martes, 4 de febrero de 2014

Cuando el alma está lista

Hemos estado en este mundo dando vueltas por muchas vidas,  más de las que recordamos.

Dicen aquí en India que nos imaginemos una montaña muy alta y un pájaro con una seda en el pico.  El número de veces que el pájaro tiene que tocar la montaña y gastarla con la seda hasta que no quede nada es el número de veces que hemos dado vueltas por aquí.

En India se habla de las Yugas,  millones de años que tienen una energía específica.  Estamos en el Kali Yuga,  una época de oscurantismo a nivel espiritual.  Hay muchos obstáculos,  es muy complicado mantenerse enfocado.  Es todo un reto para nosotros,  seres humanos de estos tiempos modernos,  voltear nuestra mirada hacia adentro.

Cuántas distracciones.

Por eso es que cuando un alma hace el "click" me siento tan afortunada de ser testigo.  No sé qué karma tendrán los jóvenes que vienen a India a temprana edad,  pero sí sé que son almas sabias y amorosas.  Qué hubiera dado yo porque alguien me mostrara esta visión de la vida más tempranamente,   esta forma de vivir lejos del condicionado bienestar occidental y sobre todo,  el Yoga.

Cuando sea que uno encuentra esta práctica encuentra tantas bendiciones.  Pero decía un maestro querido- que por cierto, ya no está en este mundo-,  que si uno lo encuentra a temprana edad encontró una mina de oro.

Mientras empacamos,  lavamos ropa, limpiamos el apartamento y botamos cosas,  reflexiono con mi hijo sobre el impacto de este viaje.  Ya sé que su vida no será nunca la misma: sé que en sus momentos de soledad tendrá un punto de referencia.  Con su sensibilidad,  no me extrañaría que decida regresar muy pronto.  Hay algo en India que nos llama directo al alma. Y una vez que hemos escuchado ese llamado,  es para siempre.

Regreso con mi corazón adolorido por la ausencia de mis seres queridos.  El stretch interno que significan para mí estas separaciones duele mucho.    El precio que tengo que pagar por seguir mi camino es bien caro.  Y todos tenemos historias que contar sobre la determinación que requiere ser fiel a uno mismo.  Pero siento que esta vez ha valido la pena,  más que por mí por el impacto en su vida.

Le digo a Ariel que nos vamos pero no nos vamos.    Ya se abrió una ventanita que no se va a cerrar tan fácilmente.  Quién sabe:  tal vez en el futuro India sea para él sólo un recuerdo.  O quizá,  sólo quizá,  haya recibido algo que llevará en su corazón hasta el último día de su vida.

Como me pasó a mí.

Si hay una imagen clara en mi mente es la de mi cuerpo caminando por las calles de India en éxtasis,  canas en mi cabeza,  mi cuerpo más liviano y una sonrisa en los labios.  No sé cuándo llegará esa visión futura, pero sé que quiero pasar más tiempo aquí.  La vibración de este lugar me hace sentir en casa.  Aunque Gokulam sea una especie de California un poco artificial para mi gusto,   mi escuela hace toda la diferencia.  Es importante aventurarse fuera del perímetro seguro de este barrio occidentalizado.   La India de allá afuera tiene muchas lecciones para darnos:  la alegría de la gente a pesar de las limitaciones económicas,  la devoción del día a día y la calidez humana.  También enseña a domar la paciencia y a comprender los cambios de planes inesperados.  Saca a menudo resistencias e incomodidades que todos en Occidente estamos acostumbrados a esconder.  Nos pone el caos de la vida en la cara  y nos abofetea con nuestros intentos vanos de controlar.  Nos enseña a ser amables- a veces, a la fuerza.

India toca el alma si uno está listo.
Dicen que cuando uno está listo el maestro aparece.

Y sí,  Ariel estaba listo y el efecto se verá más adelante.
Aunque en realidad,  tengo que decir que lo estoy viendo desde ahora.


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