domingo, 29 de abril de 2012

Día 5: Regreso

Ya en el aeropuerto de regreso.

Empiezo el día con una excelente canción sobre no rendirse ante los embates del amor.  Me siento como un barquito pequeño en medio de un océano vasto que a veces levanta olas inesperadas.  Me siento en este momento a merced de la corriente y no sé para donde voy.

Sin embargo,  hay un lugar nuevo dentro de mí que ha renacido gracias a estos encuentros aparatosos con el Amor.  Tal vez si hubiera pasado de largo,  tal vez si me hubiera protegido,  tal vez si hubiera pensado más...ese lugar estaría todavía tapado,  sepultado.  Es tan fácil cerrar el corazón cuando duele y prometernos no abrirnos más.  Ahí es donde mi testarudez,  tal vez mi fe en que estamos aquí para realizar qué es el Amor,   me hace seguir adelante.  Estas son las cualidades  que me impulsan a no rendirme,  a no desechar la posibilidad- aunque sea ínfima- de establecer una conexión genuina con otras almas.

Hay muchas formas de hacer esto:

Está la forma cliché y romántica de la pareja.  Sin embargo,  me estoy refiriendo más bien a una conexión que posibilite la expansión de dos espíritus en forma vertical,  antes que horizontal.

Está la incondicionalidad de la amistad sin interés. Es aquí en los rough times que sabemos con quién contamos y con quién no.  Es un proceso de discernimiento fascinante que pone todas las almas sobre la mesa.

Y por último, están las relaciones con seres que compartimos un camino espiritual.  Estas son las que más me interesan y apasionan.


Mi amigo Peter me trajo al aeropuerto de San Diego.  En el camino,  me comparte que se siente feliz y tranquilo de estar solo. Acaba de terminar una relación de cinco años con una mujer muy bella por fuera,  pero bastante perdida por dentro. Compartieron su vida y procrearon una bebita.  Pero su intención es ir hacia adentro,   ella es una modelo y su mundo es LA y la ropa.  El discurso es totalmente diferente.  Peter me dice que a él lo que realmente le gusta es estar solo. Tener tiempo para meditar  y practicar y no tener que estar pendiente de nadie.  Que se siente cómodo y feliz así,  que las relaciones son muy complicadas y esto de mujer-hombre es como de otro planeta.

Lo escucho y escucho una parte dentro de mí que está de acuerdo.  Qué fácil sería!  dedicación total a uno mismo.  Ritmos propios,  libertad.  Sin embargo,  en mi caso,  no podría cristalizar mi ego de forma tan clara.  Probablemente,  reforzaría mi resistencia y cerraría mi corazón.  Las relaciones son bisturíes que nos rebanan el intento del ego por no mostrarse.  Al principio,  mostramos nuestra mejor versión. Al cabo de unos años,  empiezan a salir los monstruos.

No creo en una relación que consista en una batalla campal  y constante entre estos monstruos.   En este momento de mi vida, creo y promuevo en mí la consciencia de todo,  incluso lo que más repele y asusta de mí misma.  El otro podría cortejarme el ego por un tiempo,  pero si no caemos en ese espacio de abrazarnos completos,  para mí no hay nada.   Que el otro quiera hacerlo son otros cien pesos.  Casi todos proyectamos nuestra sombra en vez de asumirla responsablemente.  Es muy difícil y  humillante decirnos las verdades.  Todos tratamos de eludirlas y justificarlas.  Pero seguimos dando vueltas en círculo acompañados y no llegamos a ningún lado.

En algún momento,  si Dios tiene piedad de nosotros,  tal vez logramos vislumbrar el juego.  Y en el momento que lo vemos,  se disipa.  Qué momento más lleno de tristeza y verguenza cuando vemos nuestro ego,   sus acciones y las consecuencias.   Pero si tenemos una sadhana-práctica espiritual- tal vez hayamos ya encontrado una islita en  medio del océano donde anclar por un rato.  Y darnos el tiempo de recobrar el aire y descansar en la arena.  Tal vez nos aventuremos de nuevo,  tal vez no.  No importa.  El mar se ha calmado.  Las turbulencias son creadas por aquella parte dentro de nosotros que no quiere ver:  si queremos ver,  inmediatamente las olas se aplacan.

Pido claridad para ver cuándo estoy creando olas sin sentido.

Qué maravilloso sería poder compartir en las relaciones-  en cualquier modalidad que sea-  ese oasis de brisa suave.  Cómo cuesta encontrar gente que esté dispuesta a ir profundo...que quiera ver con honestidad dónde están pegados y quieren salirse del cuadrito.  Estos seres son raros,  como una piedra de jaspe llena de grietas.  No esconden sus heridas,  las muestran sin pudor.  Son seres humildes que saben que esta experiencia de la vida es corta-  aunque dure 100 años- y que no hay tiempo que perder.  Son seres que apostamos al Amor y todas sus consecuencias.

Si hay seres así allá afuera,  sé que voy a conocerlos pronto.  Las almas rebeldes tenemos una danza de energías que nos mueve en las direcciones que más nos hagan crecer.  Me voy de regreso a casa con el cuerpo adolorido hasta el último músculo, el hombro izquierdo deshecho y el corazón lleno de esperanza.  Me voy sabiendo que lo que necesito ya viene en camino y no tengo más que meditar,  ayunar y esperar mientras llega.  

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