lunes, 10 de junio de 2019

La Gracia del Guru

La figura del Guru en Occidente es desconocida.

En Oriente,  existe un respecto insondable hacia las enseñanzas y aquel que las entrega.  Enseñé en Japón una vez y fue una experiencia muy hermosa.  Mis estudiantes escuchaban,  realmente escuchaban.  No tenía que repetirles las instrucciones.  

Era magia pura. 

Después de tres semanas de enseñanza en la bella ciudad de Málaga,  me voy agradecida tanto con los que escucharon como con los que no.  Entregar lo sagrado de las enseñanzas es como sembrar semillas y algunas caen en tierra fértil  que ha sido preparada con amor y dedicación por años.

Me voy feliz de saber que estas semillas seguirán creciendo y darán,  en su momento,  frutos jugosos y flores inolvidables.

Otras semillas cayeron en tierra árida,  ahogada de tristeza y desesperanza.  No sé qué irá a suceder con ellas.  A veces me pongo triste,  pensando en que morirán en medio de patrones mentales enfermos,  actitudes de mucha arrogancia y mentes confundidas.  Pero sé que no es mi responsabilidad darle agua a la semilla, sino de cada un@ que creó en su vida el espacio para recibirla.

La ironía de la vida es que nos damos cuenta de lo que hemos perdido hasta que es demasiado tarde y algunas semillas mueren no más haber sido sembradas. 

Cuando estoy con mi maestro,  cada palabra suya me mueve y me interesa.  No hay nada casual en sus conductas,  aunque a veces me detone sentimientos y resistencia.  Antes,  tenía opiniones al respecto e incluso mi mente ignorante encontraba formas de hacer las cosas ¨mejor¨...hoy veo hacia atrás semejante actitud como una muestra más de la gran ignorancia en que yo vivía,  donde creía tener la última palabra para todo y para todos, incluso para él. 

Me da una profunda pena y hasta vergüenza. He aprendido a escuchar y a ir más profundo incluso que las palabras.

Dicen que este es uno de los super poderes que nos llegan a los yogis:  la capacidad de sensibilizarnos tanto que podemos ¨leer ¨ los pensamientos de los demás,  aún incluso cuando ellos no los tienen claros.  He ¨leído¨ muchas mentes en estas semanas y algunas me han alegrado el día.  Otras me lo han amargado, sobre todo porque veo que el poder de una mente inestable no tiene piedad para destrozar de un manotazo lo creado en muchos días. 

Los venenos del alma,  los que todos traemos en distinta medida al nacer,  son la ignorancia,  la confusión mental,  la ira,  la envidia,  la ambición,  la pereza y el deseo.  Todos nacemos con distintas proporciones de cada uno y uno de ellos nos enseñará sobre todos los demás.  

El antídoto para todos es el mismo: tener la humildad suficiente para decir ¨sé que no sé nada¨ y abrir nuestra mente y corazón a alguien en quién confiamos.  Ese ser,  el maestr@,  puede cambiarnos la vida si bajamos la guardia y nos rendimos de corazón.   Pero por más que lo intente,  el maestro o maestra es inútil si seguimos cerrados,  si tenemos juicios hacia su persona o su forma de vivir y enseñar,  si lo criticamos y nos sentimos de alguna forma superiores a ellos.  

La bendición de las enseñanzas es que algunos bebemos del parampara como del néctar más exquisito,  con una sed de vidas y una gratitud infinita. Nos salva la vida este néctar, si lo tomamos con fe.

Dudar del maestro es equivalente a sacarlo de nuestras vidas.  Y está bien, porque tal vez llegará otro y otra que sí hará el ¨click¨.  Es imposible superar la selva del samsara con nuestra mente desencajada.  Es imposible salir de la jungla del condicionamiento sin ayuda del Guru.  Y el Guru ya es más que el maestro:  es la presencia misma de Dios en la tierra encarnado en un cuerpo físico.  Es una manifestación de la energía que nos ha tocado el alma gracias a nuestras acciones pasadas.  

Ante este milagro algunos todavía reclaman,  incluso al mismo maestro,  sus propias cuitas y dramas personales y le proyectan todas sus miserias. 

Tales seres no merecen un maestro.  Tales seres merecen darle la vuelta a varias encarnaciones y darse duro en la cabeza con el sufrimiento que espera tras cada esquina.  Tales seres son una pérdida de tiempo para quienes enseñamos porque se tragan la energía del grupo con su actitud narcisista y egoísta y su hipervigilancia crítica.  

Cada palabra cae en terreno árido y se seca y a veces,  incluso se escupe de vuelta en la cara del maestro con desprecio e ingratitud.

Ahí es como llega entonces el momento de la despedida.  Por cada paso que el discípulo da hacia el maestro,  el maestro da tres hacia él.  Se mueve porque el deseo por la verdad es urgente.  Pero ante quién desprecia las enseñanzas,  el maestro desaparece.  

Desaparece incluso por vidas enteras porque deshonrar la gracia del guru tiene efectos devastadores en nuestro camino espiritual.  

He aprendido a través de los años que no puedo salvar a nadie.  Cada ser es el creador de su realidad y el responsable de su propia vida.   Si alguien desea continuar en la oscuridad,  no hay mucho que pueda decirle.  Llega un punto en que me doy por vencida.  Ir contra corriente me quita energía para aquellos que realmente están deseosos de verse con honestidad y avanzar con dedicación.

La vida se expande o se contrae de acuerdo a nuestro valor.  He cruzado el mundo entero muchas veces para tocar los pies de mi maestro y lo seguiré haciendo mientras Dios me dé vida.  Lo hago porque su compañía me hace mejor persona,  porque cuando estoy con él siento que soy invencible y sé que puedo lidiar con cualquier reto que me mande la vida.  Quiero a mi maestro entrañablemente y estoy sumamente agradecida con lo que me ha dado y sigue dando,  no sólo a mí,  sino a miles de personas en el mundo entero.

