martes, 31 de diciembre de 2013

10 mil horas equals PASSION

India lo lleva a uno a un lugar nuevo cada viaje.

La oportunidad de compartir con mi hijo es un regalo invaluable.  Lo escucho,  me interesa todo lo que dice.  Acabamos de ver un video de TED sobre el talento.  Hablaba el experto de cómo se vuelve uno bueno en algo:  diez mil horas de práctica ininterrumpida,  sin distracciones,  con mucha disciplina.   Más o menos diez años. Y lo que sea,  lo que sea,  está a nuestros pies.

Me pregunto si para ponerle 10 mil horas a algo no tendremos que estar genuinamente enamorados de el tema.  Recuerdo mis primeros pasos como mamá:  mi bebé Hernán en manos de una casi adolescente que todavía no entendía cómo alimentarlo,  vestirlo,  cuidarlo.  Conejillo de Indias en manos inexpertas pero amorosas.  Y lo comparo con la facilidad y comodidad con que pude criar a mis tres retoños pequeñitos quince años después, sin miedo a que se quebraran.

Hay sido más de veinte años de ejercer el oficio sagrado de la maternidad.  No sin antes entender que no es para todos.  Decidir traer hijos a este mundo ha sido para mí una fascinación completa.  Me parece un milagro ser canal de tanto amor.  Cada uno de estos seres me ha maravillado desde el instante que supe que estaba embarazada.  Cada uno es un cúmulo de cualidades y sorpresas,  todos distintos,  todos perfectos a mis ojos.  Me han enseñado tanto sobre cómo salir de mi ensimismamiento.  Me han regalado la posibilidad de entender la vida desde una perspectiva más amplia.

Lo mismo ha sucedido en mi camino en el yoga.  No podría decir que soy buena en esto-  sé que hay gente realmente espectacular porque los tengo todos los días frente a mi mat aquí en Mysore.  Pero sé que le he puesto con todo porque me encanta.  Además de encantarme,  me ha dado tantos otros regalos:  sanación,  tranquilidad,  conexión,  maestros, buenos amigos,  sueños,  viajes.  Pero incluso si no existieran estos bonos lo haría de igual manera porque amo lo que hago.

Hoy conversaba con dos amigos de España y hablábamos de cuán subjetiva es la calificación de maestro en el mundo del yoga.  Gente con prácticas de asana increíbles pueden carecer de toda preparación pedagógica.  Personas con prácticas modestas pueden tener un genuino deseo de servir y ayudar a otros.  Creo que cada caso es único y he ahí donde radica la maestría de mi Guru para determinar quién está listo para estar bajo su ala.  Yo misma todavía no me lo creo que me haya acogido ahí y me siento sumamente afortunada.

Siento que esto de India y el yoga viene como una consecuencia de querer conocer,  desde que estaba muy pequeña,  todo lo que tenga que ver con Dios y sus santos en este mundo.  Mis libros preferidos eran  Juana de Arco y Bernadette.  Siempre escuché con alegría las historias de santos como el Padre Pío en Italia,  los tres pastorcitos de Fátima y Marisa la de Costa Rica.  San Francisco de Asís me fascinó y cuando puso los pies en Assisi en Italia sentí que llegaba a una Mecca.  Lo mismo cuando vine a India la primera vez.  Como si todos mis deseos de niña de sentirme cerca del Jefe estuvieran siendo respondidos.

Mi Jefe aquí en Mysore- el Boss-,  desencadena en mí sentimientos encontrados.  Por un lado,  un grandísimo respeto y devoción.  Por otro, un miedo atroz.  Comprendo su responsabilidad al sostener y continuar el legado de maestros de la talla de Krishnamacharya y su abuelo.  Veo su humanidad y no entiendo todavía cómo es que hace para sostener tanto.  Hablar con él me afloja las piernas y me asusta.  Estar en su presencia me conforta y me lleva al límite.

Así que estas primeras 10 mil horas en su presencia me han enseñando mucho y a la vez,  me tienen como una niña pequeña totalmente desubicada a sus pies.  Supongo que mi parte consiste simplemente continuar comprometida con lo que hago.  Ese es el mejor homenaje que puedo darle desde mi amor por el gran servicio a todos nosotros.

Dentro de un rato voy a ir a saludarlo y a presentarle a mi querido hijo.  Conmovida y contenta de poder conectarlos.  Así que creo que las 10 mil horas que he pasado en mi mat tienen el mejor corolario:  ser capaz de compartir lo que amo con quien amo.

Qué más puedo pedir?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.