lunes, 10 de febrero de 2014

Epifanía a las tres de la madrugada

3 am.

Me despierto por el jet lag y no puedo volver a dormirme.
Es demasiado temprano,  ni loca practicar a esta hora!

Después de un rato de divagaciones sin sentido,  me levanto.

Empiezo mi práctica en el shala vacío.

Extraño a mi maestro.  Extraño la camaradería silenciosa del shala en Mysore. Extraño a mis amigos, a mi esposo....extraño a mis estudiantes que vienen a practicar a esta hora.  Extraño a mis hijos grandes...

Ay,  cómo me duele la espalda!

Encuentro una lámpara de sal para los Open Studios.  Ilumina un poco más que las velas y al mismo tiempo, su luz es cálida y suave.  Enciendo un poco de incienso y se lo ofrezco a mis maestros.

Surya Namaskar 1.

Afuera todo es silencio.  El viento agita los árboles gigantes frente a mi casa.  Arboles plantados por mi padre cuando yo era muy pequeña.  Compañeros de camino,  ahora los únicos compañeros en esta madrugada.

Mientras practico,  me vienen imágenes de India,  caras conocidas y queridas,  conversaciones,  realizaciones.  Qué importante es este espacio de práctica para decantar la vida!  Hoy reinicio el frenesí cotidiano de mi vida en familia:  niños que levantar,  alistar y alimentar,  llevar al kinder,  enseñar,  resolver el día a día,  no dejarme atrapar por el corre corre de esta ciudad.

Mientras practico,  todo eso se siente tan lejano.  Como la vida de alguien más.

Y de pronto,  en el Ardha Matsyendrasana,  algo me golpea por dentro.   No puedo explicarlo.  Sólo siento que los ojos se me llenan de lágrimas.  Algo me alcanza,  algo muy antiguo, de muy atrás.  Tiene que ver con una ansiedad camuflada de estar presente,  totalmente presente en el aquí y el ahora.  No lo busco,  llega.  No lo sabía hasta esta madrugada.  Me doy cuenta de que estoy aquí en esta vida,  totalmente sola,  totalmente viva.  No hay ninguna distracción.  Sola con mi cuerpo,  mi espíritu.  Sola y a gusto.  Sola y sin miedo.  Las lágrimas brotan:  ya no tengo que correr a ningún lado. Puedo relajarme.  Puedo estar aquí.  No hay nada allá afuera que pueda tocarme.  Estoy a salvo.

Estoy. Soy.  Respiro.

El instante de epifanía pasa.  La mente entra en el lago cristalino de una paz nueva.  La práctica es dura a nivel físico: veintrés horas de vuelos y aeropuertos dejan su huella.   Normalmente hago la Segunda Serie en una hora:  hoy me toma dos.  Termino cuando los pajaritos se están levantando.  El nuevo día se anuncia.

Es un nuevo día en San José.  Mis enanos ya están despiertos.

Es un nuevo día para mí también.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.