viernes, 2 de mayo de 2014

Hombres nuevos

El no tenía pretensiones de ningún tipo.
No le preocupaba como se veía,  aunque siempre andaba limpio y ordenado.

No le preocupaba su imagen, tampoco lo que la gente pensara o dijera de él.  No lo necesitaba.  Su energía vital era tan potente y a flor de piel que lo llenaba todo.

Un ser sereno y transparente,  dispuesto a salirse de sí mismo para ayudar a quién lo necesitara.  Vacío de ambiciones.  Genuinamente él.

No había sido fácil llegar a este momento vital.  Su vida había fluctuado entre el afán de encontrar nido y el deseo profundo de volar.  Disyuntiva complicada cuando de relaciones se trata.  Algunas almas no estamos cómodas en relaciones que nos asfixian y el efecto es romper,  irnos lo más lejos posible.  Nos cuesta enfrentar.

Su práctica espiritual lo recibió con los brazos abiertos.  De hecho,  la falta de drama le dejó un montón de tiempo físico y energético en sus manos.  Supo aprovecharlo.  Podría haberlo malgastado en amistades vacuas,  lugares atiborrados de gente sin rostro o simplemente,  evadiéndose.  Pero hizo precisamente lo contrario: se quedó solo.  Fue hacia adentro.  Se negó a doparse.

Quiso conocerse.

Me reencontré con él después de muchos años de habernos conocido.  De hecho,  lo recordaba más bien pequeño y frágil.  Había crecido?  Su cuerpo había mutado a un armazón sólido y estable.  Su paso era más pausado.  Su voz melodiosa y su sonrisa más franca-  sonrisa sincera de no todo el tiempo.  Y su risa venía de un lugar de gracia y conexión.  Eso fue lo que más me llamó la atención.

Este hombre cambió mi panorama sobre la raza masculina.  Acostumbrada por mi crianza a buscar hombres semejantes a mi padre- en apariencia fuertes,  en control y hasta un poco tiranos,  él rompió muchos de mis conceptos sobre la masculinidad.  Un hombre puede ser suave y fuerte al mismo tiempo,  como un sauce.  Raíces profundas en su práctica espiritual,   mirada que va primero hacia adentro y luego sale al mundo a compartirse.  Sin ánimo más que de escuchar al otro sin prisas.

Y así entendí que mi visión parcializada de los hombres,  teñida por ex-parejas sesgadas al padre,  era sólo eso.  No podía perder la fe.  No podía generalizar que mis decisiones pobres equivalían a una decepción completa sobre la otra mitad de la raza humana.  No.  Hay hombres distintos,  nuevos, especímenes que rompen con mis patrones de qué tiene que hacer un hombre para hacer feliz a una mujer.  Genética que se rebela ante la imposición machista y dominante de una sociedad enferma.

Seres de luz envueltos en músculos grandes y pelos en la cara.  Energía contenida en corazones abiertos  llenos de mística por los demás.

El rompió mis conceptos sobre lo que significa ser hombre.  Pude ver más allá de mi promontorio limitado y chiquitito.    Comprendí que el Amor suaviza y tiñe de ternura los pasos firmes de un hombre.  Y que con con la misma fuerza que me alza de un backbend puede abrazar a un bebé.

A todos los hombres así,  mi corazón los saluda.  Ustedes son la esperanza de una sociedad nueva.  A todas la mujeres que leen esto,  apreciémoslos y valorémoslos.  El esquema machista dice que no calzan.  Qué bien que no calzan.  Calzar en ese patrón es inadecuado para el alma de la humanidad.  Un hombre sin corazón es una cáscara vacía sin semilla que  compartir,  por más viril,  musculoso y macho que parezca.

Fe en que estos hombres guiarán a otros hombres pequeñitos con su presencia y profundidad a través del ejemplo,  la única enseñanza válida de vida.    Y que nosotras las mujeres los observaremos con gratitud de saber que ya no tenemos que protegernos.

Que estos sí nos pueden cuidar.

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