martes, 12 de enero de 2016

Undécimo viaje: Ariel

Hoy hice la Segunda Serie guiada con mi maestro.

El cuarto lleno de gente:  terminamos bastantes.  Me da mucho gusto ver como todos avanzamos-  no tanto hacia afuera en la secuencia sino en lo que no se ve.

Eso que es realmente el yoga.

Practicar esta secuencia bajo el count de Sharath es muy distinto a hacerlo uno solo por su cuenta. Por eso se insiste tanto en Ashtanga Yoga y en cualquier camino espiritual que se necesita un maestro.  El nos transmite algo inefable:  nos pasa una energia.  Shaktipat le llamarían algunos:  yo la llamo Gracia.

Una guía es imprescindible.  Alguien que haya vivido lo que estamos viviendo para poder apoyarnos y guiarnos. Además en este camino tan arduo ocupamos apoyo espiritual.  Una vez que uno escoge a su maestro, él o ella nos apoya desde dondequiera que esté en el mundo.

Después de la Serie-  que hoy misteriosamente se sintió fácil,  fuimos donde Akash,  un mito aquí en Mysore.  Hace mucho que vengo escuchando de él pero hasta hoy lo conocí.  Estoy realmente impactada por el nivel de conocimiento de este fisioterapeuta.  Además de entender el cuerpo profundamente le gusta enseñar y compartir.   Después de una sesión que asemejó a un parto (sí,  con gritos y lágrimas abundantes) salí flotando,  mi cuerpo liviano,  mi mente aliviada y mi corazón partido.  Mi lado izquierdo soltó emociones,  lloró ausencias y añoró abrazos- todo en una sesión.

Así que ahora en casa,  a punto de almorzar y agradezco al Universo tantos regalos.

Y me remonto al Viaje número 11:  mi viaje preferido a India hasta ahora.

VIAJE 11

La vida de un buscador espiritual es solitaria:  somos una especie de outsiders en este mundo.  Poder estar cada día y una temporada entre gente  que nos alimenta el alma es una necesidad vital.   Es así es que podemos continuar.

El camino es estrecho y muchos quedan atrás.  Algunos continuamos más que por voluntad propia por un llamado imperativo del Espíritu.  Es un destino que no todas las almas tienen pero que eventualmente todos seguiremos.  Está en nuestra naturaleza,  es el designio divino de todo ser humano.

Mañana me toca cruzar el globo de lado a lado y esta vez voy muy bien acompañada.  Mi hijo Ariel de diecisiete años es mi compañero de viaje.  A tan corta edad sentir el llamado de India no es usual. Me emociona tanto ser testigo de la expansión de su mundo interno. 




Qué gran honor.



Y en esta quimera de una vida real que anhelo construir me aventuro con él de nuevo al vórtex que sostiene mi maestro.  Su energía palpita cada vez más fuerte.  Sueño despierta con un shala caliente donde se escucha sólo el sonido de la respiración.  Por las pequeñas ventanas se asoman al amanecer las palmeras características del sur de la India; afuera se escuchan los pitos de los rickshaws y las voces de los estudiantes y vendedores indios.  

Un día más en Mysore y siempre tengo la misma sensación:  cuando estoy en Savasana en el baño de las mujeres,  lloro de alegría porque una vez más pude llegar hasta mi medicina.  Mi cuerpo tembloroso, sudoroso y feliz,  absolutamente feliz.  Una felicidad que ni mi mente puede entender,  pero sí mi espíritu.  Un gozo total de sentirme viva y poder respirar.  Y desde mi alfombra,  siento el amor más grande por todos aquellos que han sido un stepping stone para que me encuentre aquí de nuevo,  en mi lugar sagrado.



Desfilan por mi mente rostros de maestros,  parejas,  hijos,  mentores,  estudiantes,  amigos y enemigos. Todos han puesto su grano de arena.  Todos han contribuido,  lo quieran o no,  a que yo esté aquí de nuevo.



Y sólo puedo sentir gratitud absoluta por cada uno de ellos,  aunque algunos de los regalos que pusieron en mi regazo  fueron bien amargos.   Todo se transmuta en este lugar y se convierte de forma mágica en guirnaldas de flores de jazmín perfumados,  marigolds doradas y rosas fragantes.



Comprendo la perfección de nuestro camino en esta vida,  pleno de lágrimas y rebosante de amor.



Estoy lista para tomar esa serie de aviones una vez más sabiendo que voy donde tengo que ir y que todo lo que suceda será lo que el Amor me tiene reservado.


lunes, 11 de enero de 2016

En el camino del crecimiento...

Escribí esto durante la tormenta del soltar.  
Aplica 100% a todo lo que estoy viviendo en mi vida en este momento.

Soltar es una forma de vida,  un acto perenne.  
Una oportunidad de ir profundo,  cada vez más profundo.  

