miércoles, 2 de octubre de 2019

Me despierto dos minutos antes de que suene mi alarma. 

3:43 am.

En el sueño, vamos en un carro negro grande y muy espacioso.  Veo a mi esposo Abhishek con un control en la mano en el asiento del acompañante... y veo que en el asiento del conductor no hay nadie.

El carro se mueve en la ciudad y yo me congelo del miedo. 

“ nos vamos a estrellar!”
“ no hay nadie manejando el carro!!!”

Abhi se vuelve y me dice con calma: 

“Nada de que preocuparse- aqui tengo el control.” 

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.
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Cada día que pasa comprendo mejor que no controlo nada. Me levanto con el alivio de saber que hay fuerzas más grandes de las cuales no tengo ni idea- esas mismas que me trajeron a este día. 


Aqui y ahora,  me despierto en el lugar que más amo en esta tierra. Mi meca.

Afuera es de noche todavía. Hago mi ritual: preparo mi agua con limón; caliento el agua para el baño; preparo mi ropa.  

Pero sigo con la sensación de angustia en el pecho por el sueño...

“ no controlo nada...”

Mi amiga Eva pasa a la hora en punto con Appa, el driver que siempre busqué pero nunca encontré. En India y ahora en Mysore, hay una mafia de drivers que nos acosan a los visitantes. Es incómodo pero ya es parte de la aventura. Pero hace muchos años vi a Appa una vez y de inmediato me dije: que ser más hermoso... y no lo encontré más. 

Hasta ahora.

Hombre silencioso, es el papa indio de mi amiga Eva. La cuida como su hija.  Se siente el amor en el rickshaw cada mañana.

Todo lo que necesitamos llega en su momento. Si no ha llegado, es porque todavía no estamos listos para recibirlo. Oremos para vivir este día  con pasión e intensidad.  

Medito sobre todo esto mientras viajamos en la frescura de la madrugada en las calles vacías. Eva es un ser de Luz. Estar sentada junto a ella es un regalo diario. No tiene que decir nada. Siento el silencio, la devoción y el cariño mutuo. 

 Hermana de alma. 

Llegamos al shala y somos de las primeras. Esperamos en silencio hasta que llega nuestro maestro. Es el primer mysore de la temporada y estamos emocionados, curiosos de los cambios y un poco inquietos. 

Adentro,  el shala nos recibe con tanto amor. Hoy es primaria- poco a poco vamos desenredando el cuerpo y la mente. El primer turno somos los insensatos, los locos, los que llevamos años haciendo esto y no nos aburrimos. Todos mis amigos de años, caras conocidas que se mantienen igual, rostros sin edad llenos de bondad- la mano de nuestro maestro se ve en ellos, la medicina de la práctica que nos ha curtido y suavizado con el tiempo. 

Nos movemos en sincronía con la respiración y la lluvia que cae. Es mágico. Afuera los árboles nos acompañan nada más- los pájaros todavía duermen. 

Me toca la par de una mujer de unos 65 años- potente, enfocada. Alegre en su mat como una niña. Yo quiero ser así también hasta el final. 

Mi práctica despega sin mayores esfuerzos, hoy me siento serena y ecuánime en este oasis que siempre ha sido mi mat y que últimamente se ha tornado paraíso en esta India amada.  Mi espacio de comprender que la tormenta arrecia afuera pero yo estoy bien siempre. Serena y tranquila ante lo que es. 

Mi guru se mueve con destreza dando instrucciones a los asistentes y estudiantes. Todos nos movemos como un organismo de más de 400 nacionalidades, edades, condiciones físicas y en el fluir de esta mañana encuentro un lugar mágico para hacer mi meditación al terminar mi práctica.

El segundo piso me recibe para el descanso y mientras decanto los muchos meses de angustia y dolor lejos de mis niños, escucho los pajaritos que cantan a la mañana y yo misma me siento cantar por dentro, en profunda aceptación de que en este momento de mi vida estoy aquí y soy muy afortunada. 

Suelto el control que nunca me perteneció de todas formas. Entrego
todos los pesares sin expectativas.  La fuerza que crea mundos y planetas, esa misma que creo a mis
niños, se mueve despierta en mi cuerpo.  Me ilumina cada célula y me abraza cada mitocondria.

La gracia desciende a un lugar en Karnataka, al sur de la India y nos toca a todos. Gracia rodeada de palmeras, cantos de pavo reales y lluvia temprana.

Soy esa lluvia que lava el dolor y el miedo. Esos cantos que dicen “Theo”... ese cielo que se ilumina por el sol naciente. 

Nazco a mi nueva vida, hoy, aquí en mi amada India.

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