martes, 24 de abril de 2012

Dopamina y decisiones

Escribo desde el avión que casi me deja de Dallas a San Diego.  Nunca he corrido tanto!  la fila de Migración gigante,   la de Customs peor.  El tren dio ochenta vueltas y llegué al counter sólo 10 minutos antes de la salida.  Ya iba resignada.  Sudando y jadeando,  me dejaron entrar y todavía no lo puedo creer.

Disfruto de este vuelo en todos los sentidos. No sólo porque casi lo pierdo, sino porque es un vuelo normal y corriente.   La semana pasada sentía que iba volando en un avión al que se le había incendiado un motor.  Estaba a muchos kilómetros del suelo y todo el sistema empezó a encenderse con luces y alarmas.  Traté varias veces de aplacar el pánico,  pero el avión comenzó a perder el rumbo.  Imposible maniobrarlo.  Me iba a estrellar.

Se iba de lado,  los controles no funcionaban.  De pronto,  se empezó a detener y eso en medio del aire sólo significa una caída en picada.  Si no encontraba una forma de aumentar la velocidad,  irremediablemente la gravedad tomaría el control y me hundiría como una piedra.  Cómo estabilizarme?

Sólo con un motor,  la perspectiva de agarrar velocidad parecía imposible.  Fue un momento de indecisión espantosa,  sudé y temblé de miedo como nunca antes en mi vida.  Trataba de pensar,  pero no había tiempo.  Si no aceleraba,  mi avión iba a caer.

Ahí que decidí soltar el avión y dejar que cayera.  Inmediatamente,  recobré la velocidad.  Sin embargo,  fue esta decisión de soltar la que me permitió recobrar el rumbo perdido.

Los humanos somos seres racionales:  correcto?  NO.  Así no funcionamos,  al menos, así no funciono yo.  Cuando tomo una decisión, mi mente está bañada por  sentimientos,  regida por la pasión.  Estos impulsos emocionales influyen  en forma secreta.  La decisión de soltar no fue analizada y sopesada:  yo sólo sabía que era lo que tenía que hacer.

Cuándo tengo que analizar las cosas racionalmente y sopesarlas y cuándo me dejo llevar por el corazón?  Depende.  Creo que los sentimientos me ayudan a pensar.  La ficción de que soy sólo un ser racional,   tipo Descartes,  es una mentira.   Pero cómo no sucumbir a la presión de los sentimientos y tomar decisiones inteligentes?


Cuando uno tiene una pasión en la vida como la tengo yo y su práctica ha sido constante y diaria,  llega un momento en que todo fluye sin pensar mucho.  Cada vez que llego a mi mat,  siento.  No pienso en las alineaciones y la técnica-  eso fue un trabajo que hice hace muchos años.  Lo aprendí y lo integré.  Siento mi cuerpo, pienso balance,  suavidad,  disfrutar, respirar.     Mis emociones hacen que mi cuerpo se mueva en armonía y con una elegancia natural.   No estoy anticipando nada ni tratando de que nada suceda.   Sólo siento y soy en ese momento.

Este sentimiento de smooth quisiera que me acompañara en mi vida.  Sé que soy un animal emocional.  Creo que todos lo somos.  Sin embargo,  los químicos cerebrales pueden jugarnos una mala pasada.  Un exceso de dopamina,  ese neurotransmisor poderoso,  puede llevarnos a estados de éxtasis ficticio donde los cables se nos cruzan.  La dopamina nos ayuda a regular nuestras emociones,  desde los inicios del amor hasta las formas más viscerales de repulsión.   Aunque Platón descartó las emociones como fuente confiable- los caballos salvajes del alma-  de hecho influyen en nuestras escogencias y causan estragos si están sobrealimentados.

La semana pasada,  siento que un tumor cerebral nubló mis sentidos y arrasó con mi racionalidad.  Y necesitaba sentirlo para realizar el desbalance.  Por mucho que he practicado,  de alguna forma fallé y me equivoqué.  Siempre pido a Dios discernimiento para distinguir lo falso de lo verdadero.  Como decimos los ticos vulgarmente,  me fui en la tira.  Confundí el espejismo de mi mente-corazón con la realidad.    Me equivoqué rotundamente.   Casi no dormí,  sufrí y lloré.  Aprendí.

Rumbo a Encinitas a ver a mis maestros,  agradezco ese estado de locura temporal que volvió mi mundo al revés y me recordó mi humanidad.  Ese avión a pesar de todo no se estrelló.  Estoy aquí,  reviviendo todo como si hubiera sido un sueño.   La oscuridad fue tal que llegó un momento en que me perdí completamente.  Pero el túnel terminó.  Me siento serena y confiada,  no importa cuál sea el desenlace de mis decisiones tomadas en estado de emoción violenta.

Agradezco el maldito error.

Es a través de los errores que aprendo.

Aprendí que confiar en mis emociones requiere vigilancia constante.  Una práctica de intuición inteligente es el resultado de muchos errores.  Tal vez eventualmente un día pueda tomar una decisión desde mi intuición que sea la mejor de todas.  Que no cause daño a mí misma y a otros.

Los errores no tengo que juzgarlos.   Leí hoy que un experto es aquel que ha cometido todos los errores posibles en su campo.  Mi campo es la vida.   Creo que me he jalado tantas tortas!  y aún así,  creo que esto es bello.  Tengo esperanza.   Tengo fe.

Aprendí desde pequeña que el camino era no equivocarse y buscar la perfección.  No exponerse ni arriesgarse.  Comprobé ya grande que tengo que equivocarme para así crecer como ser humano.  No hay atajos para este proceso tan doloroso.  Voy con el corazón hecho un puño,  pero con una hermosa sensación de renovación.   El error pulió las aristas de un corazón que estaba congelado.  De alguna forma,  no fue un error sino una epifanía,  una revelación.


Anticipo el encuentro con mis maestros y recuerdo que uno de ellos me dijo una vez que está práctica de yoga ERA abrir el corazón.  En ese momento no lo entendí.  Mañana,  cuando lo abrace,  yo sé que va a sentir este corazón transformado.   Va a ser un abrazo real, un abrazo genuino.  Querido Tim, voy a sentir que te abrazo por primera vez.

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