He encontrado a alguien en quién confiar.  

Es de esa confianza que derivan todas las enseñanzas del yoga.  Es ese el origen y la fuente de todo lo que he aprendido en mis años de estudio con él.  Nunca osaría criticarlo.  Sé muy bien que es humano pero hay una relación de respeto y devoción que he aprendido a través de los años y me ha salvado de mí misma y mis ideas de ¨como tiene que ser ¨.   Lo que me ha dado supera con creces sus defectos humanos y sé que trabaja con ahínco y da todo para sostenernos con la entrega de su propia vida.

Su presencia y ejemplo me han liberado.  Su gracia y su amor.   No tengo palabras para agradecer su existencia y deseo que todo aquel que ande buscando encuentre la luz de un maestr@ en esta vida o al menos,  encuentre algo que lo inspire a ser mejor ser humano.

Lo llamo el yoga del buen corazón.  El yoga del sí.  El yoga de la fragilidad de ser humanos y la vez,  estar ahí el uno para el otro en las buenas y en las malas,  cubriéndonos la espalda. 











miércoles, 5 de junio de 2019

Tengo tres niños...

Soy madre.  Soy costarricense.  

Soy dolor,  impotencia y desazón en este momento.    Soy la punta de lanza para denunciar un sistema legal parcializado que separa familias,  deshace corazones y somete a unos niños pequeños e inocentes al agravio de la Alineación Parental.

Soy la madre de Gael.  Gael leerá estas líneas un día,  ojalá no muy lejano.  Gael tiene 12 años y ya entiende muy bien lo que sucede.  Me dijo una vez

"Mami,  mis abuelos quieren separarnos de vos..¨

Me lo dijo con honestidad,  timidez y valentía al mismo tiempo.  Me lo dice cada vez que hablo con él por teléfono con su mirada baja,  sometida a un padre y una madrastra que le imponen una versión del asunto.  Calla en su silencio porque no tiene a nadie con quién compartir su angustia.  Las llamadas conmigo son sólo la punta de un iceberg de miedo y angustia que corren por dentro.

Soy la madre de Theo.  Theo es un ser etéreo,  profundo y delicado.  Theo y yo casi morimos en un parto de emergencia que terminó en una extracción con fórceps.  Theo nació azul por la falta de oxígeno pero para mí,  es Krishna en niño.  Sabio y sutil,  entiende con sus llantos nocturnos que su mamá llora con él en unísono.  Cada noche.  Cada mañana.  Theo siente la ausencia pero tampoco puede decir nada.  

Quiénes lo cuidan tienen una versión de los hechos y nadie va a escuchar la suya.  

Pero sabe que hay algo que está mal.

Así que calla. Pero sabe que no es cierto que su mamá no lo ama.  Sabe que lo amo,  al igual que a todos mis hijos,  con la carne y el espíritu incandescente de quién ha sangrado para traer una vida al mundo.   Porque parir un hij@ es incomprensible hasta para el padre que estuvo presente y más todavía,  para aquellas que nunca sabrán lo que es ser madres y pretenden serlo sin ganárselo.

Soy la madre de Matías.  Matías vino al mundo por un milagro.    Un embarazo tan seguido del otro a mi edad era de alto riesgo...y Matías nació con una dolorosa cesárea debida a un desgarro mayor de mi cadera por el parto anterior.  Sin embargo, trajo a mi vida la lucidez y brillantez de una mente genial y un corazón juguetón.  

Matías leerá esto algún día,  sí.  Sabrá quién lo amé desde el primer instante y para siempre y lo defendí con mi propia vida. 

Mis tres niños sufren la infamia del Síndrome de Alienación Parental.  Mi imagen ha sido pisoteada,  tergiversada y difamada en Costa Rica por muchos,  personas que ni siquiera me conocen y tampoco mi historia y personas inescrupulosas se han valido de muchas mentiras para confundir a mis niños.  Pero la verdad es una y esa es la del Amor.  Cuando supe que había un plan macabro para quitármelos,   tejido por muchos meses a mis espaldas,  entendí que el mal puede tomar las mentes de la gente y degradarlos al grado de animales.


Cuando hay tanta envidia y odio de por medio,  mi estrategia ha sido enviar luz y perdón.  Lo hice cuando llegué a mi país muerta de sed de corazón después de casi dos años sirviendo a mi país en India,  ansiosa por el abrazo de mis pequeños. 

Envié luz,  lloré lágrimas de sangre y recé por mis verdugos... hasta que ya no pude más.  Hasta que entendí que dar la otra mejilla sólo lograría más abusos y mentiras. Hasta que entendí que callar en este caso equivale a ser enterrada y mis niños también.  Hasta que comprendí que sólo yo,  su madre que los adora,  puede denunciar el inmenso daño que personas insensatas y ambiciosas han hecho en mi familia.  

Hasta que me harté porque el abuso llega a un punto en que explota después de 6 meses de no dormir bien entre pesadillas,  no comer a gusto ni tener paz sin mis corazones.

Llegó el día de denunciar públicamente la total desprotección que mi caso ha recibido. Me dí cuenta que permanecer en ese ambiente nefasto e inseguro estaba destrozándome los nervios. En mi propio país,  sólo mis padres me ofrecieron su apoyo incondicional.

Pero aún sintiéndome tan decepcionada,  aún así comprendo quién es el padre y tiene derecho a sus hijos.  Esa es la bendición de la Custodia Compartida: cada progenitor asume su parte y se responsabiliza y la ley protege esta ecuación justa y equilibrada. 

Mi lucha por la Custodia Compartida continuará hasta el final.  Hasta que en Costa Rica y todo el mundo haya una paridad de justicia para ambos progenitores.  Son muchos los casos donde son los papás quiénes sufren escarnios y las madres se vuelven unas mantenidas a costa del ex usando a los niños como excusa. Mi caso es exactamente el opuesto. Yo era quién movía el barco y ponía el pecho a las balas y lo seguiré poniendo hasta que haya justicia.

