miércoles, 8 de enero de 2014

You relax

El día empieza temprano.  Afuera,  los primeros rayos de sol iluminan el cielo.  Las cobijas se sienten calientitas cuando suena el despertador.

Un día más en Mysore.

Llego al shala veinte minutos antes de la hora asignada- shala time.  No cabe un alma.  Somos varios esperando en el vestíbulo en silencio.  Son tantas las veces que he estado aquí acuclillada y todavía no deja de sorprenderme ver a la gente practicando.  Cada uno me enseña algo,  me inspira un poco más. Hay gente de todas las edades- aquí con Sharath no tan jóvenes como donde Saraswati-.  Todos los niveles juntos- pero no hay principiantes.

Cuando uno se registra lo primero que le preguntan es "Who is your teacher?".   Ya desde ahí se sabe si la persona es un principiante o no.  A todos los beginners y sin maestro los mandan donde Saraswati.  Aquí se quedan los que saben cómo se come Marichyasana D.

Espero y espero casi por una hora.  El tiempo se pasa rápido y mi mente vuela a Costa Rica.  Pienso en mis estudiantes que estarán pronto aquí.  El Boss parece muy estricto y lo es.  Pero hay una parte suya que le he visto pocas veces y que sale muy de vez en cuando.  No anticipé que hoy sería uno de esos días.

"One more!"-  llama con vos apremiante.

Uno tiene que entrar decidido,  estar listo a mostrar su tarjeta en el momento y no dudar.  Algunos entran un poco perdidos,  se tropiezan entre la gente.  La energía es muy intensa: es como entrar al vórtex mismo del Yoga en el mundo en este momento.  No sé cómo explicarlo.  Hay que dar paso firme,  sin titubeos.  Y cuando le pregunten a uno algo,  contestar con voz fuerte y decidida.  También hay que estar listo a que lo llamen por su nombre,  muy presentes en el momento.  Definitivamente, aquí no es un lugar para gente medio dormida- no importa que sean las 4 de la mañana.

"You! Mariaaaaa!!"-esa soy yo.
No hay forma de que diga Mariela y ya sé que aquí me llamo así.

Entro y el calor me recibe con bondad.  Todos sudan y sudan y sudan.  La medicina está en acción.  No se escucha nada más que la respiración y algunas palabras de Sharath en el cuarto.  Los asistentes están en absoluto silencio y presencia.  Los estudiantes en su propia alfombra.  Nadie está divagando hacia ningún lado.  Aquí hay que estar pilas o de inmediato el ojo del águila te encuentra.

Muchos vienen a India por ser un lugar exótico y lejano que ofrece palacios,  monumentos y elefantes decorados.  No he dicho que no sea hermoso- lo es y lo he hecho varias veces.  Pero lo que  me trae de vuelta cada año es este maestro mío,  cubierto de piel de lobo pero con corazón de oveja.  Este maestro que está durmiendo tres horas diarias durante este high season y que todos los días se levanta a las una de la mañana y abre el chinamo a las cuatro para trabajar seguido hasta la una de la tarde y luego enseñar de nuevo.  Este maestro que levanta y levanta y levanta gente como yo de los arcos y que nos pasa,  a cada uno de nosotros por igual,   un chorro gigante de energía.  El mismo que te regaña si te equivocaste en la secuencia o agregaste una postura sin que te dijera.

Así que concluyo que soy un poco masoquista.  
Como dice una querida amiga:  aquí en Mysore estamos todos locos.  
De remate.

En fin,  dejo mi alfombra en el lugar asignado por él y me voy al baño.  Me cambio,  alisto y regreso al shala.  Hoy es todavía suave:  sigue la semana de Primera Serie.  Todo fluye sin contratiempos.  Cuando llego al cierre,  inexorablemente lo encuentro parado frente a mí.  Tiene la habilidad de tele-transportarse en el shala de un extremo a otro en segundos-  seguro parte de los siddhis o super-poderes yoguis.  Me ayuda en el backbend más extremo...pero antes de entrar me dice suavemente:

"Relax,  María.  You relax".

En todos estos años de estudiar con él es la primera vez que me dice algo tan certero.  Mi cuerpo sigue la instrucción como por arte de magia y con facilidad mis manos van adonde no habían estado antes y se quedan ahí pegadas,  sin esfuerzo.  Esto a pesar de que hoy andaba con un short corto y normalmente me resbalaría por el sudor copioso.   Mi columna se dobla como una cobra y ya no es mía:  está viva.  Se dobla sin esfuerzo,  sin dolor.  Me quedo en ese lugar de relajación por unos segundos y el koan funciona:  la mente se silencia.