Sí,  he crecido inmensamente desde ese entonces.
Sí,  ha sido muy difícil y doloroso.
Sí,  todavía hay mucho amor de por medio pero con una forma distinta a la que yo imaginaba.

Hoy, por primera vez,  pude hacer mis series sin detenerme.  Sentí una conexión inmensa con mi maestro, con su abuelo y con todos los yogis detrás suyo.  Sentí que mi cuerpo y mi mente dieron la talla sin luchar.  Sentí una fuerza que me llegaba de no sé donde que me sostenía y cuidaba.

Le dediqué mi práctica a alguien que amé y amo y que siempre amaré.

Y esto,  esta conexión tangible con lo Intangible,  esto es lo que siempre he estado buscando desde que llegué a esta vida. 

Así que sí,  valió el boleto.



"En el camino del crecimiento,  todo se vale."
Julio 2013

Leo esta frase en un libro que encuentro por ahí.  Me llega directo al corazón. 

Observo mi mente como se inmiscuye y empieza a opinar: 

"Jamás...cómo se te ocurre? 

No, no, no...uno tiene que adaptarse.  Si no le gusta algo,  pues seguir adelante,  no darse por vencido....bla, bla, bla..."

Me quedo con el hit al corazón.

Qué tal si para nuestro crecimiento necesitamos explorar lugares nuevos que nos asustan?


Definitivamente,  así tiene que ser.  Uno de mis maestros más queridos,  Tyohar, me lo dijo una vez:

"Si tienes que escoger entre lo conocido y lo desconocido,  escoge siempre lo nuevo.  Es lo que te hará crecer."

Vegetamos en el día a día de una vida árida y triste...llena de qué pudo haber sido,  si sólo me hubiera atrevido...

O construimos un arco iris de colores brillantes lleno de escarcha,  donde cada segundo cuente.

Hace un año y pico que llevo una espina en mi alma.  No la he podido sacar.  Es la espina de saber que hay algo más que necesito vivir y no me estoy dando el chance.  

Miedo a perder.  Miedo a no encontrar.  

Miedo a equivocarme.

El sentimiento es perenne y trato de no darle mucha bola.  Darle bola implicaría cuestionar decisiones pasadas que tal vez ya no tienen vigencia.  Implicaría sacar chunches viejos almacenados llamados sentimientos y dolores.  Significaría darle una vuelta de 180 grados a mi vida y la verdad,  a veces lo que siento es pereza.

Pero hoy al leer esta frase sentí un hit de calor por dentro.   Sentí que alguien,  en algún lugar de este mundo, me hablaba y me quería.  Sentí un lugar que no sentía hace mucho tiempo:  el lugar que me ha llevado a hacer cambios drásticos en mi vida cuando sentía que ya no podía respirar.  El Universo tiene una forma muy sabia de responder a mi hit: el día me ha respondido con una serie de sincronicidades perfectas.  Acontecimientos rutinarios desde afuera,  omens de buenaventuranza desde adentro.

Definitivamente,  uno es el creador de su vida.

Me responde finalmente mi libro de oráculo y me anticipa un milagro muy grande: me dice que me mantenga abierta y confiada,  que no dude. Que ya mi oyeron.  Que la espina es obvia para mis ángeles y mis guardianes.  Que aunque viva pretendiendo que no está ahí,  ellos saben.

Y yo sé.

Me aventuro a explorar la forma más creativa,  inteligente y menos dolorosa de extirparla.
Mmmm...

No.
Me preparo para sangrar,  llorar y soportar el dolor.

Y asomarme al otro lado.

Porque sé que ahí es donde tengo que ir.
Porque sé que ahí alguien me espera.



Décimo viaje: la vida es nueva

En el año 2012 viví la revolución más grande de mi vida.


Comencé a cuestionarme todo.  A observarme con atención,  a realizar si cada cosa era lo que necesitaba en mi dharma.  

A finales de año,  Marco y yo partimos a India en el que sería nuestro último viaje juntos.  Fuimos de nuevo al norte y terminamos en Mysore.  Yo con Sharath y Marco con Saraswati.  En total practicó cuatro viajes con ella y todavía la llama su maestra. 

La recuerda siempre con cariño y devoción.

Marco regresó a Costa Rica y yo me quedé en India con mi práctica que cada día se ponía más intensa.  La Tercera Serie está hecha para darnos una fuerza nueva que no viene del ego:  una fuerza que nace de la más profunda humildad.  Sus posturas y secuencia son tan brutales que sentía que me arrancaban los brazos y lloraba de impotencia y de dolor en el shala.  En mi torpeza inicial mi mente sólo me decía que no era posible para mí,  que mis muñecas no eran los suficientemente fuertes,  que mis bandhas estaban desaparecidos por los embarazos y que todo era una locura.