Pido un voto de apoyo a la causa de salvación contra la agresión en contra de niños inocentes.  Pido un voto de apoyo a las madres que luchamos porque nuestros niños cuenten con lo básico para su educación y necesidades básicas y además,  soñamos con que viajen,  hablen otros idiomas,  se cultiven y sean felices.  Pido un voto para las madres que hemos sido padre y madre porque de lo contrario,  nuestros hijos terminarían en escuelas publicas.  Pido un voto para las madres que somos diferentes,  que no nos damos por vencidas,  que no tememos hablar con la verdad y que seguiremos luchando hasta el final.

Sé que mis niños me aman y me extrañan cada día como yo a ellos,  aunque nadie puede decírselo en palabras por los múltiples obstáculos impuestos ilegalmente y el ambiente de hostilidad hacia mí en que viven y que los daña inmensamente.   Mis padres no los ven hace meses y tampoco pueden contactarlos.   La justicia es torpe e infame ante los afectos humanos y yo pregunto a la juez que le dio al padre todos los derechos sobre los míos si tiene hijos...si se imagina lo que es estar en mis zapatos,  trabajando para sacar la familia adelante fuera del país para darse cuenta que el esposo tiene una amante...y luego,  esta amante se convierte en madrastra y trama todo este escarnio.  

Y llega la justicia ciega y le da la razón.

Yo le pregunto señora juez:  es usted humana?  Tiene corazón?  Como decía Gandhi,  su veredicto es injusto y por tanto,  merece desobediencia.  Por mis niños,  por los niños que sufren sus sentencias vacías y absurdas que causan daño a inocentes.

Costa Rica,  la patria,  los niños y los padres y madres víctimas de sus pronunciamientos se lo demandamos.




lunes, 3 de junio de 2019

El paradigma de la masa



Vivimos en un mundo lleno de expectativas sociales que aprendemos a interiorizar desde pequeños. 

En mi país Costa Rica,  se nos enseñó a leer por generaciones con un libro sumamente machista que todavía recuerdo:

¨Mamá amasa la masa.

Papá lee el periódico...¨

Así crecimos las generaciones anteriores de costarricenses,   pensando y sintiendo subliminalmente que mamá estaba destinada a amasar la masa eternamente,  a ser el alma y corazón de la cocina y a llevar sobre sus hombros unilateralmente el bienestar de la familia.  

Papá a su vez,  cultivaba su intelecto.  Papá no ayudaba a mamá en la cocina.  Vivían juntos pero cada uno en su propio microcosmos.  

El de Papá le permitía accesar el mundo y sus eventos;  el de mamá se limitaba a la masa.

Masa cada día. 

Masa tres o cuatro veces diarias.  Masa que entraba en el cuerpo y se volvía cerebro,  corazón y músculos. 

Masa que no dejaba respirar. 

Comprar la masa en el mercado,  traerla a la casa,  transformarla en tortillas,  comerla y volver a empezar de nuevo en la noria de la repetición,  absortas en lo absurdo de la cotidianidad y el servicio a aquellos que sí les está permitido leer el periódico y conocer el mundo.

Masa que terminan amasándose con lágrimas de rabia,  masa que envenena,  masa que se come pero enferma,  masa que se vuelve vómito ante tanto abuso por generaciones. 

Desde pequeña,  esta imagen de una mujer amasando la masa sin fin me impactó.   Yo no quería amasar ninguna masa.  Me parecía insípido.  Había un mundo allá afuera mucho más interesante,  desde las bicicletas con mis amigos hasta las copas de los árboles,  la música de mi piano y el rugido de las olas del mar.  

Yo no podía estar quieta en una cocina pequeña.  Algunas veces le ayudé a mi abuela a hacer bizcocho y me enseñó a hacer arroz...lo hice más por la alegría de su compañía que por la comida...pero sabía claramente que ese no era mi destino. 

Lo supe desde mis 7 años.

Otras jugaban con muñecas y Barbies.  Yo agarraba mis barbies y les cortaba el pelo.   Las desnudaba y bañaba en el mar. Me parecían aburridas y monótonas a pesar de ser tan perfectas. Mis Barbies tenían aventuras y viajaban por el mundo.  Aprendí los nombres de todas las capitales del mundo desde muy pequeña.

Y mientras tanto,  muchas mamás amasaban la masa y sus pobres hijas no tuvieron más remedio que repetir el sinsentido.  

Mi madre me modeló algo diferente:  mamá lee, se instruye,  estudia.  Mamá viaja y también asiste a conferencias.  Mamá enseña.  Mamá medita.  Mamá hace yoga.   

Mamá también piensa.  Mamá no es sólo sirvienta.  Así que eso de seguir mi intuición lo traigo desde pequeña y las imposiciones sociales siempre las sentí ajenas.  Sabía que seguirlas me asfixiarían la vida y el corazón.  

Desde entonces, mi destino estaba marcado.

Yo no iba a amasar ninguna masa.  No sabía en ese entonces que mi fuego me llevaría a tierras lejanas,  que me mostraría una cara de la vida que pocos se atreven a descubrir porque los miedos anclados en su psiquis desde pequeños les impide moverse.   Hay un mundo maravilloso que nunca conocerán a pesar de que está aquí en toda su magnificencia esperando ser descubierto.

Planté la semilla del mundo entero en cada uno de mis niños y sé que en sus mentes no hay fronteras.  Desde siempre conocieron personas de todos los lugares y aprendieron a abrir su corazón en muchos idiomas y que el amor y las sonrisas no necesitan traducción. 

Aspirar a accesar nuestro máximo potencial en la vida significa necesariamente que nos separaremos del rebaño.  La mediocridad me enferma,  me parece patética:  seres humanos que viven vidas repetitivas,  predecibles e incoloras.   Y mi destino ha sido ser honesta conmigo misma y esto,  por supuesto que toca botones.  