"Act without any final goal."
" Do your best at whatever holds you back."
"Seek not perfection,  but authenticity."
"Discover the inexhaustible in the silence of the ego."
"Abandon all expectations."

Con sus manos le dice a mi cuerpo todo esto en no sé qué idioma y a través de la simple palabra RELAX.

Salgo del shala y mi mente sigue en blanco.  Los acontecimientos del día no inmutan ese lugar interno.  Me encuentro de nuevo a Marie Magdalene:  la pobre lleva un buen rato tratando de cruzar una calle muy transitada sin éxito.  Me lanzo sin pensarlo a ayudarle y de pronto,  los carros, motos y rickshaws se detienen.  Todo cambia de ritmo: estamos en media calle y no hay nadie.  Como en el Matrix.

Por todo es que sigo viniendo tan lejos.
Porque aquí suceden cosas que ni yo misma puedo luego creerme. 

Espero que algún día alguien me ayude también a mí a cruzar esa calle.  En esta India alocada,  impredecible  e inexplicablemente perfecta.



martes, 7 de enero de 2014

Smell the flowers

El encuentro fue en francés.

Bueno,  en lo que me queda de mi francés.  

Empezamos a hablar no sé ni cómo.  A ella le cuesta el inglés,  así que le dije que me hablara en su lengua natal.  Puedo entenderla pero no hablarla muy bien.  Ya poco queda de mis cinco años en la Alianza Francesa hace mucho tiempo cuando soñaba con irme a estudiar Historia de Arte a París.

Pero feliz de que pude entenderla.

Marie Magdaléne tiene setenta y ocho años y una cadera rota.  Es,  sin embargo,  uno de los seres más dulces y amorosos que he conocido.  Me contó de su accidente hace tres años que la dejó inválida.  Me contó de sus aventuras por India sola- ninguno de sus hijos y nietos se aventurarían jamás con ella.  Me pidió ayuda para encontrar su próximo destino:  un ashram donde pueda refugiarse,  rezar y sanar.

Marie Magdaléne nos pidió a Ariel y a mí que la acompañáramos hoy a un Ashram.  Curiosamente estaba muy cerca de Gokulam, el barrio donde estamos.  Es el Ashram de Rama Krishna, uno de los santos más santos de India.  Llegamos al lugar y ella quería quedarse a vivir.   Pero en mi francés rudimentario le expliqué que no tenían programas de pensión.  Sólo hay pujas abiertas en las noches y una serie de conferencias en sánscrito y kannada (el dialecto local en Mysore).  Así que la exploración no tuvo mucho éxito por ese lado.

Pero sí por otros inesperados.

A su pasito lento y con su bastón,  recorrimos las instalaciones del lugar-  que en la tarde calurosa de Mysore estaba vacío.  Encontramos un salón grande y hermoso para ceremonias y uno de los jardines más lindos que he visto en mi vida, pleno de flores de loto,  marigolds y rosas.  Ariel estaba feliz.  Ella también.

Me dijo que no entendía cómo habiendo dedicado setenta y cinco años de su vida a ayudar a otros-  es maestra de yoga-,  su vida había sido truncada tan súbitamente por este accidente.  Cree que necesita encontrar un astrólogo kármico que le explique cuál es la razón de este cambio de planes.  Tiene fe en poder comprender.

Marie Magdaléne rezó con nosotros a los ángeles (todo en francés), nos contó de su familia,  de su nieta y de sus viajes por el mundo. Nos preguntó mucho por Costa Rica,  diciendo que Francia es muy frío para ella en invierno y que necesita calorcito.  La invitamos a venir a visitarnos.  La escuchamos.  Por un rato,  suspendimos nuestros planes del día para acompañar a esta anciana dulce y simpática.

Y me puse a pensar en el destino de estos cuerpos,  todos condenados a la enfermedad y la vejez.  Qué es lo que va a perdurar a pesar de los cambios que nos esperan?  Quién nos va a escuchar cuando estemos maltrechos,  adoloridos y con poca esperanza?

Y más allá de los cuerpos,  pensé en la soledad de tantos ancianos que se han vuelto prescindibles para sus seres queridos.  Que sin embargo conservan lucidez en su mente y claridad en sus palabras y sienten la vida igual que nosotros los más jóvenes...sólo que en un carro un poco desvencijado por el tiempo y sus circunstancias.