Llegaba al apartamento partida en dos,  algunos días simplemente a llorar.  Otros a meditar y entender qué diablos me estaba pasando.  Me sentía partida, escindida.  Una parte anhelando con tanto deseo verme con sinceridad y otra parte aterrorizada ante lo que veía.  

Mi alma anticipaba un rompimiento muy grande de estructuras:    una muerte.   

Cada día salía del shala sorprendida de estar en una pieza.  Cada día me cuestionaba si era cuerdo regresar.  Así pasé un mes.  Además sintiendo mi corazón partido ante las demandas de mi camino y las responsabilidades de esposa.  Sintiéndome siempre que no daba la talla.  Sintiendo que no podía con tanto.

Los acontecimientos del siguiente año a mi regreso a San José se encargaron por sí solos de darme respuestas.  Lo que estaba sólido permaneció:  lo que no simplemente se fue.  Guruji decía que la práctica nos da el regalo de limpiar nuestras vidas de lo que no va con nuestro camino espiritual y de atraer como un imán lo que sí necesitamos para avanzar.

Así que me dejé despojar- con bastante resistencia.  En un momento luché por regresar a lo conocido, a lo cómodo.  Por sostener mi estructura que ya estaba resquebrabajada.  La estructura caía cada día un poco más y yo observaba como todo el entorno me pedía a gritos volver a ser la de "antes".

Pero ya era demasiado tarde.

El camino estaba trazado y la decisión tomada desde nuestros espíritus.  Mi ego tuvo serios problemas en alinearse pero la práctica diaria se encargó finalmente de acomodar todo. 

La entrega había sucedido y ahora sólo tenía que vivir con las consecuencias.





Resumen del 2012

 
"Why fear?" - Sri K. Pattabhi Jois

domingo, 10 de enero de 2016

Noveno Viaje: Shanti

Sebastián y yo decidimos hoy salirnos de la burbuja.


La aventura comenzó en la estación de trenes.  Tomamos la ficha 245 e iban apenas por la 180.  Un rato para investigar horarios,  cuadrar planes y decidir el trayecto.  Lo observo dentro del caos de la India de verdad:  un taxi casi nos atropella,  es domingo y la estación está atiborrada de gente.  Hay ruido por todo lado y una sensación de mucha emoción de poder salirme a la India que amo.

Está un poco aturdido.

Duramos un par de horas pero finalmente salimos con nuestros tiquetes.  El destino:  Tiruvanamalai. El viaje en un tren de pasajeros que vale sesenta rupias el tiquete ($1) y ya eso me preocupa.  Pero estamos listos para la aventura.  Luego,  otro tren hasta Madras o Chennai como le llaman ahora.  Y de ahí no sabemos:  buscar una estación de bus para llegar hasta nuestro destino.

Arunachala dicen que es el lugar sagrado de donde se nutren todos los demás lugares sagrados en India.  Es tal su poder que también dicen que con sólo pensar en esta montaña (que para ellos es una manifestación de Shiva,  la energía de la destrucción) ya uno tiene garantizada su liberación del Samsara hala hala.  Sólo sé que estuve ahí embarazada de Gael y para mí tiene un significado muy profundo y que tengo unas intensas ansias de regresar al lugar donde fui tan feliz.

Y me devuelvo en el tiempo a otro de los viajes más hermosos que tuve por estas tierras.  

El Shanti- la paz llega incluso en los momentos más intensos,  en medio de lo desconocido,  cuando estamos en nuestro centro- estemos donde estemos.

Noveno Viaje: Peaceland: Shanti comes


India se sintió muy tranquila esta vez:   estuvimos unos día en Goa y conocí a mi maestra Dena Kingsberg, admirada por largos años.  Las dos semanas con ella cambiaron profundamente mi perspectiva de la práctica.  Los días de sol y scooter fueron un bálsamo para nuestra alma. Nuestros anfitriones en Peaceland,  el lugar donde nos quedamos,  mitad indios, mitad portugueses, calentaron nuestro corazón.



De ahí a Mysore fue un brinco. Empecé mi Tercera Serie en serio,  después de dos viajes embarazada.  Fue un mes difícil a nivel de yoga,  pero tranquilo a nivel interno.  Sólo que estuve bastante enferma y mis pulmones comenzaron a darme señales.

Por casi un mes,  estuve con una terrible tos y llegando a Costa Rica descubrí que tuve principios de neumonía.  En nuestro idioma del yoga decimos que cada parte del cuerpo significa algo:  los pulmones son tristeza acumulada y ya era tiempo de dejarla salir.

Jamás anticipé todo lo que sucedería a mi regreso a Costa Rica.

Los acontecimientos de ese año volaron todo lo que pensaba de mí misma y mis relaciones más cercanas.  Fueron tiempos difíciles de mucho cuestionamiento y duda.  Sin embargo, de este caos interno y externo surgió una nueva verdad.

De hecho una nueva vida.  