Sacar a muchos del paradigma de la masa,  sacar a muchos de esa inercia insondable es mi deseo y lo hago con mi propio ejemplo de vida.  Además,  a aquellos que estén listos les comparto con gratitud las herramientas para que también empiecen a vivir vidas llenas de colores donde sientan más pasión por todo,  más amor y fe.

Seguir nuestra propia voz requiere agallas y cero intermediarios.  Sin embargo,  para accesarla necesitamos apoyo.  No es fácil salir del silencio, más cuando nuestras mentes han sido adoctrinadas por un sistema que nos quiere zombies.  

Un sistema que aniquila a los pensadores,  que condena a los filósofos y cierra la boca a los líderes. Un sistema que anula a los libre pensadores y espera que nos acoplemos a reglas patriarcales donde se separa a la gente,  se condena lo nuevo y se reprime al que habla su verdad y se sale de la media. 

La conformidad es la muerte del alma, dijo un sabio que admiro hace muchos años. Ralph Waldo Emerson comprendió que el camino hacia la auto confianza implicaba cuestionar muchos paradigmas sociales y sólo desde el cuestionamiento es que podemos encontrar nuestras verdades personales y crear una vida que nos satisfaga internamente. 

La genialidad consiste en creer en nuestros pensamientos y en aquello que es verdad para nosotros,  aunque contravenga lo socialmente aceptado.  Cuántas mujeres seguiríamos hoy amasando la masa?  Gracias a Dios ya muchas no.. pero todavía quedan y hasta que la última de nosotras no sea libre,  el resto no podremos avanzar.  


Pienso en aquellos que sufren y por supuesto,  pienso cada día en mis niños amados que se encuentran en este momento en una encrucijada forzada de afectos y temores.  Los niños aman a sus padres por igual y es injusto y violento ponerlos a escoger.  Mi lucha por la custodia compartida va más allá de mi propia familia por todos los niños que son utilizados por seres de muy baja consciencia para alcanzar metas pecuniarias y dañar con saña al exconyuge.


Hay un momento en la vida cuando llegamos a la convicción de que la envidia es ignorancia y la imitación suicidio.  Ese día debemos vernos a nosotros mismos con sinceridad y decidir cómo vamos a vivir el resto de nuestras vidas.  Todos llevamos un poder por dentro pero se vuelve real hasta que lo ponemos en práctica y acción.  

Un ser humano está en paz hasta que saca su corazón y da lo mejor que tiene.

Aún en medio de un extremo dolor emocional,  sé que tengo mucho amor que dar.  Sigo encontrando almas en mi camino que me apuntan a ser la mejor version de mí misma,  que me inspiran a dar lo mejor que tengo y siento que esto me protege. 


Si podemos tomar responsabilidad por nuestras decisiones y aceptar las consecuencias de nuestro destino,  ese destino nos abrigará dulcemente en su regazo.  Abrazarnos con todo lo que somos y anhelamos significa soltar todo aquello que no somos ni nunca fuimos.  Significa apartarnos del rebaño si es imperativo porque el rebaño puede estar dirigiéndose al acantilado.

Significa detenernos,  contemplar lo que hay y mover nuestra Reina.  Cuando la Reina muere, ahí termina el juego. Pero mientras la Reina viva,  el juego de la vida continúa y mantener a esa Reina viva,  vibrante y contenta es nuestra primera misión.  

Todo el resto se acomodará a su tiempo si nuestro corazón está intacto.  Y la mejor forma de accesar a nuestro corazón es la coherencia y sintonías íntimas con quién somos y nunca dejaremos de ser.  











sábado, 1 de junio de 2019

Al toro por los cuernos


Somos seres espirituales teniendo una experiencia material.  

Cada acontecimiento que nos llega en la vida es una oportunidad para vernos y conocernos mejor,  incluida nuestra sombra.  Algunos creen que por practicar yoga uno se vuelve ajeno a lo que sucede,  está por encima de las emociones y actúa siempre con calma y destreza.

Aunque muchos posen para parecer así,  ser reales en todas nuestras dimensiones y observarnos con detenimiento es la única forma de conocernos mejor.

Yoga es autoconocimiento y ni el yoga ni ningún arte sustituye la vida.  

La autenticidad de ser quién somos es para mí el propósito del camino espiritual.  Incluso si damos espacio a lo ¨negativo¨.  Todas las etiquetas son conceptos que hemos construido de cómo tenemos que ser y vernos si somos ¨espirituales¨-    una capa más en el traje de ego espiritual que anhelamos poseer.

Esto significa que el Samsara nos tiene agarrados desde una visión falsa de quién somos,  aunque parezca una imagen mucho más ¨elevada¨ comparada con quién éramos ¨pre- yoga¨.  Ahora tal vez comemos veganos o vegetarianos,  leemos libros espirituales y cultivamos amistades que hacen asana con nosotros.   

Esto curte y adorna de nuevo un tipo de personalidad: ¨yogi ¨,  ¨maestr@¨.  ¨buscador¨ o ¨estudiante¨.

De nuevo,  el yoga está aquí para romper cualquier personalidad,  apego a imagen,  identificación con rol o expectativas y conceptos.   Está aquí para mostrarnos por contraste que no somos nada de eso:  ni las emociones elevadas ni tampoco las grotescas.  Están ahí para ser observadas y comprendidas en su contexto de humanidad-  sin represiones,  sin negar lo que es.

Cuántos se tragan palabras que luego los enferman,  como si enojarnos ante la injusticia o el abuso fuera ¨no espiritual¨.  

Pues hoy, después de 6 meses de tragar y tragar,  después de 6 meses lejos de mis niños intentando transmutar de alguna forma las energías negativas de odio, rencor y enojo en mi mat,  hoy di rienda suelta,  por primera vez,  a todo lo que había guardado en mi corazón. 


Dí voz a todo aquello que me dolía,  tan profundo el dolor de la pérdida.  Sí,  muchos desean mi silencio.  Sí,  es mejor negar que aceptar y manipular el impacto de los hechos en vez de ver a la cara el resultado de acciones muy bajas y faltas de ética.  

