viernes, 9 de mayo de 2014

Recién nacida

Mientras practico, el sudor chorrea por mi cara.  La bincha del pelo está totalmente empapada.  No puedo ver bien. Pero siento a mi maestra de pie junto a mí.  Me está cuidando.  No me toca físicamente pero se vuelve mi ángel guardián.  Aguarda hasta que tome un pequeño descanso de los balances de brazos,  proeza inenarrable que todavía no entiendo muy bien:

"Hot, isn´t it?"-  me dice con una sonrisa de complicidad.  Ha pasado,  igual que estoy pasando yo,  por el fuego de la Tercera Serie y entiende la intensidad.   No sólo en mi práctica de yoga,  en mi vida,  en mi corazón.

A la Tercera Serie le llaman el Sthira Baga en sánscrito,  la fuerza de Dios. Dicen que cuando uno inicia esta serie todo lo que está falseado en nuestras vidas se va.   Dios no se conforma con menos del todo.

La presencia amorosa de mi maestra me protege y me impulsa.  Han sido días oscuros y fríos las últimas semanas.  Sin embargo,  me enfoco en esta respiración,  en el calor del cuarto y en la gente que me rodea. Me siento tan privilegiada de estar en compañía de estos elefantes blancos.  Maestros de décadas que como ríos de sabiduría confluyen en un mismo lugar para mi deleite personal.  Para hacerme sentir a mí y a muchos otros parte de un hilo común.

Escojo permanecer quieta en mi mente.  Estoy descubriendo duramente la realidad del dolor en este plano,  pero a la vez me doy cuenta de que tengo poder de decisión sobre mi reacción ante él.  Puedo quedarme pegada en el pensamiento doloroso y sentir como la ola me revuelca.  O puedo escoger observarlo e intentar no reaccionar,  esperar a que pase y tomar una respiración profunda.  El pensamiento pasa,  siempre pasa.   A veces me revuelca, no puedo negarlo. Es como el amante celoso que de alguna forma trata de captar de nuevo mi atención.

A pesar de la intensidad de las series,  me relajo.  Me dejo llevar.  Los músculos duelen,  el cuerpo tiembla.  "Estabilidad"- escucho la voz de mi maestro en India explicándonos el sentido del asana en Yoga.  "Ecuanimidad".  Aspiro a eso,  me siento a veces tan débil- pero aquí en mi alfombra me siento fuerte.  Decidida,  conectada.  El miedo desaparece, incluso cuando tomo mis talones sobre la cabeza y los acerco al suelo.  La que nunca pensé que podría hacer llega,  la que más miedo me daba,  llega en el momento más inesperado y perfecto:  y cuando la Gracia te toca,  no hay más que rendirse.

Rendirme me ha tomado tiempo.  He tenido que experimentar la amargura de la decepción,  propia y ajena. Probar el sabor de las mentiras y la falta de autenticidad.  Y todo eso me ha servido para saber qué no quiero hacer en mi vida.  Cómo mis palabras e inconsciencia pueden herir a otros inútilmente.  Escojo estar presente con mi luz.   Escojo hacer mi trabajo espiritual,  intentar ser verdadera,  diligente y estable en mi práctica.   Escojo la luz con su expansión y espacio.  Libertad que cultivo todos los días en mi mat con la intención y propósito claros de trasladarla a mi vida.

Y busco la suavidad y la fluidez en medio de lo desconocido.  No quiero regresar nunca más a ese espacio de rigidez mental que me coartaba la vida y me reducía a la mitad de la existencia.  Orgánica,  vital,  poderosamente abierta a esa realidad tan clara de que no tengo tiempo que perder.

El yoga es lo opuesto al miedo.  Y en mi camino a ese lugar de serenidad escojo dejar atrás todo lo que me cause tensión,  ansiedad y esfuerzo innecesario.  Sé que Dios pondrá en mi regazo, como lo ha hecho esta semana,  mi próximo paso con delicadeza y ternura.

Recuerdo con alegría las siete veces que la vida me ha dado el privilegio de sostener en mi pecho a un recién nacido.  Recuerdo el olor,  sus cabecitas tibias todavía mojadas.  La fuerza de la vida fresca que Dios me ha dado el inmenso regalo de traer a este mundo.  Sé por experiencia que necesito sólo dos cualidades para sostener a un recién nacido:  firmeza para que no se caiga de mis brazos y la ternura más absoluta.  Receptiva y tierna a esa vida que se abre y que me deshace el corazón de amor.  Magia pura con fuerza,  vibrante y presente pero al mismo tiempo confiada.

Y me aventuro a sostener a esa recién nacida que hoy se aventura por primera vez a su nueva vida.  Que sabe  que hay Algo más Grande y pleno de Amor Absoluto que no permitirá que me aparte de nuevo del sendero que escogí.


Confiada en que este momento es perfecto,  más allá de lo que mi mente pueda decirme.



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