miércoles, 3 de abril de 2013

Let go...or be dragged.-

El día transcurre sin mayores contratiempos.  Excepto que tengo noticias de la persona "esa".

Siento una especie de malestar,  de dolor profundo,  de sinsabor en la boca.  Cuando alguien nos ha defraudado,  creo que a todos nos pasa.

Me doy cuenta de que estoy viviendo mi vida por encima de ese sentimiento de incomodidad,  pero que realmente no he podido soltarlo.  Si lo hubiera soltado,  la mención de su nombre y de nuevo,  de su "posición" probablemente no me hubiera alterado.  Pero lo hizo.

Me encuentro entonces con la disyuntiva vital de "cómodiablossuelto."  Mmm...

Y también me percato de que he podido soltar muchas cosas a lo largo de los años.  Dolores grandes,  de esos que le dan a uno ganas de partirse en dos.  Dolores lacerantes,  de esos que todos conocemos y que desearíamos que no fueran parte de la vida. Pero lo son.  Y a menudo.

Entre estas divagaciones,  la palabra de mi maestro me llega como agua de lluvia en terreno seco.  Leo su despedida del season en Mysore.  Sus palabras son sencillas, pero dan en el clavo. Se despide con un "practiquen,  nunca dejen de practicar.  Sólo sus prácticas les darán la estabilidad mental para estar presentes en la alegría...y en la tristeza."

Y cuenta una historia bella de cómo en India celebran esta diversidad.  En una hoja de neem,  un árbol amargo como la hiel, colocan un poco de jaggery,  el azúcar más dulce,  el "sobado"  que nosotros conocemos.  Y se lo comen juntos. Y así recuerdan la paradoja de esta vida,  dulce y amarga a la vez.  Cada emoción va seguida de un dolor, cada placer de un resquebrajamiento.  Así viene el paquete.  Y tratamos de que no nos suceda...y siempre nos sucede.

No lo cambiaría.  No cambiaría todos esos días en que estuve cerca de mi amigo y compartí con él.  No cambiaría su risa- que luego se volvió una sarta de correos fríos y distantes-, ni su mirada dulce,  ni su voz cálida.  No cambiaría las visitas a su casa,  las anécdotas que compartimos,  los viajes,  las amistades comunes.   No cambiaría nada,  aunque todo haya terminado como la hoja de neem.

Con él crecí,  lloré,  me abrí,  me cerré.  Lo tuve cerca en momentos de suma fragilidad,  muy cerca,  muy adentro.

Y no sabemos todavía el desenlace de la historia.  La vida tiene muchas vueltas.  Quién sabe si más adelante venga de nuevo el azúcar...  Quién sabe si un día pueda volver a reír con él...no lo sé.  Pero sí sé que aquí,  ahora, me toca soltar.

Como dice este proverbio Zen,  sabio, denso y corto:  Let go...or be dragged.

No quiero que mi amargura me siga envenenando.  Sí, ya sé.  El no estuvo a la altura de las circunstancias,  pero mi papel aquí no es juzgarlo,  sino sólo aceptarlo.  Y también aceptar mi propio dolor.  Darle espacio.

Y tal vez si algún día me lo encuentro en la calle, pueda saludarlo con una sonrisa franca.  Y de corazón,  desearle una buena vida.

De corazón.-


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.