Di rienda suelta a una energía que pedía manifestarse y llamar las cosas por su nombre.  Fue una experiencia intensa,  real y poderosa.  Importante.  

El mal nunca entiende por las buenas.  Si tratamos de ser amables con el malvado,  intentará de alguna forma aprovecharse.  

El yoga es responder al suceso de la forma más diestra.  Ante un ladrón no podemos decir Namasté.  Ante un pillo,  hay que desenmascararlo.  Sí,  no es fácil.  La sangre hierve,  las palabras salen como flechas a clavarse en el agresor.  

Sí,  no se ve ¨espiritual ¨-  si tenemos un concepto de que la espiritualidad está desconectada de la vida.  Nada más fuera de la verdad.  La espiritualidad es ser quién somos hasta la médula, aunque duela,  aunque sangre.  

Ser y hacer en consecuencia,  he ahí el verdadero trabajo.  No sonreír si no lo sentimos. No abrazar para clavar puñales.  No manipular para salirnos con la nuestra.  No ser hipócritas sino honestos y puros incluso en la intensidad de las emociones de la sombra.  

Hoy es un día en que reafirmo que el Amor es la fuerza más potente del Universo.  En su momento,  son flechas afiladas las que protegen el reino del amor,  también piedras y muchas balas porque se necesitan.  

De lo contrario, el enemigo nos ahorca.  

Sí,  parece violento pero igual de violento es un nacimiento.  Cada uno de mis niños vino al mundo entre sangre, moco y agua,  en medio de contracciones dolorosísimas que anticipaban muerte...y la vida se mostró a través de todo esto con la delicadeza y pureza y bienaventuranza del Amor.  A pesar de que mi cuerpo quedó desgarrado,  cosido,  reventado e inflamado,  no cambiaría por nada la presencia de cada uno de los siete.  

Sin ellos, no sería quién soy. 

Sólo rompiendo imágenes de cómo tiene que ser es que podremos descubrir que lo que somos es perfecto. 

Hoy me siento empoderada,  fuerte y segura,  Sé que mis palabras eran necesarias,  sé que el Yoga era estar presente con ellas,   aún en medio de los gritos,  de la desesperación y el dolor,  vociferarlas con fuerza y dirección para intentar traspasar la ceguera,  sordera y crueldad de aquellos atrapados por las fuerzas del mal.  Incluso,  más allá de cualquier expectativa,  el sentir esa seguridad de llamar las cosas por su nombre. 

Somos humanos,  llenos de emociones.  No somos iluminados,  aunque una acción con destreza puede darnos el sabor de la iluminación. Una acción que defienda lo que amamos,  que llore a quién extrañamos con lealtad por lo que sentimos:  eso es verdadero y en esa pureza hay fuerza y también luz.  

Eso es, para mí,  el yoga avanzado.  De qué me sirve una postura bonita si a la hora de ponerle las escobillas al toro salgo corriendo.   Hay que enfrentar con agallas aquello que despreciamos y llamarlo por su nombre,  sin más pelos en la lengua. 










martes, 28 de mayo de 2019

Arde


Desde la última vez que escribí,  recién llegada a Málaga,  es un antes y un después.   Todo se ha movido muy rápido. El Amor nos mostró su hermosa faz este último fin de semana y nunca estoy realmente preparada para ello. 

Lo siento como va acumulándose,  poco a poco, sin llamar la atención.  Cada día parece insignificante pero no lo es:  la convergencia de fuerzas invisibles es algo que todavía me sorprende.

De igual forma,  la vulnerabilidad es dolorosa.  Estamos tan acostumbrados a pasearnos por esta vida con máscaras,  con juicios que llevamos por dentro y que distribuimos como etiquetas por todo lado.  Desnudarse de todos los roles y qué dirán es inmensamente difícil pero a veces sucede sin esfuerzo.  

Cuando siento que viene en camino,  me quito de en medio y doy espacio.  

Y eso fue lo que nos sucedió el fin de semana pasado.

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Había una vez un príncipe.  Era un guerrero honesto,  leal y valeroso.  Amaba a su familia y  sus maestros. Era diligente,  disciplinado y de buen corazón.  Enfocado en su propósito,  sin envidia ni celos.  

No se imaginaba lo que le esperaba.

Había otro guerrero cercano pero este estaba herido en su corazón.  Le dolía profundamente y no asumía el dolor sino que se lo tiraba a otros y siempre encontraba falta en los demás.  Andaba por el mundo embarrando en otros su propio desvalor,  su inseguridad y miedos y los resguardaba bajo una apariencia de fuerza falsa,  dureza perenne y mucho enojo.

Ambos eran primos. Habían crecido juntos.  Habían estudiado con los mismos maestros y se habían formado en la flecha,  el arco y eran jinetes excepcionales.  Tal vez la única diferencia entre ellos era que el príncipe bondadoso creía,  tenía esperanza,  amaba, tenía corazón.  El otro adolecía de un nihilismo permanente y unas ganas de aniquilar todo lo que amenazara su visión distorsionada.   

Era un aniquilador de sueños-  un saboteador de la vida.

La familia del primero apoyaba sus quimeras e igualmente, fue castigada por el exilio producto de las jugarretas del malvado.   El mal parece vencer en un inicio, pero nunca es duradero.  Durante doce años fueron exiliados del reino,  dejando su hogar para evitar una guerra. Prefierieron bajar la cabeza que cortar muchas,  con la esperanza de que al regreso el nihilista habría meditado sobre los beneficios de la paz y conciliado. 

Pero el nihilismo no muere y a su regreso,  su odio y ambición habían crecido en vez de mermado... la guerra era la única salida.  Los secuaces del malo acudieron a las más bajas jugarretas:  engaño, manipulación,  mentiras,  chisme y no dudaron en engañar a quién fuera con tal de derrocar a los que regresaban e impedirles afirmarse en su hogar. Los exiliados aguantaron hasta el último instante pero ya fue demasiado...  

