lunes, 16 de febrero de 2015

Todo cae por su propio peso

Desvelada pero feliz,  termino mi lunes en calma,  mientras Theo aprende a jugar jaxes y Gael me pregunta sobre la diferencia entre comida buena y comida chatarra.

Mis niños tienen el poder de enfrentarme a mis propias verdades.  Theo es impaciente y quiere todo ya.  Puedo identificarme totalmente.  Gael es analítico y me dice cosas muy profundas para sus siete años.  Me dice cosas como Fulano siempre llega tarde o Zutano casi siempre miente.  Sus observaciones me iluminan y siempre estoy dispuesta a escucharlo.

Hoy discutimos sobre su idea de pantalones.  Le expliqué que usar pantalones muy tallados no era bueno para su salud ni su apariencia.  Concluimos que su idea de pantalón ideal es flojo arriba y tubo en las piernas.  Todo esto después de su clase de natación.  Fuimos a comprar un batido a una tienda orgánica y salió feliz entendiendo la diferencia entre unas papas de McDonald´s y una bolsa de pistachios.  Sus preguntas me alegraron el alma, tanta inteligencia en alguien tan pequeñito.

Los niños están llenos de sabiduría si uno está dispuesto a escucharlos.  Mientras escribo afuera la brisa sopla cálida después de un día caluroso de verano en mi país.  Mi día ha sido muy satisfactorio, a pesar de las vicisitudes del diario vivir.  Observo como mi consciencia tiene ahora una preferencia por los espacios tranquilos,  la compañía interesante y sensible y por supuesto, mis niños.  Mi mundo se reduce en este momento a mi enseñanza,  mi pareja y mi familia.   Amigos del alma y pare de contar.

Veo mi vida hacia atrás y rescato aquellas personas que me han tendido su presencia incondicional,  su amor genuino y su amabilidad constante.  Todos me han marcado,  todos ocupan un lugar en mi corazón.  Siento que uno atrae la gente con nuestra misma vibración:  debo estar vibrando muy alto porque sólo gente linda tengo cerca.  Algunos insisten en forzar su presencia pero es en vano:  tengo en este momento una certeza total sobre a quién quiero en mi vida y a quién no.  Será este el discernimiento sobre que hablaba mi maestro.  Mis días transcurren sin mayores conflictos e intento hacer caso omiso de todo lo que intente sacarme.   Mi práctica y enseñanza me sostienen en un lugar de gratitud infinita.

La noche está aquí y ya es casi hora de ir a la cama.  En estos momentos,  todos nos acostamos al mismo tiempo en la casa.  Ritmos naturales en armonía con el sol y el cuerpo se siente contento,  sereno y dispuesto.  Me empieza a dar sueño,  mañana de nuevo madrugamos.  Vienen muchos a practicar y todos ya están listos desde hoy,  todo anticipando la magia de la práctica de mañana.  Una práctica que será única: nunca habrá una igual en el resto de mi vida.   Los que venimos,  lo que traemos por dentro.  Unica e irrepetible.

La vida transcurre en una armonía secreta con el fluir de la Gracia.  Será esto lo que he buscado toda mi vida?  Una consciencia perenne de que todo está bien,  a pesar de las disonancias.  Una certeza de que estoy en el lugar perfecto,  en la compañía perfecta y que aquellos que he dejado atrás pertenecen a mi historia,  solamente.  Algunos con nostalgia,  otros con alivio.  Pero todos parte de una historia de un ser humano más en crecimiento y aprendizaje y evolución.

Theo saca el mat y empieza a hacer posturas.  Me comenta que todavía no es muchacho pero tampoco hormiga.

Está en ese lugar en medio,  en esa transición.

Igual que yo, por supuesto.
Cada día de mi vida.


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