martes, 11 de junio de 2013

Garuda

Hoy recibí la noticia de la muerte de alguien cercano y querido.   Un guerrero de esos anónimos que,  sin embargo,  me tocó con su presencia auténtica.

Siento el dolor de la pérdida y su ausencia me pone a meditar sobre otra de las cualidades del guerrero.

Este guerrero que ayer voló al cielo manifestó en vida mansedumbre y enfoque.  Le tocó sobrevivir la Segunda Guerra Mundial en Europa,  perdió a sus seres queridos en la guerra,  tuvo hambre y frío a muy corta edad y a pesar de semejantes vivencias rehizo su vida aquí en Costa Rica,  al otro lado del mundo.

Este guerrero poseía la fuerza y poder de no claudicar.  Tuvo que dejar ir cualquier esperanza al enfrentarse a la crudeza de Hitler y desde ahí,  se disipó su miedo.  Si uno desea algo con demasiadas ansias,  cuando no sucede se siente defraudado.  Pero si sucede,  entonces hay una sensación de satisfacción,  más allá de la duda.  Conoció el valor de la vida a través de la muerte.  Este señor tenía esa majestuosidad que se sentía tan real porque había surgido de las trincheras más frías y del miedo más lacerante.

Nunca tuvo intención de medirse con nadie.  Incluso cuando topaba con gente que podría haberlo hecho sentir amenazado,  siempre desplegó su señoría y gentileza.   Se sentía relajado incluso en la presencia de supuestos enemigos.

En mi práctica de Yoga,  estas cualidades las ejemplariza Garuda,  el águila tibetana que tradicionalmente se conoce como el Rey de los Pájaros.  El Garuda nace ya adulto de su huevo e inmediatamente se remonta a las nubes en pleno vuelo.  Abre sus alas gigantes,  más allá de cualquier límite.

Quisiera pensar que así se remontó el Atman de este querido ser que en mi familia sólo dejó una estela de generosidad y bondad.  Que encontró la libertad que tanto anheló en vida y que ahora su mente es vasta y amplia como el Universo.  Que puede realizar ya qué es falso y qué verdadero.  Y que ya nada puede obstaculizar su vuelo.

El espacio,  el cielo:  hogar de Garuda.  En este lugar no existe el miedo ni la imperfección.  Sólo una profunda compasión por los demás y la capacidad y deseo de ayudarlos,  incluso si nos han hecho daño,  traicionado y agredido.

Hoy sueño con que algún día tal vez pueda yo también cruzar ese umbral al vasto cielo y de alguna forma,  reencontrarme con él y muchas otras almas de guerreros valientes.

Serán tiempos de disfrutar de la espada resplandeciente y afilada del conocimiento.

Y terminarán los tiempos oscuros y la ansiedad por perder el rumbo o caer en manos del eterno devenir del samsara y sus sinsabores.


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