Creo que hoy tuve una de las lecciones de amor más bellas de mi vida con Marie Magdaléne.  No en vano su nombre.   Me dijo una de las cosas más certeras que he escuchado en cuanto a mi familia:

"Siete hijos?"-  
Siete chakras.

Y en su pequeña figura- que se veía todavía más pequeñita a la par de mi muchacho-, partió en su rickshaw de regreso a su casa en Mysore,  no sin antes admirar las flores del jardín.

Tal vez un poquito más acompañada.
Tal vez,  y ojalá así haya sido...un poquito más feliz.


domingo, 5 de enero de 2014

El Principito

Hoy recuerdo al Principito y su sabiduría. 


Tuve contacto con ese libro a los doce años y desde entonces,  me identifico totalmente con las ansias de este niño por conectarse con lo que ama.  Su intensidad y especialmente la parte cuando le pide al piloto que le dibuje al cordero y se frustra con sus bocetos.  Ninguno da en el clavo.  

Siento que es lo que nos sucede cuando tratamos de entender al otro:  damos un montón de palos de ciego y nos equivocamos a cada rato, por buena que sea nuestra intención.

Así me ha sucedido con este hijo mío amado, León de Dios.  Desde pequeño,  sentí una conexión de alma profunda,  al igual que con todos los demás.  Nació solo,  el doctor ni se había vestido. Vino al mundo en forma contundente,  sin dudas,  sin pedir permiso.  Ha sido un espejo total en intensidad,  inquietud,  energía y corazón.  Al mismo tiempo,  tenerlo tan cerca reflejó también mis propias sombras y heridas y recuerdo con tristeza que fue el único con quién en algún momento la perdí y le dí un par de nalgadas.

Cómo me duele.


Los años adolescentes hicieron que todo ese amor contenido en ese cuerpo que crecía empezara a salir como bombetas, un poco caótico.  Llegó el momento en que la cosa se puso muy intensa:  como podría ser un duelo entre un León y un Caballo de Fuego.  Ninguno quería dar su brazo a torcer.  Y ahí fue que empezaron los enfrentamientos: dolorosos para los dos,  hirientes en lo más adentro de lo más adentro.

La separación fue necesaria.  Hace ya dos años que vive con su papá.  El cambio era imperativo, pero no fue fácil. Parte de la sabiduría de ser padre o madre consiste en saber exactamente cuándo es que uno tiene que soltar.  

Ni antes ni después.

Y el resultado ha sido perfecto.
Tal vez no a la vista de muchos,  pero sí a la mía que lo conozco como la palma de mi mano.

Los principitos nos rodean continuamente.  Son seres sensibles,  amorosos y les cuesta mucho adaptarse al sistema. El sistema quiere endurecernos a todos,  hacernos esclavos de una visión condicionada.  Algunos principitos desde muy jóvenes se rebelan...y con mucha razón.

Aquí en Mysore,  con mi cachorro,  estoy empezando a entender su rebelión que en algún momento juzgué como innecesaria.   Estoy escuchando, aprendiendo. Puedo decir que tengo dos maestros en este viaje:  Sharath en el shala y el otro aquí en la casa.

Yo misma nunca tuve la fuerza de rebelarme ante lo que me oprimía.  Siempre bajé la cabeza y me adapté.  Hasta que llegó el día que mandé todo al carajo.  Tal vez haya otra forma: tal vez se pueda crecer observando con cuidado qué es bueno para nosotros y qué nos daña.

Tal vez podamos crecer también a nuestra edad en discernimiento y sabiduría.  Como este adolescente que ya tiene un sabio adentro.



sábado, 4 de enero de 2014

A la novena es la vencida

Dicen que a uno le llegan las cosas cuando está listo.

Pues me tomó nueve viajes a este lejano país para descubrir los baños de aceite de castor.  Hoy tuve una de las experiencias más hermosas en este maravilloso país que no deja de sorprenderme.  

Hoy recibí una tonelada de amor.

Las tres hermanas- o Three Sisters-,  son una leyenda en Mysore.  Una de ellas estudió catorce años con Guruji en el viejo shala de Laxshmipuram.  Las otras dos son unos personajes.  Me recibieron en su casa- para mí una de las más hermosas que he visto en esto lugar,  puro indian style-,  y me explicaron lo que iba a suceder.

Guruji recomendaba los baños de aceite de castor para todos los ashtangis una vez por semana en el día de descanso. Cuando uno hace esta práctica,  genera mucho calor y a veces se queda en el cuerpo. El aceite lo saca.