El Yoga tiene como cualidad que va limpiando el cuerpo,  la mente y las emociones acumuladas por años y vidas en nuestros tejidos físicos y psicológicos.  Ya me lo había anticipado un amigo que el 2012 iba a ser fuerte para mí.

Mi mundo comenzó a mutar de una forma sutil,  interna.  Como un volcán que se prepara para hacer erupción inevitablemente.

Sólo sé que India y mi camino le  devolvieron a mi espíritu un lugar en este mundo.  Pero también sé que me pidieron rendir lo que más amaba  para poder continuar mi sendero con fuerza.




"You take practice.
One teacher, one style,  many years.
Then,  Shanti is coming.
No problem."

sábado, 9 de enero de 2016

Noveno Viaje: el despegue

Mysore amanece tranquilo.


Voy a desayunar con Sebastián a Santosha.  

Nos encontramos a María de Guatemala y su familia. Conversamos sobre India: la India de verdad,  la que espera fuera de esta burbuja llamada Gokulam. Muchos creen que India es esto, pero todavía no han viajado.  India es un universo,  un arco iris, un caleidoscopio. Cada vez que vengo quisiera tener más tiempo para pasear después de mi mes con mi maestro.  Hay tanto allá afuera: su gente, lugares impresionantes,  vida.

Preparamos un viaje final fuera de los muros de la burbuja para el fin de semana de la Luna llena. El lugar: una montaña sagrada.  Mi intención:  regresar a un lugar donde sentí la presencia de Dios tan profunda, tan vasta,  tan sencilla al mismo tiempo.

Arunachala Shiva para Luna llena en bus,  tren o lo que sea.

Y mientras sueño con estar de nuevo ahí,  regreso en el tiempo al noveno viaje por estas tierras.

India y la trombosis venosa

Ya estamos en camino.  Estoy en el aeropuerto de Bogotá.  Siete horas de espera para tomar el vuelo a Frankfurt.  La despedida muy dura:  anoche mientras lloraba por adelantado la ausencia de mis chichis,  sentí como un taladro en el centro de mi corazón.  Si el Shaktipat es la forma en que el maestro imparte la Gracia,  anoche fui tocada por el de Arriba.

El recorrido es largo y cansado.  De aquí once horas a Alemania,  otra espera de ocho horas y finalmente,  diez horas más hasta Nueva Delhi.  En vuelos tan largos,  advierten la importancia de caminar continuamente durante el trayecto,  so pena de trombosis venosa dice la guía. 

Medito un poco sobre el significado de esto. 

Tal vez ayude pararse de cabeza en el pasillo?  O hacer Viparita Karani contra la ventana o el asiento de enfrente?  Esto del Yoga lo vuelve a uno muy creativo.

El cambio de horario es otro elemento a considerar.  El jet lag a Europa ya es de por sí intenso,  si a eso agregamos otro viaje parecido porque India está prácticamente al otro lado de Costa Rica en el globo terráqueo.  Pienso en la distancia tan grande y siento un vacío muy grande.  Pero respiro y en mi ser más interno sé que todo es como tiene que ser.

Arjuna,  el héroe del Bhagavad Gita,  se resiste a cumplir con su dharma,  su destino.  Odia la idea de herir a aquellos que ama.  Se acobarda,  inventa excusas,  llora,  grita ante la mirada impasible y compasiva de Krishna.  No encuentra en su maestro un aliado para su resistencia,  sino un recordatorio de su fuerza interior.  Finalmente,  acepta que su naturaleza de príncipe lo obliga a luchar por el bienestar de la mayoría.  Y se lanza a la batalla con la certeza de que en esta vida cada uno tiene su camino que cumplir,  bien o mal,  no importa,  pero su propio camino.

Batallo en mi interior con un montón de ideas ajenas sobre cómo debo desempeñar mi vida y mi maternidad.

Nunca quise ser una de esas madres sacrificadas,  metida en la cocina,  observadora de los demás.  Siempre aspiré  a crear mi propio sendero.  El precio de este rompimiento de esquemas es mi propia lucha interna con mi condicionamiento. 

Con la espada del discernimiento,  aspiro enseñar a mis hijos el valor de seguir los sueños,  de no acobardarse ante el qué dirán y de vivir su pasión.  Estoy lista,  ni un paso atrás.  Temo un poco el regreso a mi maestro en Mysore después de casi dos años de ausencia, embarazos y vida...pero voy con la certeza de que estoy  cumpliendo con mi dharma. 

Mi propia trombosis venosa mental se apacigua ante la cercanía de ese olor que ya puedo casi sentir en mi nariz: incienso,  tierra,  sangre y basura,  todo en un ramillete de colores vivos y sonrisas blancas en rostros oscuros. 

Cierro los ojos un momento:  me preparo para volar.