La reconciliación es imposible cuando uno de los contendientes es sordo,  ciego y mudo. Cuando la ignorancia rige su mente y sus decisiones son egoístas y limitadas a su propio bienestar.  

Y ante todo, a ganar.  Sea como sea.  Hay que ganar,  aplastar,  deshacer,  derrotar.  No importa el precio.  No importa si al final todos mueren, si ya no hay comida ni gente ni pueblos.  No importa nada más que derribar y someter.  El agasajo mental del triunfo final admite cualquier cosa.  Los medios no interesan:  el fin es aplastar y destrozar.  

El principe bondadoso duda pero comprende que su duda no es positiva.   Perder tiempo hace que el enemigo se fortalezca y lo use para plotear.  

Hay que atacar ya y no hay opción.  

No hay tiempo que perder.


La guerra es una matanza y no queda alma en pie de los malos.  El Bien destaza para evitar un mal mayor:  el guerrero comprende que de no actuar, el mal tomará el control y todos perecerán.  Más allá de sus dudas personales, comprende que la no acción traerá consecuencias nefastas.

La no acción es en sí misma,  acción.


El resultado es positivo y el orden regresa al reino.  El guerrero llora la muerte de quiénes ama, tomados por una fuerza ingrata que no supieron controlar.   Se enjuga las lágrimas y toma posesión de su legado, sabiendo que hizo lo correcto.

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Este yoga que practicamos es el yoga de la mente.  

Nuestras mentes son el campo de batalla entre el samsara y la verdad.   La resistencia viene del no comprender que somos presa fácil de la oscuridad sino estamos alertas y despiertos.  Hay mil formas de adormilarse y nuestra mente nos pierde en los terrenos tortuosos del ego,  la ignorancia,  la aversión, el apego y el miedo.  Sólo una mente ágil y consciente puede esquivar las muchas trampas que nos ponen diariamente.  

El yoga es la preparación para la batalla más importante,  la batalla diaria de no caer presa de energías más bajas y sostenernos en el punto de unión,  en la esencia de quién somos,  al borde del abismo por nuestra condición humana ... intentando no caer. 

Pero a pesar de todo, caeremos muchas veces.  Comprenderemos a través de las caídas que fue pésima la reacción,  fueron absurdas las palabras o insensatas las acciones.  Que las compañías hay que cambiarlas,  que las relaciones deben morir para iniciar nuevas. 

Y tal vez un día,  ojalá cercano, comprenderemos que lo que le hacemos al otro nos lo hacemos a nosotros mismos.  

Que no hay otros.

Ese día llegará cuando el dolor infligido por nuestra inconsciencia nos enseñe humildad,  paciencia y compasión por nosotros mismos y esa parte que todavía se toma todo personal y se engancha.  Pero pondremos más atención a la que anhela ir más allá de los venenos.  

El yoga es la intención de ser cada día la versión más amorosa en vez de la más egoísta.  Ver el impacto de nuestras acciones en los demás y decidirnos a ir más allá de nuestra zona de confort para beneficiar a otros.

El yoga 24 horas.

El yoga del diario vivir.



Salgo de mi taller movida hasta la médula por un grupo de seres extraordinarios.  Seres humanos de una pieza,  conmovidos por sus presencias e historias mutuas y dispuestos a entregarse al máximo.  Salgo transformada porque estar en su poderosa presencia me abre y me parte exactamente donde duele.  Me lleva a ese lugar que sé que es el punto de inflexión,  ese pedacito de amor que somos que no muta,  que nos atraviesa en todo lo que duele y nos muestra su inmortalidad.  

No hay atajo,  hay que sentir la espada del amor.  

Y sentirla significa llorarla hasta el fondo.  He llorado muchísimo desde el domingo. Desde ese lugar herido que esperaba amor y en su lugar recibió odio.  Desde ese lugar que anhelaba compartirse y en su vez fue abusado.  Desde ese lugar traicionado que nunca imaginó lo sucedido.

Ese lugar suavecito sobrevive, a través de los años y a pesar de todo no ha muerto ni nunca morirá,  porque la traición no lo toca-  aunque queme...  aunque arda.






jueves, 16 de mayo de 2019

El vacío es una cama de plumas

Escribo en mi ventana malagueña arrecostada en un suave almohadón de plumas y rodeada por el murmullo del mar,  un cielo azul intenso y los pajaritos que me acompañan.  Escribo desde un lugar en mi corazón que agradece todo lo que me ha traído hasta esta ventana,  hasta este momento y este lugar.

La vida a veces nos arrincona contra la pared y nos obliga a escoger a la fuerza.  No es fácil.  Los planes se caen,  las expectativas se destrozan.  No nos sentimos preparados y,  sin embargo,  el suceso nos impulsa a ir más allá de todo lo conocido honrando el valor inalienable de nuestra libertad.  

Y es que sin nuestra libertad personal no somos, no existimos. Seríamos un remedo,  una sombra,  un fantasma de ser humano.

La búsqueda de la libertad interna va de la mano de nuestros miedos.  Son ellos los que nos han mantenido atados a muchas ideas y conceptos que no podemos aplicar más.  En mi caso,  pedía mi libertad pero con la condición que mis condiciones familiares no cambiaran.  Veo hacia atrás y me parece hasta jocoso: ponerle condiciones a la Vida de cómo queremos recibir lo que nos tiene guardado.  

Cómo si nosotros supiéramos mejor que Ella.  

Cómo si nuestra mente pequeñita pudiera comprender el Plan maestro.

La verdad es que somos sólo observadores de la vida,  ella tiene la batuta y podemos escoger  participar o no en el menú de experiencias que nos muestra.   

Mi lema es no participar en aquello que me hunda en los terrenos de la ilusión.  

La ilusión es el Samsaara,  el Maya,  la oscuridad.  

Si algo o alguien aspira engancharme,  tengo ya el discernimiento  de ignorar.  El movimiento es hacia adentro,  sólo hacia adentro.  Hay un lugar en mí que ya no reacciona,  por más pataleta que el otro haga.  