En el día del baño de aceite hay que llevarla suave.  Nada de práctica,  ni baile, ni mucho relajo.  Tranquilos.  Recibí la explicación de una hermosa mujer muy fuerte y asertiva en un perfecto inglés indio,  rodeada por sus otras dos hermanas.

Empezó la ceremonia.  Toda la ropa afuera.  Me quedé con un taparrabos muy interesante y me acostaron en un plástico en el piso.  Luego,  agarradas del techo,  entre dos de ellas se me treparon encima!  Todo el masaje lo hacen con los pies.  Tengo que decir que es uno de los masajes más intensos que he recibido- y eso que me dijeron que hoy iba suave por ser mi primera vez.

Mientras sucedía conversamos un montón.  Una de ellas- la ashtangi-,  acaba de tener gemelos.  Los bebés se oían adentro haciendo ruiditos.  Estaba preocupada por cuándo podía recuperar su práctica.  Después de catorce años con Guruji la extrañaba.  Me contó que él la mandó a enseñar a China y Singapur por varios años y que tiene su shala a la par de su casa.  Pero con los gemelitos todavía no está full de regreso.  Casi se caen cuando les dije que yo tenía 7!

Empezaron a interrogarme sobre mi edad,  la edad de cada uno, cada parto...ja ja
creo que no me creyeron...

Me dijeron que me habían calculado máximo 35.

"35 es que estoy yo- me decía a mí misma-, aquí tirada en el piso muerta de frío con estas dos indias caminando en mi espalda!" (en Costa Rica,  estar 35 es estar completamente loco).

Pero después de un buen rato de conversar con ellas, la verdad es que empecé a sentir una camaradería inusual.  Cuatro mujeres en esa casa (la mamá y las tres hijas) más dos bebés de seis meses.  Recordé cuando por unos años estuve yo así,  con mis cuatro chicos mayores pequeños...y tan sola.  Cómo me hubiera gustado tener a mis hermanas y a mi mamá viviendo en la misma casa,  apoyando,  acompañandome.  Creo que esto del sistema india de vivir en familias extendidas no es tan malo como creí.

Hablamos también de lo importante de tener hombres buena gente- buenas parejas y buenos papás- dentro de la casa.  Y que sino mejor solas!  No comprendían cómo en América las mujeres se atreven a tener hijos solas, sin pareja o de bancos de esperma.  En India se las comerían vivas- a ellas y a los niños!- me decían.  La gente no pararía de hablar.

Y acordamos lo injusto del "qué dirán".  De cómo vivir la vida genuinamente implica también ser diferente.  Sentí por un instante que podía contar con estas mujeres,  trabajadoras, inteligentes, madres,  tías y abuelas.  La camaradería entre mujeres es tan rara en nuestros países occidentales-  siempre estamos viendo cómo competir una con la otras y peor si hay hombres de por medio.

La hermandad entre mujeres es algo tan importante y sanador.  Los hombres no pueden darnos esa sensación de conexión y amistad entre seres del mismo género.  Así que al fin el masaje de aceite de castor fue mucho más de lo que andaba buscando: alivio para mis músculos cansados.  Fue un masaje para mi alma con mujeres amables y amorosas.

La ceremonia terminó con la entrada al cuarto de uno de los gemelitos, Vishnu. Uno de los bebés más adorables que he visto en mi vida.  Estaban muy preocupadas porque el papá no está presente en sus vidas:  creo que las dejé un poco más tranquilas diciendo que este bebé se notaba que estaba recibiendo todo el Amor del mundo y que con ese amor crecería fuerte y sano, igual que su hermano.

Y me fui de esa pequeña casa que otros considerarían un tugurio pero que yo veo como un palacio de Amor.  Me fui con el corazón lleno en la mañana en Mysore fría y asoleada y una sonrisa grande en los labios.

 Feliz de conocer nuevas hermanas y de compartir con ellas lo importante de la vida- que es lo mismo,  estemos donde estemos.

viernes, 3 de enero de 2014

Reflexiones


El estremecimiento que he experimentado en mi vida desde el 2012 no tiene parangón.   Será por eso que al encontrarme aquí, en mi Mecca,  llevo una calma serena en mi corazón y una certeza de que Dios está conmigo en todo momento y decide cuál es el siguiente paso.  No estoy preocupada ni ansiosa.

Serena,  inexplicablemente serena.

