domingo, 12 de abril de 2015

Recuperar el instinto

El instinto femenino va exactamente en contra del condicionamiento que todas las mujeres llevamos dentro de agradar a otros.

El instinto es ese sexto sentido que nos guía en momentos de duda y confusión.  El que está conectado con nuestra sabiduría eterna y que es nuestra garantía de encontrar en cada situación vital lo que necesitamos vs lo que los otros creen que necesitamos. 

Por esta razón,  el instinto ha sido atacado y degradado,  especialmente en las mujeres como algo peligroso.  Sí,  peligroso porque atenta contra el status quo.  Peligroso porque al cuestionarnos probablemente nos neguemos a continuar hábitos y patrones que no nos hacen bien.  La mujer moderna es un torbellino de actividades:  vivimos presionadas para ser todo para todos.  Recuperar el instinto requiere de mucho valor y una sensación de estar hartas de estar secas,  cansadas,  frágiles, deprimidas,  amordazadas,  avergonzadas,  desempoderadas,  bloqueadas e inertes.  Salir de estos estados requiere ya sea una voluntad de hierro o  pedir ayuda.

Exactamente lo que nos han enseñado a no tener y no hacer.

Por lo tanto, recuperar el instinto va en contra de nuestro propio instinto de preservación.  Se nos ha enseñado desde niñas a ser "nice",  bien portadas y sensatas.  Una niña precoz e hiperactiva se tacha de incontrolable (lo digo por experiencia propia).  Desde pequeñas se nos infantiliza y menosprecia,  con muy pocas excepciones,  tan raras que realmente no conozco ninguna.  Se nos ha tratado como propiedad de los hombres en vez del eslabón hacia el despertar de la consciencia que realmente somos.

Así que es nuestra responsabilidad con nosotras mismas y con nuestras hijas "salirnos" de lo normal.  Aunque se nos tache de "malas",  de "locas",  de "incoherentes".  Por supuesto y en buena hora!  Lo contrario es vivir con hambre del alma,  famélicas en un mundo que pide todo de nosotras y no nos da nada.  Lo que encontramos es porque nosotras mismas lo buscamos.  Así de intenso es encarnar en cuerpos de mujeres.  Hemos vivido como criaturas escondidas,  reprimiendo nuestras canciones y usando tacones altos y maquillaje para agradar a no sé imagen tergiversada de quién somos.

Triste y patético a la vez.

Las palabras regresan a nosotras cuando reclamamos nuestra alma de vuelta.  Por eso que escribo.  Porque hay una voz que calló por más de cuarenta años y mi espíritu siente ahora la libertad de decir lo que le dé la gana.  Lo que piensen los demás no importa.  Es una faena personal que de alguna manera toca otras almas que vibran a la misma frecuencia.  A otras las detona.  Pero el resultado está más allá de mis manos.  Sólo sé que los temas vitales son los únicos que realmente me interesan en esta etapa de mi vida:  el Amor,  la práctica espiritual,  la familia,  el fuego creativo y el camino de lo Femenino que apenas estoy empezando a recorrer.

Los temas del alma no se resuelven amoldándonos a una forma aceptable definida por una cultura ignorante.  Se resuelven armándonos de valor para decirle a nuestras parejas que necesitamos tiempo solas.  Tiempo lejos de nuestros hijos para nutrirnos y recordar quién somos.  Tiempo con nuestros maestros y maestras.  Tiempo,  sólo tiempo.  El tiempo que nosotras mismas rendimos pensando que así seríamos eternamente amadas.  En vez de volver nuestros ojos hacia adentro,  saber primero quién somos y qué hacemos aquí y luego, desde ese lugar nuevo,  dar sin miedo.  Sin expectativas ni apegos.  El verdadero dar,  el que no depende del agrado de los demás sino de una convicción profunda de su inevitabilidad al realizarnos.

Recuperar el instinto significa a veces un tiempo de soledad inevitable mientras lo de afuera se adapta a nuestra nueva perspectiva.  Significa ahondar en esa hambre del alma y tocar una puerta de memoria a nuestra parte salvaje,  absoluta e innegable. Cuando digo salvaje no me refiero a excesos ni extremos de ninguna clase.  La energía femenina sin control es algo más bien muy triste y patético. No.  Me refiero a una mujer conectada con la fuerza de vida,  relación que hasta ahora yo misma he encontrado difusa porque nadie me la enseñó.  La palpé con dificultad en pocas mujeres que he conocido,  pero realmente hasta ahora puedo decir que entiendo esa parte mía que durante tanto tiempo tuve domesticada e incomprendida y a quién extrañé inefablemente llorando por las noches y confundiéndola con parejas,  profesiones equivocadas,  amores mediocres y soledad amarga.

La línea Alfa Matrilineal es una línea de poder con sabor a lo salvaje.  Podemos accesarla en nuestros cuerpos, en nuestros embarazos, lactancias,  crianza de lo hijos,  relaciones de amor,  jardines y pasiones.  Es un destino para algunas de nosotras, ojalá cada vez para más.  Las visiones de una vida plena nacen de ella teñidas de belleza y dolor por doquier.  Está en la música,  la danza,  el llanto,  la poesía y los sueños.   Está del otro lado de esa mujer asustada,  sin dirección,  llena de dudas y ansiedad que somos y pronto dejaremos de ser.

Cuando nuestro cuerpo colapsa es un excelente momento para reencontrarla.  Cuando el que "era"  nos deja,  es el momento perfecto para recuperarla.  En ese vacío de la transición,  la mujer restablece su territorio,  reencuentra a su camada y comprende qué significa habitar este cuerpo con orgullo y dignidad.  En esos momentos donde todo lo de afuera es insignificante para llenar ese hueco negro,   la consciencia e intuición emergen,  la fuente de todo:  de la vida y la muerte,  del gozo y la realidad.   Pero hay que pasarlo,   con fuerza y fe hay que atravesarlo casi como un anillo de fuego que va a quemar todas las ilusiones de que "algo" lo llene,  de que "alguien" lo provea.  Sólo cuando entendemos que somos vehículo y destino de nuestra búsqueda es que la encontraremos de vuelta.

Hay una epidemia de mujeres tan tristes que se enferman.   Mujeres bellas en todos los sentidos que sucumben a tumores,  infertilidad y ambivalencia.  Esta es una invitación para vos que me estás leyendo a saber que no tenés que vivir más así.  Hay otra vida y es posible para todas.  Sólo necesitas un deseo ardiente de ver,  de abrir tus ojos.  Y todo lo que anhelas se irá manifestando.  Pero necesitas el valor de decir:  " lo tomo".

A tu alma femenina,  a tu ser verdadero.
A la Fuente que somos.
Al Amor.
A la Luz.

A la Fe.


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