Lo observo,  me observo.  Terminan peleando contra el aire porque no hay nadie ahí para seguirle el juego a la inconsciencia.

Es por eso que el yoga es una práctica de 24 horas.  No es sólo hacer nuestra asana:  es todo lo que viene después cada día al salir de ella.  Para nosotros, yogis urbanos del siglo 21,  consiste ante todo en mantenernos serenos ante todo el bombardeo mediático.  Obsevar cuándo algo es inspirador y cuando algo nos distrae.  

Cambiar de canal,  darle Unfollow.  Desamigar.  


La amistad es un vínculo que nos invita a crecer.  Cuando una amistad es real,  salta con nosotros al vacío.  No que tenga que vivir lo mismo, pero nos impulsa a no dejarnos cortar las alas.  Si alguien nos pide quedarnos en un lugar donde no podemos crecer,  ese alguien quiere nuestra destrucción y no merece nuestra atención.  

Los últimos meses han hecho una limpia profunda de mis relaciones y hoy cuento con las manos a aquellos seres que considero cercanos.  Son todos yoguis, algunos de asana- otros no.  Pero tienen en común que están, al igual que yo,  en la arena,  llevándose los golpes,  poniendo su grano de arena,  haciendo su mejor esfuerzo.  

No son de esos que observan los toros desde la barrera.  

En la intensidad de la arena,  las caídas son todas aprendizajes.  

Algunas violentas,  otras más suaves. Pero tienen en común una intención de romper con lo que no somos, de atrevernos a dar el paso hacia una realidad más clara,  menos forzada, más natural. Eso es lo que muchos llaman el camino de menor resistencia:  gravitar hacia aquello que se sienta mejor,  que no nos dañe,  que nos edifique y nos inspire. 

Para llegar a ese lugar de no resistencia,  donde todo fluye y participamos con alegría del aquí y el ahora es necesario saber con claridad qué nos daña y dar el paso valeroso para  salirnos de lo habitual y atrevernos a improvisar.   Nada puede moverse en la zona de lo cómodo.  Nada puede revolucionar nuestra alma como el cambio.

Adaptarnos al cambio es la magia de la práctica espiritual.  

Observarnos,  entender nuestras reacciones y eventualmente,  soltar resultados y hacer cada acción con devoción.  Al final, todo es entre nosotros y Dios.  Nadie más puede comprender las repercusiones de nuestras acciones y sería injusto juzgar la vida de otros si con costos comprendemos la nuestra.  Pero si es para brindar una mano, si es para ayudar al necesitado,  si es para con amabilidad salirnos de nuestra rutina y crear puentes,  ahí sí es imperativo detenernos. 

Es hasta entonces que empezamos a comprender el verdadero significado del yoga.

Quién está interesado en más posturas imposibles?  Yo no.  Cultivo mi práctica de asana diariamente,  por supuesto   Me ayuda a mantener la mente serena y desconectar la mente reactiva.  Pero personalmente  me atrae más la forma en que el Prana se mueve en mi cuerpo y me invita a ir a lugares nuevos físicamente.   Me pide que cambie de perspectiva,  que me atreva a escuchar todo lo que me asusta y me congela. Me empuja suavemente adonde no he estado antes y cada día aprendo algo nuevo sobre quién soy.  

El cuerpo como antena de todo lo que sucede. Por eso,  le doy entrada al Prana cada día para que me muestre cómo puedo servirle mejor.

Sí,  a veces me vuelvo sorda y ciega y no me veo ni escucho. Entonces a la siguiente vez,  lo hago.  Unos días no veo nada claro;  otros las respuestas llegan por sí solas.  La dicha de vivir en el presente del vacío es la conexión inevitable con el ahora.  Lo que quedó atrás ya casi no se escucha...lo que viene,  depende de vivir este momento con honestidad y gratitud sin esperar ningún resultado.  

Esta ventana con cielo azul me dice,  con los pájaros y el mar de fondo,  que está bien todo.  Que no  me preocupe.  Que aquellos que amo también me aman.  Que  los que anhelamos vivir vidas distintas nos piden atravesar lugares inhóspitos.  Nos piden ser conejillos de indias de nuestro propio laboratorio para así poder aprender.  Nos prueban y está bien.   Las pruebas limpian y fortalecen y ante todo,  apaciguan el deseo por más ilusión.

El vacío nos dice menos,  más livianos,  más relajados.  

Dice aflójate que yo me encargo.  




miércoles, 8 de mayo de 2019

The Faustian shadow of abuse in Ashtanga yoga



This entry is painful and I write it because I’ve had it in the inkwell for months, anticipating the moment when I would feel finally ready. 

I have also been receiving messages from students of mine concerned about the rumors and more than detailed information about the sexual assaults of Pattabhi Jois and the impact of his actions on us, the following generations and all those who will come to yoga for healing. 

The meaning of the practice of yoga goes far beyond the skill in physical postures. The positions in my lineage are beautiful and striking and therefore attractive and highly aesthetic. Ashtanga yoga became popular since the 80s and it was this yoga that revived the practice worldwide and renewed it up to the boom it is today.

Just as yoga promises joy, awareness and awakening for the devout practitioner, for others it is a hook that anticipates admiration, economic benefits and also, media popularity.

I must take a step back and before referring to the topic itself, talk about a place hidden behind all the paraphernalia of modern yoga, not only from the point of view as a student but also as a teacher of the lineage that I represent. 

There is a secret place rarely visited by practitioners and that is not found in the crowds or in the photos with the Guru or in the feeds. Yoga is vast and everything is part of a larger whole. It is a system which undoubtedly detonates personal power and charisma.  Focusing on only a part of the whole without connection to the rest causes delusions of grandiosity, violations of the leader's ethics, undermining of the delicate system of checks and balances and lack of transparency.