Este año inicia de nuevo en India.  Con India inició y con India termina.  En ese paréntesis he llorado,  añorado,  blasfemado y gritado.  He rezado,  maldecido,  meditado y practicado...cientos de veces.  Estos dos años han movido los cimientos mismos de mis relaciones y he terminado en mi regazo con aquello que realmente me pertenece.

La confusión de muchos momentos ha sido reemplazada por silencio interno.

Como si una niebla se despejara,  no sólo en mis sentidos físicos,  sino en mis emociones,  mis conexiones internas- conmigo misma y con los demás.  Desde ese lugar,  mientras escribo puedo ver,  sentir y casi tocar el árbol al otro lado de la calle que respira conmigo,   ver  agradecida el cielo con la luna creciente sintiéndome una con ella y y respirar,  hondo y profundo,  mi buena suerte.

Buena suerte de tener conmigo a uno de los seres que más amo en esta vida y de ver como sus ojos se iluminan ante la maravilla que es India.  Como si yo misma pudiera ver este lugar por primera vez.  Sabiendo que ya otros muy amados han tenido la misma experiencia y que vendrán muchos más.

Me gustaría retener esa sensación de que todo es nuevo, aunque haya estado aquí muchas veces.   Creo que he encontrado la receta:  share the Bliss.

Será que el amor todo lo transforma?  
Será que la alegría del otro puede ser más profundo y satisfactoria que la propia?  

Nuevas interrogantes. 
Nuevas realizaciones.

La tarde cae en Mysore y mañana practicamos muy temprano.

A saborear la placidez de saberme en el lugar correcto con la compañía correcta, por muy difícil que sea soltar los apegos y las dudas sobre el camino.


miércoles, 1 de enero de 2014

Regalos de India

No duermo un carajo.
Bueno, tres horas y luego,  imposible.

El cambio de horas tiene su efecto.  Sin embargo,  suena la alarma y arriba.  Ariel está igual:  durmió como una horas.  Nos vamos al shala.  El frío de la mañana nos despierta un poquito.    Llegamos casi a las 7 am y Saraswati ya lleva dos horas y media enseñando.  Esta abuelita me sorprende!

Empiezo mi práctica mientras el sol sale.  Llegan dos niños:  tendrán unos 8 o 9 años.  Abren su alfombra,  están bostezando.  Empiezan su práctica:  la conocen.  Me sorprenden gratamente!  Ya puedo traer a Gael! Bueno, tendrá que esperar unos tres años, pero ya puede venir.

Ariel a mi lado está todavía medio dormido.  La voz alerta y fuerte de Saraswati lo termina de despertar. En su inglés indio,  cuesta entenderle al principio.  Pero está feliz porque lo adelanta cinco posturas en la serie.  Todo va llegando.  Claro,  ayer pasó estudiando toda la tarde la secuencia.

Do your practice.  All is coming.

Mientras respiro y me muevo, mi compañera a la derecha está con un verdadero problema pulmonar.  Tose ruidosamente,  nada agradable.  Le envío energía para que se cure,  aunque la verdad me cuesta practicar a su lado.  Por un instante pienso en moverme de lugar.  El pensamiento pasa. Sigo mi práctica.  Veo como uno puede quedarse pegado en la resistencia y o decidir continuar y aceptar lo que es.

Gracias, compañera de práctica de hoy.

Saraswati me ayuda con los backbends con maestría y experiencia.  Me siento tan a gusto en su shala:  más pequeño, menos gente,  más relax.  El Main Shala es una locura.  Pero me toca de nuevo aceptar.  Así que disfruto cada instante de mi semana aquí.  Ya la entrante veré.

A la salida, me espera Ashok con sus pipas.  El "gangi" o carne del coco joven es la mejor comida después de practicar.  Me siento fuerte, despierta.  El dolor de cabeza se fue.  Encuentro a un vendedor de flores mientras camino de regreso al apartamento.  Compro flores para nuestro altar.  Paso por el orfanato y los niños  ya están afuera asoleándose.  "Don´t kill your baby"-bring it to us-  dice el rótulo afuera.  Cada vez que lo leo,  se me paran los pelos.

Todos niños preciosos,  sin papás ni mamás.  Aceptación total de lo que es.  Desearía adoptarlos a todos, darles lo mejor de la vida.  Esta India lo pone a uno contra la pared. Y a la vez,  sé que cada alma tiene su karma y las razones para experimentar esta vida en la forma adecuada.