Bogotá: esperando en Sirsasana




Frankfurt Main y la nariz

Aquí escribiendo más muerta que viva. 

El viaje de casi doce horas es salvaje.  Termina uno durmiendo en quién sabe qué posición y se despierta como un zombi.  Frankfurt nos recibe con su aeropuerto silencioso, ordenado,  muy german style.  Una nueva espera de 7 horas para tomar nuestro vuelo de Air India a Delhi. 

El cambio de horas se siente,  pero la anticipación del olor me sostiene.  Cómo lo anhelo!  Será que las experiencias en la vida van unidas a un cierto olor?  Y ese olor sella lo vivido para siempre? 

Estoy un poco mareada,  vemos catres por todo lado,  creo que es hora de ir a buscar uno y echarnos un rato.  Las nubes grises tapan el cielo en Alemania,  excepto por un pequeño hueco al fondo por donde se cuela la luz.  Son casi las 4 pm aquí,  un poco perdida con el tiempo en relación a Costa Rica pero creo que vamos 8 horas adelante.

Cierro esta entrada, voy a dormir un rato.


Mudras de bienvenida

Llegamos.

Mientras escribo,  todo me da vueltas.  Es como si el cuerpo siguiera moviéndose en el espacio después de tantos aviones. 

Estamos en Delhi,  la llegada al aeropuerto muy hermosa como ven en las fotos,  fuimos recibidos por un montón de mudras.  Los mudras son gestos sagrados con las manos que simbolizan distintas cosas:  calma,  sabiduría,  protección,  fe. 

El caos de las calles se escucha silencioso en el taxi...vamos tan cansados que ni lo determinamos.  


Welcome to India

FELIZ AÑO 2012


Pues qué recibimiento de Año Nuevo!  No teníamos grandes expectativas, sin embargo,  resultó toda una experiencia recibir el 2012 bailando con los indios. 

Empezando por el DJ,  la música buenísima y la gente muy alegre.  Bailamos,  brincamos y nos reímos tantísimo!

Noveno Viaje: el regreso

Noveno Viaje


Amanezco enferma.

Parece que hay un virus en el shala y en Mysore.  Se ha puesto muy frío últimamente y el cambio de clima lo ha propagado.

Así que paso un día de luna muy hacia adentro,  entre escalofríos y fiebre, buscando entre mis recuerdos para escribir.  Este Blog lo empecé exactamente hace cuatro años, previo a este mi noveno viaje.  El abanico de recuerdos se abre amorosamente a un tiempo ya pasado pero muy amado.

Esta es una colección de las entradas previas al viaje:  un atisbo a la vida en familia.  El nacimiento de los bebés me ha mantenido alejada de mi escuela por casi dos años.  

Mysore se ha vuelto un lindo recuerdo en mis meditaciones.


Regreso

Hoy me despierto desde las 5 am,  la hora de Brahman,  la hora perfecta para meditar y practicar.  Todo está en silencio,  la luces en la montaña todavía encendidas,  las últimas estrellas en el cielo.

Mysore se ha vuelto sólo un recuerdo en mi vida.

Mi querido Mysore,  recuerdo levantarme todos los días a las 4 am para estar en la escuela a las 4:30.  Caminar en silencio,  resguardada por la seguridad que me dan mis maestros,  a pesar de que tengo que caminar casi un kilómetro todos los días en medio de la oscuridad.  

Cuando llego a la escuela, ya está llena de gente esperando en el portón,  todos en silencio,  me reciben sonrisas...esperamos que abran.  Cuando entramos,  el shala se ilumina,  cada uno abre su alfombra y empezamos...nadie habla,  sólo se escucha el sonido de la respiración,  un ujjayi íntimo,  un ujjayi que simboliza la unión,  el yoga...todo fluye en armonía.   Cuando Guruji estaba todavía con nosotros,  llegábamos y él estaba sentadito en su escritorio,  leyendo sus queridos libros sagrados...a las 5 am,  cantamos la invocación:  llévanos de la oscuridad a la luz,  querido Guru,  de la selva implacable del samsara,  del ciclo eterno de deseo y sufrimiento,  de vida y muerte,  a la luz.  Todo transcurre en silencio,  los maestros y su presencia nos cubren como un manto sagrado.  A las 7 am,  todo ha terminado...y el resto del día es una contemplación de estas horas tempranas.  Todo se ve hermoso,  los conductores de los rickshaws me saludan y yo quiero abrazarlos,  el señor de las pipas me da una y se la agradezco tantísimo...los amigos,  la comida...cada instante es una reverencia.  Siento el corazón tan lleno.  Esto por un mes es una medicina para el alma....para mi alma sedienta. Todo está bien,  no hay remordimientos.  Mi alma bebe el Prana,  mi cuerpo se siente tranquilo,  mi mente está en silencio...y puedo apreciar lo hermoso de esta vida,  sin tanto ajetreo, sin tanta preocupación. Se abre un espacio interno que realmente puedo sentir,  que está vivo,  no es un pensamiento...existe.  Es real. 


