miércoles, 24 de julio de 2019

Iluminati a Roma


Estoy en Roma.

Hoy fue tan emocionante llegar y pasar por mi Universidad.  Hace años viví en esta ciudad y fue el comienzo de un lento pero eficaz proceso de abrir mis alas.  Fue el primer viaje que hice sola fuera de mi país.  

Estaba aterrorizada.

Viví en Roma por varios meses y la experiencia fue una de las más ricas y poderosas en mi despertar espiritual.  No que estuviera interesada en ningún despertar,  al menos conscientemente. Entonces no había internet y sólo escribía cartas a mi familia.  Mi trabajo en la Universidad me mantenía ocupada,  además de la amistad de muchos otros abogados latinoamericanos que también habían venido a Italia a estudiar con becas del gobierno italiano, mis amigos italianos y toda la novedad y aventura.

Tengo que agradecerle a uno de mis maestros en la Facultad de Derecho el proponer mi nombre y además,  su apoyo incondicional.  Sé que gracias a sus enseñanzas que hoy veo hacia atrás con admiración,  es que empecé a descongelarme en una sociedad que aniquila los sueños de las mujeres sin piedad.

Su consejo me invitó a ir más allá de las cuatro paredes de mi país.  A aventurarme al otro lado del mar a la Ciudad Eterna.  

Mañana la visitaré de nuevo:  ansío caminar sus calles y fuentes,  recorrer sus puentes y admirar el Tíber.  Reconocer viejas calles en Trastevere y regresar a trattorías amadas.  Quiero echar de nuevo las monedas en la Fontana di Trevi,  caminar por la Piazza del Popolo y Villa Borghese y recorrer de nuevo las calles que me llevarán a Trinitá dei Monti y la Piazza Spagna.  

Ahí donde estudié durante muchos meses.  
Ahí donde me empecé a metamorfizar.

Una mamá joven,  con dos niños pequeños sin camino personal.  Una mujer insegura,  asustada,  tímida y apocada.  Era sólo una adición más a una familia poderosa,  donde era sólo un punto anónimo que pariba.  Anhelaba encontrarme pero no sabía cómo.  Sólo sabía que no podía permanecer encerrada en una rutina que sólo me veía como una pieza más en el engranaje de un linaje que no era el mío.

Tenía que crearlo.  Tenía que aventurarme.  Una sed poderosa dentro de mí me impulsaba a ir más allá de los lugares comunes.  Algo que continúo haciendo y haré hasta el final de mis días en este cuerpo.  

Podría haberme quedado,  sí.  Muchas de mis amigas me creían loca.  Según sus parámetros,  había alcanzado el máximo de mis posibilidades.  Estaba casada con un hombre de una familia renombrada y mucho dinero más dos niños preciosos y perfectos.  

Y aún así,  tanta pero tanta soledad y desolación internas.

Roma llegó a mi vida en un momento de mucha incertidumbre y me dio todavía más.  Lo hermoso es que en Roma me sentí libre y creativa y por casi un año,  cultivé mi pasión personal en ese entonces,  el Derecho.  Leí en latín,  diserté en italiano.  Aprendí la lengua y conocí muchos amigos,  algunos de ellos todavía presentes y importantes en mi vida.   Extrañé mucho a mi familia,  sí,  pero parece que ya ese ya era mi karma desde entonces. 

Añorar de lejos a quiénes amo para poder hacer mi camino.

Mi camino me ha llevado por todo el mundo.  Hoy aquí de nuevo en esta ciudad milenaria,  comprendo eso que todos los caminos llevan a Roma, sí.  Hay una sincronicidad que sucede en mi vida cuando pongo los pies acá.  He regresado en múltiples ocasiones después de mis estudios.   Volví embarazada de Ariel, mi tercer hijo,  con el corazón destrozado después de una visita a Israel.  Volví también a correr una maratón completa hace diez años,  intensa y dolorosa por el empedrado de la ciudad que casi me destrozó mis rodillas.  

Todavía dudaba de mi dirección en la vida. 

Y hoy,  vuelvo en un momento en que fluctúo constantemente entre el éxtasis de compartir quién soy y lo que amo con una añoranza muy fuerte por lo que fue.  Una nostalgia que cada vez se difumina más en el tiempo en una hipérbole de sentimientos encontrados hacia un país lejano que ya no es mi hogar. 

He creado a través de mis decisiones una vida imperfectamente perfecta pero mía.    La he creado lejos de aquellas compañías que no son conducentes ni solidarias.  La he creado con  fe y esperanza en que mi pasión es también mi sanación y la de muchos otros y que mi dharma me pidió más que a muchos otros porque tengo algo que compartir con el mundo.  

Me faltan mis niños, sí.  Pero estoy creando un nido para recibirlos cuando llegue el momento.   Es un nido que nace de un profundo deseo por el despertar-  por nuestro despertar como seres que decidimos encarnar en grupo.   Un nido para recordarles quién son en verdad.  Es un nido hecho de lágrimas y pétalos; yoga y meditación;  conocimiento y verdad.  El origen de esta vida localizado en India,  la cuna y origen de la espiritualidad mundial.   La impermanencia y el sufrimiento del apego su base firme y el amor que crece y se expande lo que lo mantiene unido.    

Un nido,  una invitación abierta al llamado de libertad que depende sólo de una cosa: Ser.  

Ser Amor.  

Ser ellos.  Ser profundamente ellos. 
Ser profundamente yo.

Roma es Amor.  

Roma es historia,  fuerza y nobleza.  Es la Ciudad Eterna,  al igual que son eternas mis quimeras personales y mis sueños.  Al igual que se decanta mi vida y queda un néctar ámbar de resiliencia y fe ante los obstáculos. 

Roma me abraza de nuevo y yo me dejo.  

Sé que me dice desde ya 

¨Sos eterna...  igual que yo.¨



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