miércoles, 11 de febrero de 2015

El poder de la disciplina

Empezamos las prácticas de madrugada de nuevo esta semana.

Me despierto con la alarma.  La casa oscura,  todos duermen.  Afuera se escucha el viento solamente. Voy al baño, me alisto.  Sé que Margarita viene en camino desde Heredia.  Le agradezco el esfuerzo de levantarse tan temprano y venir desde tan lejos.  Igual que Victoria que viene más tarde desde Cartago y Lara desde Atenas.  Afuera la ciudad duerme,  el silencio es perfecto para ir hacia adentro.

La hora más sagrada para practicar donde el mundo duerme y sólo los un poco locos estamos despiertos.  Escucho el motor del carro y los pasos en la acera.  Margarita entra y empezamos.  Sólo el sonido de la respiración y los sonidos en la alfombra en un salón iluminado por velas.  Se siente como una cueva,  como un útero,  como un lugar mágico.

El día comienza a iluminar.  Los pájaros,  más vehículos.  Voces.  Aquí adentro ya estamos fluyendo. Ya la mente ha dejado atrás todas las excusas,  los por qué no puedo,  no quiero,  me duele,  etc.  Simplemente hacerlo.  Llegan tres más,  todo transcurre en silencio.  A esta hora tan de mañana el cuerpo se resiste,  la mente se sostiene.  La respiración cura,   el prana alivia.  No hay mejor medicina.  No hay mejor forma de iniciar este día.

Escucho las voces de mis niños.  Los están alistando para la escuela.  Risas,  gritos,  el jolgorio maravilloso de una casa con pequeñitos.  Se van y bajo a despedirme.  Siento tanto amor y pienso en Gabriel mi muchacho que hoy cumple 17.  Hace diecisiete años no imaginaba estar hoy aquí.  Esto del Yoga es como un milagro.

Son las ocho y llevo tres horas y media despierta,  llegan más estudiantes:  Juan viene de Alajuela, Claudia de Santa Ana,  Beatriz también de Heredia.  Rosina llega después de sus labores como madre.  A esta hora vienen los estudiantes y madres y padres de familia,  ya dejaron a sus niños en la escuela y vienen por un rato de paz para ellos mismos.  Espacio esencial y necesario en medio de la vida del householder.  Algunos vienen y se van directamente a su trabajo.  Otros a la universidad.  Todos compartimos un mismo anhelo:  estar más serenos y centrados en nuestras restantes 22 horas de hoy 11 de febrero del 2015.

Hoy Matías no fue al kinder,  estaba con dolor de estómago.  Así que a media práctica entra al shala y se queda con nosotros jugando tranquilamente.  Tener a un bebé cerca nos pone en contacto con ese ser inocente y puro que todos llevamos dentro.   Se acerca a una estudiante y le sonríe,  los presento.  El Mysore fluye con niños,  sonrisas,  a veces hasta chistes.  Somos amigos,   somos compañeros de camino.  Todo está expuesto y al mismo tiempo,  somos una manifestación anónima de la fuerza de vida,  cada uno de nosotros.    Aquí todo sale,  lo viejo poco a poco drena sus tentáculos ante la maravilla de la energía nueva.  Nos renovamos,  nos acompañamos en esta transformación tan personal e íntima y a la vez tan comunitaria y conjunta.

Mañana de nuevo.  Y al día siguiente.  Y muchos días más,  ojalá.  Cada día es una aventura,  cada respiración una forma de agradecerle a Dios el tenernos aquí con vida.  Levantarse temprano es un éxtasis si lo ofrecemos a la Energía más Grande.

Termino de enseñar.  Todo queda en silencio.  Después de limpiar,  el shala queda listo para mañana.  Otro puñado de almas dispuestas a ir más allá de lo cómodo,  a no dejarse abatir por las excusas y a dar su mejor esfuerzo.

Juntos.  Entregados.

Quién más?


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