.
.
.
Hoy también me despierto a las 5 am,  Marco sale a trabajar temprano.

Matías llora en su cuna,  Gael y Theo se despiertan temprano.  Dos horas de atenderlos, cambiarlos, darles de comer,  escuchar sus historias,  calmar sus lágrimas.  Matías tiene 8 meses, Theo un año y 9 meses y Gael casi 4.  Son mi Yoga diario.  Cuando empecé a practicar Ashtanga, mis hijos grandes ya estaban en la escuela y tenía todas las mañanas libres para practicar tres horas y hacer pranayama.

Hoy,  es casi un sueño.  

Mientras escribo,  Theo grita en el primer piso.  Lo escucho con agradecimiento.  Este año 2011 casi se nos va en junio, tuvo una bacteria intestinal tan fuerte que tuvimos que internarlo y pasamos tres días de mucha zozobra y miedo.  Cada vez que lo abrazo le agradezco infinitamente a  Dios el que siga con nosotros.  

Gael todo lo pregunta,  es un niño que nos pide awareness constante,  si le contestamos sin presencia inmediatamente lo reclama.  Tiene la risa más bella que jamás he escuchado.  Matías gateó ayer por primera vez...vino a nosotros sin pedirlo y hoy es el regalo más hermoso de nuestro hogar.

Cada vez que iba a India,  anhelaba profundamente el viaje.  Esta vez no.  Siento que mi corazón se va a partir en muchos pedazos al tener que soltarlos.  Siento el dolor y a la vez,  la apertura que esto va a traer.  Más espacio para que cada vibración entre más profundamente.  Desde ya hace muchos meses que siento la ansiedad de la separación.

Será que esto es más difícil que la Tercera Serie?  Cuánto nos pide la Vida si realmente queremos ser consecuentes?  

Sólo porque sé que India da más,  mucho más de lo que uno alguna vez anticipa,  es que puedo soltar a mis pequeñines con la seguridad que todos estamos en las manos del Divino....regreso a mis gorditos,  mientras escucho las risas de Matías y los lloros de Theo,  agradezco y honro cada pedacito de mi Yoga.

.
.
.

Guruji decía que cuidar a la familia es la sétima serie

En junio del 2011,  Theo se enfermó con una diarrea muy grave,  lo tuvimos en el hospital internado tres días entre la vida y la muerte.  Fue la experiencia más dolorosa que vivimos desde que somos papás de estos babies.  Cada día que veo a Theo corriendo y jugando,  recuerdo esos momentos de zozobra.  

El segundo día en el hospital,  iba saliendo para la casa a atender a Gael y Matías, Marco estaba con Theo en el cuarto.   Y apareció el arco iris más hermoso sobre el hospital,  exactamente sobre el cuarto donde estaban ellos.  Lo interpreté como la Gracia en acción,  enseñándome sobre la fragilidad de la vida,  la fuerza del amor y lo difícil de soltar cuando amamos.  

Cada vez que me despierto en la mañana, entrego a todos mis hijos a la Gracia,  siento por dentro como si muriera:  el miedo a perderlos es tan grande.  Pero a la vez comprendo que ellos son de la Gracia,  que yo soy su guardiana mientras crecen y que siempre están cuidados por el Amor.  Ahora con este viaje a India,  los miedos de que algo les suceda mientras no estamos salen a la superficie.  Pero en el fondo de mi corazón siento que el amor por ellos es tan profundo y puro que no importa lo que suceda a los cuerpos.  Nuestras almas siempre seguirán amándose.    

Lo más lindo que sucedió este año fue el nacimiento de Matías.  A través de toda la resistencia que Marco y yo teníamos a su llegada,  nos atravesó como un rayito de luz los corazones y ahora no podríamos concebir nuestra vida sin él.  Nos enseñó el valor de venir a unos padres que estaban perdidos en sus samskaras,  nos abrió el corazón de par en par con su incondicionalidad.  Cómo pudimos no sentir su amor es sólo una muestra más de como el Avidya (la ignorancia)  nos cubre continuamente y gracias a la Gracia continuamos nuestro camino con el deseo de abrir nuestro corazón cada día un poquito más.  Ese es el Yoga,  todo lo demás siento que es un proceso de desembarazarse de tanta coraza que hemos construido alrededor de ese lugarcito tan delicado y frágil como la vida misma.  

Desde ahí es que quiero vivir,  aunque a veces se sienta como si no tuviera piel que me proteja.

Abrir el corazón es el propósito último de nuestra práctica de yoga.

A los pies del maestrito.
.
.
.

Lo Divino en lo mundano

Derivamos nuestra fuerza de nuestra espiritualidad,  cualquiera sea el camino que escojamos.   

