miércoles, 25 de abril de 2012

Día 1: Soltar

Me despierto a las 4 de la mañana,  5 de Costa Rica.  Estoy con mariposas en la panza.  Sharath y la Segunda Serie tienen ese efecto sobre mí.  Las mariposas degeneran en diarrea...tengo miedo.  Son cuatro días de esta práctica guiada a su ritmo,  no al mío.  Es cómo metérsele a un tren de carga:  estoy lista para la inmolación,  para la pira,  para el cadalzo.

Pido que cada gota de ego falso y manipulador dentro de mí se deshaga.  Pido crear espacio para algo nuevo en cada una de mis células.  Creo que nunca en mi vida me he sentido tan vulnerable.  Por un lado es bellísimo.  Puedo escuchar los pajaritos con claridad.  Ayer,  manejé un scooter por primera vez y el miedo cedió ante la belleza de las flores sandieguenses...casi me estrello.

Le decía a Peter,  mi amigo que me está hospedando,  ashtangi de años y quien también está en un proceso de renovación en su vida,  que la Segunda Serie es como exprimir el alma y sacarle el jugo. Anoche,  mientras cenábamos con sus hijas Sophie y Grace,   hablamos de la diferencia de hacer uno su práctica a su ritmo o hacerla con Sharath.  A nuestro ritmo, uno ahí va,  se acomoda y descansa,  toma breaks mentales y tal vez un niño de vez en cuando.  Con Sharath,  eso es simplemente imposible.  El enfoque tiene que ser total para poder sobrevivir.  Al mismo tiempo,  cuando uno encuentra esa cualidad del surrender,  todo fluye fácil.  Entregarse es mejor que luchar.

El resto de los maestros practican Primera Serie a las 6:30 am.  Aquí está bien frío.  Admiro sus intenciones de conocer a mis maestros e ir más profundo,  sin importar si aguantan la Primera Serie o no.  Lo importante es que vinieron.  Lo importante es que creyeron que esto vale la pena.  Marichyasana D o Supta Kurmasana son lo de menos.  La intención de buscar verdad en el Yoga es lo que vale.

Veo mi vida para atrás y los momentos en que me he acomodado para no tener que tomar decisiones difíciles.  Me he puesto todas las excusas posibles para no moverme.  Y ahora,  estoy tan feliz porque me dieron un patada en el trasero y me gritaron a todo pulmón:  MUEVASE!!  probablemente,  yo a mi ritmo hubiera seguido pegada en mis miedos muchos años más.  El desenlace hubiera sido el mismo,  pero con el desgaste de muchos años a mi espalda.

Hacer Ashtanga Yoga es una camino a toda velocidad.  Desde mi cuarto,  escucho los carros en la 5,  la autopista que atraviesa California de norte a sur.   Para entrar en esa pista se necesitan huevos.  Los carros van tan rápido.  El Ashtanga es el carril del carpool.  Es donde vamos los locos volando a mil por hora,   generalmente solos.  No muchos se atreven,  es casi un suicidio.

Si mi alma es quién soy en verdad,  si esta experiencia de vida es sólo un playground para realizar mis cualidades internas como ser espiritual,  yo quiero ir en el carril rápido.  Que a la hora de mi muerte,  pueda decir que vi muchos tipos de paisaje,  conocí tanta gente y viví intensamente.  Que no me vendan ideas ajenas de cuál es la right thing to do.  Que mi vida sea profundamente mía,  a pesar de todos los errores y dolores.

Me alisto,  tengo mi salveque con mi mat y mi alfombra de algodón que dice orgullosamente ashtangayogacostarica.  Doy gracias infinitas a mi madre que está en estos momentos dándole desayuno a Gael,  Theo y Matías para que yo esté aquí,  a las muchachas que me ayudan a cuidarlos cada día con tanto amor.

Esta mamá tiene algo importante que ir a hacer hoy.  Tal vez no sea un trabajo de oficina,  tampoco va vestida elegante.  Van con unas chancletas,  ropa de yoga y mucho miedo.  Pero está dispuesta a soltar y eso es una estado interno que no puede verse.  Los efectos serán los que Dios quiera para mi vida. Voy confiada en que no controlo nada y aliviada a la vez.

Ahora sí,   mi vida puede empezar.


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