The patriarchal culture as an external authority may slap us in the face. Its so deeply ingrained in our psyche and its hard not give our personal power to The Man and even more if he is a Guru and its treated as such by many others. The path of yoga is the path of discernment and a fierce encounter with our own independence and the awakening of our consciousness.  The ¨yoga¨ whose roots lie rather in the poisons of the soul is a contradiction:  the practice becomes itself the poison we are seeking to eradicate.

An oxymoron. 

The task of those of us who practice this ancient art and science is to sustain the chain of wisdom in an industry saturated by superficiality and hedonism the best we can. 

For me,  it has been about periodically responding intimately to three questions, whether we are teachers or students: 


1. What do we want to experience in this life?
2. How do we want to grow and develop?
3. How are we going to contribute to the world?


Only by answering these questions in the intimacy of our sadhana can we balance the bombing of the yogas that are not such, of practitioners who teach imitating others and of packet yogis that are produced massively and sold to the highest bidder. We will also eradicate corrupt teachers, abusers, pedophiles and the whole range of unhealed healers who also yearn to be part of a highly popular phenomenon that promises redemption.

The essential experiences for a yogi are those authentic ones, those that she or he chooses within all the present possibilities. We aspire to choose that which fills our soul and heart, that is beneficial for us and others and that also affirms life.

We grow in the going against the grain of our practices and also in the constant friction of life. The obstacles cannot stop a seeker, however impossible they may seem. The higher the mountain, the more devotion and dedication we need. And of course, follow in the footsteps of our teachers. Without their energetic support we are lost in the jungle of samsara. Without their protection, we are leaves in the Mayan wind that can destroy us against the cement of our own resistances.

There can be no spiritual practice disconnected from the teacher. They go hand in hand.  Yoga is not a self prescribed medicine.  

Its a Shaktipat.  

It would be as dangerous and risky as entering the Amazon without help or climbing Mount Everest without a sherpa.

Our practice necessarily implies becoming elements of change for those around us. Whether families and friends, everyone will be touched by our transformation. For those of us who know that our destiny is to help, we must double the tapas:  our personal practice, source of everything we long to share, and our teaching. 

Since Yoga is a flower that was born in India and was transplanted to the West, it is essential to visit the subcontinent.  Yoga takes the form of the culture where it is practiced and the teachings are diluted once they leave their source. It is important and necessary to live and experience the origin and connect to a teacher in India that touches our hearts and to whom we return continuously.

As teachers, our function is to be mirrors of the goodness and wisdom inherent in every student. A sample of the success of our teachings is when our student decides to share yoga as well. Thus, it could be said that the most successful teacher is the one who ends up without students: all have flown to teach, they have been taught to be independent, to take action, to be creative and to go out into the world.

Even when there is no physical connection, the presence of our teachers always accompanies us. When I teach, wherever I am, I know that my teacher Sharath is there with me holding the sacred circle where the transformation happens.This practice beats us inside and removes and scrambles thoughts, beliefs and emotions. We practice to be more empathetic with ourselves and others, to develop compassion for all living beings.  Developing empathy in practice and in teaching means trying to understand and forgive ourselves constantly. 

In the midst of the bleak panorama that has affected my lineage for more than a year due to the actions of Pattabhi Jois, I see the evolution that has happened in my own personal path since I arrived to my school of Ashtanga yoga in 2003 in Mysore, India. I came to a very old teacher who I did not know much about. I reached for his grandson who gave me all the energy and sweetness that this practice requires. 

I never had any idea of ​the abuses that were happening. My approach was totally focused and my closest teacher Sharath. Yes, I was with Pattabhi Jois on several of his tours in North America but I never saw or heard anything, no rumor, no one complaining. For me, the shock of reading the testimonies of many women in recent months has been painful and poignant, especially since I am also a survivor of sexual abuse.

I can say that my teacher Sharath has given me a safe space to open my Pandora's box. I have felt his presence and dedication full of integrity and devotion. Many of us have to break with heavy family karmas and straighten the crooked boat. I think that Sharath has shown with his own life an example of a teacher who is very different from his grandfather and his actions speak for themselves. 

I can not speak on this subject from my own experience.  I cannot assure these women are not lying or that Guruji did something unseemly - I never saw or heard anything about it. The shala in Mysore for me has always been a container of love at the highest level in this world of plastic yoga, in this wave of mass yoga. My best moments in my spiritual quest have happened in this place and I never felt any kind of harassment, fear or distrust.

The facts ultimately invite us to reflect on the importance of being with a teacher that does not inflate our ego, but someone who we trust and guide us effectively. The argument of these women that they stayed and consciously became victims of abuse for years simply because they wanted to learn the method, or because there are predators everywhere anyways does not convince me. The space to develop spiritually must be clean and this is not negotiable: otherwise, staying in it is an intrinsic complicity and a senseless self-immolation that speaks a lot about our own beliefs and values.

I cannot understand how they could remain so many years under the watchful eye of someone who was publicly attacking them.

Yes, I know from my own experience that there is a period of denial of abuse and that it is very hard to come out of the closet. But to remain years under the scaffold of someone who does not respect us for the status that means to belong to a group or receive recognition for our physical skills,  I cannot understand no matter how much I think about it.   Not only as a student but as a woman who has also been a victim of sexual abuse. I sincerely feel that it was their own ambition for practice surpassed even their personal integrity to extreme levels. I do not judge them, but their painful example gives light to the following generations so as not to make the same painful mistake.

If to progress on our way we have to sell our soul to the devil, Faustus sticks out his ugly head and we are undoing with our elbows what we write with our hands. We would be practicing with darkness and for darkness with a hidden agenda that has nothing to do with devotion or serious commitment. 

May these examples of so many who lowered their heads before the Guru to not be expelled from the group, who kept silence so they were awarded advanced positions or suffered vexations to advance in their professional careers remind us that personal well-being and integrity is not negotiable anywhere and much less, in the sacred space of our spiritual practice.

Without it, there is no yoga.  
Without it,  there is not even life. 


Vande Gurunam