martes, 22 de octubre de 2019

Este amor

He estudiado el yoga por algunos años. Siento que apenas empiezo a comprender las profundidades de esta ciencia y arte.  Desde mi nuevo hogar, India, la cuna de esta disciplina de vida, medito sobre las interpretaciones que a lo largo de los últimos tres míl años le han dado y comprendo que nuestra percepción del yoga es personal y única.

Cada uno trae experiencias de otras vidas huellas energéticas que pondrán en movimiento la maquinaria de nuestros pensamientos. Los pensamientos darán semilla a otros y eso, unido a nuestra circunstancia vital, familiar y emocional, determinará los hilos de nuestra mente. Las experiencias las iremos acumulando hasta que un día nos daremos cuenta que tenemos necesidad de romper con todo lo que no somos, lo que nos ha sido heredado por sociedad, amistades, educación y cultura.

Realizaremos tal vez, sólo tal vez, que anhelamos terminar con la cadena del sufrimiento y para eso necesitamos retirarnos de nuestro estilo de vida para crear uno nuevo. Cultivaremos el desapego y
la disciplina mental para controlar nuestras emociones y saber que no somos sus esclavos.

Encontraremos un día la liberación del sufrimiento.

O quizás comprendamos que nuestra liberación no puede darse solo a nivel personal y que si hay alguien más que no es libre, no podemos descansar hasta contribuir de alguna forma a su liberación.

Podemos ser el Buda que se iluminó realizando la inevitabilidad del sufrimiento en este plano. O tal vez seremos otro Arjuna,  que a pesar de sus miedos y reservas, aniquiló  a sus familiares y maestros con tal de preservar el bien. Krishna le deja claro que el deber del guerrero es tomar acción antes que encogerse ante su destino. Le enseña cómo controlar su mente y emociones para poder vencer y realizar la acción requerida, libre de dolor y culpa.  Le explica los beneficios de la concentración, meditación y ecuanimidad en la ejecución con destreza de la acción correcta.

A veces desearía aislar mi espíritu de cualquier problema humano, retirarme a las montañas y en medio del aire fresco dedicarme a mis prácticas espirituales lejos del ruido y el drama mundanos. Pero se que mi misión está en esa batalla que es ante todo, una batalla mental.

Defenderme de quienes he amado implica hablar la verdad y eso duele. Duele porque hay verdades muy íntimas que fueron compartidas en momentos de amor y unión y ahora deben usarse como
flechas para enderezar las acciones desviadas. Me duele, si, me duele mucho. Pero he realizado en estos meses de separación de mis niños que las palabras verdaderas son mis flechas y es mi deber usarlas para combatir la ignorancia y la maldad.

Parte esencial del yoga son los principios morales. Las acciones deben tomarse considerando la Ética
y la honestidad- pero es una batalla. Porque si no se actúa, el mal gana. Si no se escribe, la mentira prevalece.

Estoy dando mi lucha en este campo de oscuridad y luz porque es mi destino. Porque amo demasiado y el amor se defiende con la vida. Porque no hacer acto de presencia por mis niños equivaldría a cobardía y desamor. Porque aunque no esté ya más en el país que viven (que ya no es más el mío) por una cuestión de auto preservación, estoy al pie del cañón ante la causa en que creo. Totalmente lista a disparar las flechas que sean necesarias para rescatar a mis pequeñitos de las garras del mal.

Muchos se preguntarán si actúo así tal vez el yoga no me funciona. Tal vez creen que como yogini debería más bien bajar la cabeza y hablar de amor incondicional. No. El amor implica valentía y ovarios- el discurso New Age de que somos amor no funciona frente al enemigo. Si una víbora quiere mordernos y picar a lo más amado, yo saco el machete.

No digo a la víbora “somos una” y me dispongo a morir con su veneno.

Es mi práctica espiritual la raíz y el origen de mi energía; mi enfoque mental y mi contención cuando extraño demasiado a mis pequeños. Es mi confianza en la persona de mi maestro; en la presencia amorosa de mi esposo, ambos guerreros indios poderosos y amorosos que me acuerpan diariamente en esta crisis.

Soy madre y las madres amamos hasta la muerte. El amor es mi estandarte y mi causa justa y sensata. Mis niños vinieron al mundo a ser amados por ambos su madre y su padre- independientemente de la opinión que tengamos el uno del otro. Eso es insignificante en comparación con la necesidad inmensa que tienen de los dos.

Desde esta India amada, llena de energía y certeza de que mi amor es real y profundo, empuño mis palabras para hablar con la verdad. Mi verdad no incluye separar a mis niños de quien aman y nunca podría hacerle al padre lo que el me hizo a mi. Sería dispararle en los pies a los seres que más amo en esta vida. Sería lo más bajo e infame y no deseo cargar con ese karma porque amo a mis niños infinitamente.

Mis flechas seguirán apuntando a todo lo falso, a todo lo oscuro. No tengo miedo porque me apoya la verdad y el amor.  Soy madre y las madres amamos con todo hasta el último día en esta vida.

Este amor solo lo terminará la muerte- y ni siquiera, anticipo.

Una vez fui por Theo a la escuela y venía sentado en su silla de seguridad jugando con unas ramitas. Mientras jugaba me dijo:

“Mamita, yo quiero que también me toques como mamá en la próxima vida...”

Ese día supe lo que es el amor humano en esta tierra.

A mis bellos Gael, Theo y Matías.
Siempre en mi corazón ❤️


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