miércoles, 19 de febrero de 2014

Volver a empezar

Me escribe gente de muchos lugares del mundo y me cuenta que de algo les sirve lo que escribo.

Decía Hemingway que para escribir con profundidad lo único que hace falta es tener la valentía de escribir la verdad.

Hoy llegué a mi mat arrastrándome,  en lágrimas sollozando.

Ese espacio amoroso siempre me recibe sin juicios,  en silencio.  Hice mi práctica con un agradecimiento tan grande:  de no estar esa alfombra ahí probablemente hubiera salido a la calle con la energía desubicada o peor de todo,  se la hubiera pasado a mis bebés y a mis amigos.

Now i know better....

Nuevamente,  mi alfombra fue testigo de un bache en el camino.  Uno más entre los muchos que he pasado y  los muchos que vendrán.  Y en ese compás efímero y tan corto que es la vida,  mi alfombra permanece como mi santuario.   El lugar para soltar y recargarme de las olas  y curvas inesperadas.

Hoy llegó a su fin una relación de muchos años.  Tuve innumerables señales en el camino de que era tiempo de move-on.  No sabía exactamente cuándo sería el día.  Ese día llegó.   El desenlace de un rompimiento siempre es doloroso.  Pero como leí ayer en un post muy sabio- palabras por cierto que mi abuela siempre me decía:  es mejor un final horroroso que un horror sin fin. 




La tarde de verano muestra sus colores diáfanos:  un cielo azul eléctrico cubierto por unas cuantas nubes grises y mucho sol.  Se fue la luz en mi casa todo el día así que me vengo a un café a pensar y escribir.

Cuántas veces en la vida realizamos que cada final es un nuevo comienzo?  Casi nunca.  Siempre me he enfocado en lo que pierdo en vez de lo que inicia.

Hoy decido probar lo nuevo.

Cada final es la oportunidad que nos da la vida de volver a empezar.   Igual que llego a mi alfombra y la observo como si fuera la primera vez:  cálida y fuerte al mismo tiempo, inmóvil y receptiva.  Llena de espacio.  Abierta a quién soy y cómo estoy cada día en mis debilidades y fragilidades.

Mi alfombra observa mientras las lágrimas caen sobre ella y la mojan.  Al final de mi práctica soy un mar de agua por todo lado.  Termino mi práctica recordando las palabras sabias de mi maestro:

Todo viene...

Y me pregunto qué es lo que vendrá par mí de hoy en adelante.  Me llena un sentimiento de alegría y emoción por lo que sea que la Vida me tiene reservado, como cuando estaba pequeña y mi abuela me llevaba al mercado.  Cada ida al mercado era un maravillarme continuo antes los colores y la gente.  La comida y los rincones.  En mi pequeño tamaño recuerdo muchas piernas y pies,  pero también recuerdo el sabor de los helados de sorbetera y el aroma de las tortillas y bizcocho recién horneados.

En mi pequeña figura de cinco años ya sabía qué se siente estar segura y protegida de la mano de un ser amado.  Confiando en que cada paso que daba estaba siendo cuidada y amada.

Tengo que decir que hoy me siento así de nuevo.  Y que puedo observar el mundo sin miedo, con la anticipación generosa de una vida que está lista para sorprenderme...

... a la vuelta de cada esquina.

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