lunes, 3 de junio de 2013

El oro nunca pierde su valor

Aunque otras cosas pierden su valor con el tiempo,  el oro permanece siempre igual.

Hoy me siento a escribir confundida y decepcionada.  Siempre duele cuando personas que hemos considerado cercanas deciden actuar desde sus instintos más básicos y se llevan en banda los ideales  que creíamos compartir.  Todo es útil:  todo sirve para que yo misma me observe y ponga en contexto estas acciones a la luz de las enseñanzas de mis maestros.

Sigo meditando sobre las cualidades que mis maestros  otorgan a los guerreros.

Dice el maestro que las cualidades del guerrero son como filamentos de oro en la marejada de la vida.  Muchos pretenden ser guerreros:  imitan,  copian,  roban.  Sin embargo,  esas cualidades ficticias son puro oropel:  un baño de brillo que se lava fácilmente,   fantasías colectivas sin más ánimo que camuflar cúmulos de complejos y deficiencias.

Como reacciona un guerrero ante la presencia de seres tan bajos?

El guerrero es manso y a la vez,  vibrante y energético.  Mantiene un buen humor incondicional que deriva de una disciplina constante.  Para el guerrero,  la disciplina no es una demanda, sino un placer.   Su mente se sostiene en ese deleite que no es causado por ninguna cosa.  Y desde ese lugar,  sus acciones son siempre bellas y dignas.

Recuerdo una vez más que la vida se encarga de poner en su lugar a todo aquel que simule,  engañe y mienta.  Lo he visto ya innumerables veces:  gente que actúa mal termina mal.  Pero más que esa gente,  me preocupan los pobres inocentes que terminen en manos de un tal guerrero ficticio.  Sé que son almas que todavía no han desarrollado la virtud del discernimiento.  Sé también que es fácil ser presa de neófitos en el mundo espiritual hoy en día:  hay demasiada sed por la verdad y por respuestas reales al paradigma humano. Vivimos en tensión constante y nuestra sociedad nos crea necesidades nuevas todos los días.  Simplificarse requiere disciplina y compromiso y eso es muy difícil para muchos.  La gente busca guía.  De hecho,  sin guía estamos perdidos.  Ojalá la verdadera,  no la pseudo-new age-prefabricada.

En medio de toda la marejada vital,  el guerrero se sostiene sin dudas- a pesar de todo.

A pesar de las traiciones,  de los desengaños.  A pesar de la tristeza y la decepción.  Sin embargo,  aquí el peligro es la duda primordial:  que el guerrero llegue a dudar de sí mismo.   Y esto sucede fácilmente cuando la mente y el cuerpo se desincronizan.  Ahí es que esa  duda puede penetrar y manifestarse como ansiedad,  celos y arrogancia.





Caer en la duda implica descender a niveles bajos de consciencia:  descender al nivel de la supervivencia y sacrificar los ideales en nombre de los instintos más primarios.  Desde ese lugar oscuro, la mente se nubla con la mentalidad de la pobreza y la escasez y se experimenta un constante miedo al hambruna física y emocional.  Puede incluso llegarse a estados de paranoia y tormento.

La claridad del guerrero y el enfoque en su práctica lo propulsa a los niveles más altos de consciencia.  Lejos de vibraciones pedestres puede fácilmente discernir  sobre qué aceptar y qué no aceptar.  El mundo lo tienta con ofertas seductoras e ilusas,  lo distrae a través de lobos envueltos en pieles de oveja que no cesan de aturdirlo,   pero de la mano de sus guías siempre logra serenarse y poner distancia a lo que sea que lo aleje de la intención de su corazón.  Logra mantener su alegría y se libra de la opacidad de la confusión.  

El cuerpo y la mente sincronizados.

El cuerpo y la mente sincronizados regalan un estado interno que es a la vez humilde y elevado.

Mmmmm.....suena muy hermoso.  Y sé por experiencia propia que la integridad que siento cuando estoy conectada  es la sincronización  que me permite  seguir avanzando.

Continúo mi día un poco más tranquila después de esta reflexión.  Sé que mis maestros me protegen a muchos niveles y que a veces se adelantan a mi propio criterio limpiando mi camino.  Confío en que siempre me están cuidando y que al igual que aquel padre o madre que separa a sus hijos de malas compañías,  mueven las piezas en mi vida y erradican cualquier nicho de negatividad.

Aunque yo no lo comprenda muy bien.

Pero de una cosa sí estoy segura:  muchas cosas pierden su valor, pero el oro permanecerá siempre igual.-


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