En mi caso, escogí el camino del Yoga,  no sólo porque me encanta que no haya dogma sino además,  porque aprecio que todas las realizaciones vengan de la propia experiencia.  El Yoga es una disciplina que promete libertad.

India es considerada por mucha gente como una tierra sagrada.  La tierra misma es Dios y en muchas aldeas,  se honra como el cuerpo mismo de la Divinidad.  Las montañas,  el cielo,  los bosques, las cuevas y ríos,  son los rasgos de su rostro.  Ella es Bharat Mata,  la Madre India.  Su paisaje está vivo, denso de significado sagrado.

Contemplo los rasgos de mi vida sagrada.  Los pájaros cantando,  la brisa suave de la mañana. Todo es silencio en el Estudio,  los bebés duermen,  Marco también.   Siento ya el dolor de la partida,  el desgarro en mi corazón desde ahora.  Desde ya me pide esta Madre que suelte lo que más amo,  que confíe y me lance a ese viaje de días a través de este globo terráqueo.  India nos prepara, nos curte,  nos muestra adónde estamos contraídos,  nos invita a sentir la expansión de nuestro Ser por encima de los apegos.  

India nos llama,  me llama.  Acudo al llamado,  le doy la vuelta al mundo y una vez allá,  me sentaré a esperar que llegue mi corazón.  Me voy sin corazón,  queda aquí en mi casa,  con mis hijos y  mi gente. 

Sé que voy buscando algo que ya tengo.  Voy porque Arjuna tuvo que ir a la batalla,  porque era su Dharma.  Voy sabiendo que voy a encontrar algo nuevo que todavía no sé que es pero que necesito vivir. 

El año termina con mi corazón en esta vida de detalles,  de simples cosas:  bañar a los chicos, darles de comer,  reírnos y abrazarlos,  esta Navidad en familia,  el intercambio de regalos.  Lo divino en el día a día...lo sagrado en mis manos y mis pies.  No necesito ir a ningún lado para encontrarlo.   

Ha estado siempre dentro de mi corazón.

.
.
.

El dulce sabor de la Navidad

Hoy:  Navidad dulce,  sentida...el día transcurre en medio de risas,  peleas por juguetes,  sonrisas y lloros.  Todo mezclado produce un caleidoscopio de vida,  un abanico de sensaciones.  En ciertos momentos,  siento cómo mi idea del cómo tiene que ser se contrae ante la realidad de lo que es. 

Matías nuestro bebé lucha contra el sueño,  se termina durmiendo a las 4 de la tarde en vez de su siesta habitual de las 10 am.  Lucha,  se para en la cuna,  llora.....no se rinde!  Terminamos dándole de comer juntos,  Marco lo alza y cucharada por cucharada,  va cerrando los ojitos,  se relaja y finalmente,  cae.  

Quisiera poder rendirme igual ante la idea de la despedida.  En este momento,  es sólo una idea,  una anticipación de la mente.  Imagino el momento en mi cabeza,  le doy vueltas y me doy cuenta de que faltan sólo 3 días.  TRES DIAS.  Tres días para tenerlos los más cerca posible..y luego,  rendirme ante la idea de que puedo partir en paz.

Porque es el Prana quién los mantiene con vida.  Todo es perfecto y así lo escogí.  No tengo por qué temer.  India espera,  sin embargo, no hay nada que ir a buscar.  Sólo reafirmar lo encontrado.  Sólo alejarme un rato para realizar que todo ya ES.  No hay búsqueda aleatoria,  no hay promesas de iluminación.  Existe este momento y aquí realizo todo.  

Aquí comprendo todo.  Con sus altos y bajos,  la resistencia y la confianza.  Es perfecto.
Soy feliz.


Qué llevar...

Bien...empaquemos.  

El problema es acomodarse en un salveque tan estrecho.  Si uno va a India de backpacker, necesita limitarse a lo esencial.  

Número 1:  botiquín.  Leo en la guía de Lonely Planet una lista interminable de posibles catástrofes que pueden acontecer,  desde bichos en la cama hasta tifoidea.  En las ocho veces anteriores, tengo la suerte de no haberme enfermado más que una vez con calentura y diarrea.  Pero la guía recomienda:  vacunas,  medicinas, antibióticos, etc, etc, etc.  Es una muestra más de cómo el miedo puede entrar.  

Decido limitarme a unas acetaminofén,  bloqueador solar en abundancia y un antibiótico para diarrea.  India tiene la cualidad de limpiarnos apenas llegamos...a veces sí,  a veces no. Voy dispuesta,  no preocupada.  Me doy cuenta de que podría caer en la paranoia y la hipocondría...pero decido estar tranquila. 

