleno de escarcha,  donde cada segundo cuente.

Hace un año y pico que llevo una espina en mi alma.  No la he podido sacar.  Es la espina de saber que hay algo más que necesito vivir y no me estoy dando el chance.  El miedo a perder.  El miedo a no encontrar.  El miedo a equivocarme.

El sentimiento es perenne y trato de no darle mucha bola.  Darle bola implicaría cuestionar decisiones pasadas que tal vez ya no tienen vigencia.  Implicaría sacar chunches viejos almacenados llamados sentimientos y dolores.  Significaría darle una vuelta de 180 grados a mi vida y la verdad,  a veces lo que siento es pereza.

Pero hoy al leer esta frase sentí un hit de calor por dentro.   Sentí que alguien,  en algún lugar de este mundo,  me hablaba y me quería.  Sentí un lugar que no sentía hace mucho tiempo:  el lugar que me ha llevado a hacer cambios drásticos en mi vida cuando sentía que ya no podía respirar.  El Universo tiene una forma muy sabia de responder a mi hit: el día me ha respondido con una serie de sincronicidades perfectas.  Acontecimientos rutinarios desde afuera,  omens de buenaventuranza desde adentro.

Definitivamente,  uno es el creador de su vida.

Me responde finalmente mi libro de oráculo y me anticipa un milagro muy grande.  Me dice que me mantenga abierta y confiada,  que no dude. Que ya mi oyeron.  Que la espina es obvia para mis ángeles y mis guardianes.  Que aunque viva pretendiendo que no está ahí,  ellos saben.

Y yo sé.

Me aventuro a explorar la forma más creativa,  inteligente y menos dolorosa de extirparla--ja,  aquí va mi mente de nuevo.

No.
Me preparo para sangrar,  llorar y soportar el dolor.

Y asomarme al otro lado.
Porque sé que ahí es donde tengo que ir.

Porque sé que ahí alguien me espera.


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