Ariel me espera en casa con una sonrisa.  Me dice que se siente increíble.  La medicina empieza a funcionar.  Mañana le dan Marichyasana A.

Otro día en Mysore.  Los niños de la escuela cantan recibiendo el Nuevo Año.  Otras vidas,  otros karmas.

Pero los chiquitines del orfanato se quedan en mi corazón.


Yogi Party New Year´s Eve

Bueno,  esto es digno de contarse.

Nos invitaron a una fiesta de Año Nuevo.  Mi querida amiga Elena de Italia alquiló una hermosísima casa para los estándares indios:  nueva,  pisos de mármol,  baños full,  jardín interior,  cocina pro.  Llegamos a las 8 pm ya muertos de sueño.  El jet lag no perdona.  Empezaron a llegar amigos y conocidos y también muchos que nunca había visto antes:  un polaco en pantalones de cuadros a colores y camisa rosada;  una japonesa que se llama Yuki;  italianos por doquier,  rusos,  franceses,  finlandeses,  you name it.  Creo que es la fiesta más internacional en que he estado.

La pasta de la anfitriona empezó a desfilar.  Acostumbrados a una dieta muy frugal,  creo que los yogis estábamos un poco desubicados.  Un amigo de Italia me dijo que él sólo comía fruta,  que había subido cinco kilos y que necesitaba bajar de peso para el Marichyasana D:   Ja ja.  A los diez minutos,  lo ví con su plato lleno de la mejor pasta al pommodoro que he comido en mucho tiempo!

Además de la pasta,  ensalada y para coronar,  el famosísimo Mysore Pack.  El dulce tradicional de Mysore,  una especie de cajeta imposible de describir:  hecha por ángeles.  Después del atracón y como todavía faltaban dos horas para la medianoche- y la mitad de los invitados nos estábamos durmiendo-,  a Elena se le ocurrió invitar a dos amigos a hacer una meditación.

Los dos chicos habían estudiado con un discípulo de Osho, Tyohar,  en Italia.  De hecho,  Tyohar tiene una comuna cerca de Nosara,  en el norte del Pacífico costarricense.  Ya me olí lo que venía!  Las meditaciones son de Osho y bastante movidas.  El problema es que se hacen con el estómago vacío.

Ok.  A meditar!

Pusieron la música,  empezó el movimiento.  La sala estaba muy llena y el equipo no sonaba muy bien. Sin embargo,  la energía del grupo hizo que la meditación fluyera increíble.  Los ashtangis somos bastante estructurados,  pero a pesar de eso fue muy bueno verlos a todos soltar,  bailar, brincar,  reírse.  Terminamos sentados en el piso en silencio,  escuchando a los lejos las primeras bombetas en el cielo indio que anunciaban la llegada del 2014.

Ya un poco más despiertos,  Elena sacó todos los postres.  OMG.  Torta de fresas.  Torta de Chocolate.  Torta India.   Comimos más allá de todas nuestras expectativas.  Y ya casi a la medianoche,  empezaron a repartir las uvas.  Según una tradición que no conocía,  hay que comerse doce uvas antes del campanazo de la medianoche.  Eramos tantos que no alcanzó más que tres para cada uno y un poquito de jugo para brindar.  Casi nos atragantamos comiendonoslas,  pero finalmente brindamos por el Nuevo Año en este lugar lleno de gente tan diversa y heterogénea.

India no termina de sorprenderme.  Estoy segura que esta fiesta transportada a otro país no hubiera sido igual.  Al igual que la brisa india que cálidamente nos refresca,  el aire en este lugar nos pone a todos un poco más suaves,  más relajados.  Más dulces.  La fiesta terminó a las 12:01 am donde todos empezamos a irnos,  listos para dormir.  Para algunos que se acuestan a las 8 am para levantarse a las 3 am a practicar esta era una legítima trasnochada.

Lindo saber que podemos disfrutar lo mismo o quizás todavía más sin alcohol,  tabaco ni drogas.  Creo que esta fue una de las celebraciones más genuinas y tranquilas que he tenido del Nuevo Año en mi vida.  Escribo después de trece horas de sueño,  Ariel y yo caímos como plátanos y ahora, listos para el primer día del año nos aventuramos a las calles indias con una sonrisa en los labios.

Resueltos a vivir cada paso con alegría, integridad y enfoque- nuestras resoluciones de Año Nuevo-, y a permitir que la Vida ponga en  nuestro regazo las experiencias que necesitamos para estar-  indian style- cada día un poco más dulces y relajados.