viernes, 27 de abril de 2012

Tercer Día: Puja y Bendiciones

Vengo llegando de una Puja en el Shala.

Una puja es una ceremonia para bendecir a todos los participantes.  La dirigieron un sacerdote hindú y dos de los maestros de acá, Andrew y David.  Es una ceremonia muy colorida,  llena de flores,  frutas y símbolos.  Como dijo el priest,  Dios es uno y tiene muchas caras.

Rezaron en sánscrito durante una hora y media.  Muchos movimientos ceremoniales,  recitaban los Vedas- las escrituras antiguas- y había ghee-mantequilla clarificada-, agua,  perfumes e incienso.  Todos vestían los trapos tradicionales y tenían pintada la cara.  Las ofrendas que llevamos fueron todas bendecidas y luego, nos pidieron que pidiéramos algo.  Que Dios nos iba a bendecir con lo que pidiéramos.

El Shala estaba lleno.  Todos en el cuarto entramos en la vibración, a pesar de no entender nada de lo que se dijo.  Creo que Dios es una vibración y puede sentirse más allá de cualquier barrera del lenguaje,  color de la piel o forma de adorarlo. Algunos rezamos con nuestros cuerpo,  otros con su voz,  su trabajo,  su quehacer.  Todos compartimos el deseo de conectarnos con la Vida y recordar que no somos el incesante devenir de la mente y sus dramas.

Pido por la alegría de todas las almas que entren en contacto conmigo. Que yo pueda ser fuente de amor para otra gente.  Pido por luz y compasión por los que sufren,  por los que siente carentes y solos. Con el Yoga,  uno nunca se siente solo,  no importa cuán caótico se ponga todo alrededor.  Hay siempre una serenidad interna,  cultivada a través del Tapas- práctica constante,  ininterrumpida,  por un largo período de tiempo.  En momentos difíciles,  aquí es cuando uno siente la presencia constante de ese espacio que ya es parte de uno en todo momento.  Se dice que el Yoga nos ayuda a despertar de la amnesia espiritual.

Todos tenemos conceptos de sobre cómo debe ser nuestra vida,  con quién tenemos que compartirla,  cómo tiene que verse. Pido claridad para recordar cada día que tal vez las cosas no van a ser como yo quiero y está bien.  Saber cuándo necesito soltar y cuando continuar.  Para no ir a contrapelo de la voluntad divina,  sino seguir sirviendo a pesar de mis preferencias y gustos.

En la búsqueda de ese camino al centro de mi ser,  estoy segura que muchas veces voy a equivocarme.  Sin embargo,  el valor consiste en dar esos primeros pasos en la oscuridad sin ninguna garantía de adónde voy a terminar.  De alguna forma,  terminé aquí y estoy tan feliz.  Terminé con mis dos queridos maestros,  Sharath y Saraswati y la presencia en mi corazón de Guruji y su amor por la gente.  Estos tres maestros genuinos me han transmitido una práctica que amo,  tengo una familia hermosa- filial y espiritual-  y mayor claridad por dentro.  Cuando empecé esto,  me sentía perdida y un poco loca.  Ahora me alegra haber seguido mi corazón.

El panorama es oscuro en este momento.  El otro día manejaba mi scooter de regreso a la casa donde me estoy quedando.  Me agarró tarde y la carretera costanera bordea el mar.  Empezó a llover.  Las gotas se volvieron agujas en mi rostro.  El viento frío casi me congela. Tenía que subir un cuestón para llegar y la motito patinaba.  Me sentí tan sola y desamparada.  Asustada por la inclemencia del tiempo y las olas que se agitaban con furia, pensé en la comodidad de mi cuarto,  de mi casa en Costa Rica,  de mis bebés y mis hijos grandes.  Recordé la ternura de sus abrazos y el espacio sagrado que son.  Pensé también en la calidez del shala en San José y su gente.  Y ese calorcito me tranquilizó.  Estoy aquí por una buena razón:  ahí todavía no sabía cuál era pero hoy se me despejó.

Hoy Saraswati me dijo que venía a Costa Rica en enero.  Hice mi dolorosa práctica de Segunda Serie con una sonrisa perenne,  ningún asana me costó.  Me sentí liviana y  fuerte,  lleno el corazón de gratitud porque sé que los pasos que he dado van a beneficiar a mucha más personas en mi querido país.  Los pasos en la oscuridad han sido muchos pero hoy vi que no estoy perdida.  Esto es good stuff.  Esto cambia la vida.

Si he sido un humilde elemento para que mis maestros lleguen a más personas,  he cumplido mi parte.  A pesar de las dudas y de los errores,  los efectos van más allá de mí.  Creo que a eso es que aspiramos todos los que llevamos un tiempo en esto:  a que más personas despierten a la bendición de una vida plena.  Si sólo nos beneficia a nosotros,  no hemos logrado nada.  Si toca otras almas que sufren y los aviva,  sigo con la fe que todo es perfecto.

Mientras escribo, me viene a la mente una de mis estudiantes.  Es una mujer que llegó al Yoga en medio de una profunda crisis.  Cada día cuando llega,  la siento tan abierta y receptiva.  Su dolor es tan grande que se nota en su cara.  Es tan hermosa y sin embargo,  se siente fea.  Todavía no se ha dado cuenta de lo bellísima que es.  Quiero estar ahí cuando se despierte del sueño.  Cuando venga un día a mí con los ojos brillantes sabiendo quién es en verdad.   Quiero estar ahí de nuevo porque no hay nada más hermoso que presenciar el despertar de otras almas.  Y si he puesto un granito de arena para que eso suceda,  seguiré manejando esa motito en medio de la tormenta.

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