sábado, 27 de abril de 2013

Gray day

Me despierto a las 4 am con una pesadilla.

No en vano se dice que la Segunda Serie de Ashtanga Yoga saca todas las emociones reprimidas y nos limpia de todo el escombro interno.  La pesadilla es horrible:  miedos viejos que toman formas de gente cercana,  traición,  miedo,  enojo...todo ese abanico de emociones que diariamente me guardo en el sótano de mi inconsciente. 

Voy al baño medio dormida.   Regreso a la cama con una mezcla de resistencia a dormirme de nuevo y un deseo de que ya salga el sol.  Y qué sucede?  La extraña y muy rara coincidencia de dormirme de nuevo y continuar en la misma pesadilla!!  Pero qué es esto?!!!

Gracias a Dios suena el despertador,  me alisto y me voy al shala.  El día está frío y gris en contraste con el día de ayer de un sol radiante y todo alegre y jovial.  El cuerpo me duele.  Es de esperar.  Pero me duele más el corazón. Camino y agradezco el matte latte y el calorcito del Estudio.  Y mientras tomo mi té,  repaso el sueño y sus emociones.  

Emociones todas que ya he experimentado en esta vida y que sacan de nuevo su cabeza.  Me viene una certeza instantánea de que no existe posibilidad alguna de que pueda encontrar el verdadero amor. Lo siento de una forma extraña y visceral.  Amor sin miedo,  me refiero. Amor sin apego.  Mientras hago fila para entrar al shala,  me siento firmemente convencida de que esta vida es un juego sinsentido.  

Estoy en ese descenso interno que se siente como una retracción del mundo:  me dan ganas de llorar al mismo tiempo mezclado con una furia intensa. Físicamente, se siente como un ahogo.  Quiero salir corriendo lejos de esta masa de gente.   Mentalmente,  cada pensamiento parece tener mil voces en eco:  " El amor es una payasaaaaadaaaaaaaa.....No se puede confiaaaaaaar......Nada tiene sentiiiiiiidoooooooo......Todo es un absuuuuurdooooooo...."  Y los pensamientos se suceden en un auto-flagelamiento incómodo sin base alguna en la realidad.

En eso entra Sharath al cuarto. Inmediatamente,  mi consciencia se despierta.  Por encima de la impermanencia  de todo en esta vida, el miedo a la muerte y al abandono,  la añoranza del amor etc, etc., mi cuerpo se prepara para darlo todo.  El truco es sólo dejarlo que haga.  No es un ejercicio mental ni de voluntad:  es el fruto de una práctica de años que llega cuando más la necesito.  Y siento como si fuera un piloto de avión que enciende el piloto automático y se relaja en su asiento.  Comienzo a respirar.  Las cuentas de mi maestro me guían y apaciguan mi mente.  

Después de casi dos horas de esto,  de nuevo el Yoga me ha salvado.  Cada vez que mi mente trata de sabotearme,  tengo un lugar donde refugiarme.  Sólo toma el discernimiento de no irme en la tira y hacer lo que tengo que hacer.  Sé que estos episodios sórdidos no van a desaparecer.  Se llame un día gris,  las malas pasadas de mis hormonas o simplemente,  las curvas de la vida,  sé que de nuevo voy a estar en ese lugar de querer huir de este mundo,  escapar de todo.




Pero hoy de nuevo fui salvada.  Y planeo que así sea por el resto de mis días.


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