Qué más? chaqueta para el Norte,  se pone muy frío de noche.  Por supuesto,  mi mat.  Un par extra de zapatos,  anteojos,  la compu...y basta!  es intenso esto de simplificarse.  Sin embargo,  se siente una gran libertad el saber que se puede sobrevivir e incluso,  disfrutar,  con tan poco equipaje.  

Nuestro itinerario inicia en Delhi,  capital de la India.  De ahí,  la idea es bajar a Agra,  al famosísimo Taj Majal,  luego Jodhpur,  Varanasi y Goa.  No sabemos si este plan se va a mantener, probablemente no.  Y está bien...terminamos nuestra aventura en Mysore.  

Ir a India es abrirse a la Gracia.  Es agradecer cada día el cambio de planes.  Aquí nuestra rutina es predecible,  allá todo es inesperado.  Me doy cuenta de que amo mi rutina.  Me siento un poco incómoda de tener que cambiar todo...

Cómo incomoda el cambio.   Será que es esa incomodidad la que nos hace crecer?  Me resisto a salirme de mi cuadrito.  

Lucho por llevar más chunches...pero no caben.  


Papi y Mami siempre vuelven!

Navidad en la Montaña: Gael y Matias


.
.

El yoga del householder: de ashrams y renunciantes

Sacamos un rato para ir a la montaña. 

Theo va muy asustado,  la cuesta es empinada. Gael pregunta a cada rato si ya empezamos a subir.  Arriba,  la ciudad se ve pequeñita y el sonido del viento invita al silencio interior.  Caminamos y aparecen unas vacas, Theo inmediatamente llora para que lo alcemos.  Gael va tranquilo,  aún ante un perro que se asoma a saludarnos.  Vemos caballos,  un corral,  árboles de mandarina y otros llenos de campanitas amarillas.  El atardecer es majestuoso.  Los tonos de rosado y naranja destacan aún más el azul de las montañas.  Todo se siente tan tranquilo...y sólo deseo estar ya de regreso para traérmelos de nuevo a la "Montaña de Papi" y estar todos juntos de nuevo.

El Yoga que practico no me pide que me vaya a internar en un ashram (lugar de recogimiento), sino que aplique lo que realizo en mi vida de hogar,  de familia,  de trabajo.  Es el Yoga del Padre y Madre de Familia.  No hay que irse a los Himalayas a vivir e iluminarse,  sino que cada acción diaria, cada perla de la rutina, es un instante sagrado.  Lo que pasa es que a veces cuesta mantenerse despierto ante tantas demandas.  Una parte de mí desea sólo check out cuando los tres bebés lloran,  pierdo la paciencia y absurdamente,  evado la oportunidad de iluminación. 

Leo en mi libro de India que cualquier lugar donde gente con una mentalidad parecida se unan para explorar la espiritualidad puede llamarse un ashram.  Me gusta esta definición.  Mi hogar puede ser un ashram,  el Estudio es de hecho ya un ashram.   Dice el libro que un ashram se establece cuando un guru se queda en un sólo lugar y los discípulos se congregan a su alrededor:  todo cobra sentido.  Mis bebés son mis gurúes,  aquellos que llevan de la oscuridad a la luz,  aquellos que me enseñan el valor del servicio desinteresado.  En medio de tanto ajetreo,  aprecio enormemente el regalo de poder salirme de mí misma,  de soltar un poco mi egocentrismo y dar,  dar simplemente por amor. 

El amor más grande que he sentido en mi vida.   

Los ashrams tienen códigos de conducta,  sigue el libro.  

Sí,  lo entiendo muy bien: 

"Por favor,  entendéme cuando te hablo entre balbuceos."  
"Cuando tenga hambre,  dáme algo que me guste y que disfrute."  
"Cuando tenga sueño,  rascáme la espalda y hacéme masajito."   

"Cuando simplemente no sé que tengo,  abrazáme". 

El día transcurre con mi intuición despierta para leer sus señales, a veces sin palabras. Y todo lo vale cuando Theo me hace ojitos,  cuando Gael me dice que "te voy a hacer tanta tanta falta",  o Matías se me acurruca para que lo duerma.   

Las reglas de los ashrams en India incluyen bañarse a diario-la cumplimos,  incluso varias veces-, abstenerse de tabaco,  alcohol,  ajos y cebollas-  no nos gustan de todas formas,  preferimos las uvas,  el aguacate y la sopa de letras.  La mayoría de la gente en los ashrams en ese país se visten de blanco.  Aquí,  la pureza e inocencia de estas almitas les permite vestirse de colores y tal vez, contagiar a los papás y a todos aquellos que quieran estar cerca de ellos de esa Luz...aunque sea por ratitos.

Medito sobre el profundo privilegio que significa tenerlos cerca.  Y la bondad de la Vida de hacerme canal de semejantes seres.  Ya los tres duermen,  la casa está en silencio y puedo escuchar los alisios tardíos soplando con fuerza.  Todo está en paz.  

Los maestros están en casa.