La chamana me mostró las hojas de coca.
"Sopla"- me dijo.
Y soplé, mientras afuera resguardaban como centinelas montañas gigantescas rodeadas de brisa y nubes violeta.
La chamana tenía unos 70 años. Una mujer hermosa, sabia y serena. Su esposo de 30 caminaba por la casa, un inca muy apuesto de mirada profunda y pisada tranquila. Amables los dos, me hicieron sentir en casa.
Observó las hojitas, cada una con un significado y una historia por contar.
Y de nuevo soplé...
Las hojas fueron cayendo una a una en el pequeño mantel.
"Tienes un viaje"- me dijo. "Es un viaje de bienaventuranza."
Sonreí.
"Uno de tus amigos más cercanos sufre de una profunda tristeza. Puedes ayudarlo a vaciar su corazón del dolor y llenarlo de amor."
Mmmm....cuál será?
Como si me leyera el pensamiento me dijo: " No te preocupes, vienen dos más..."
Me quedé en silencio, envolviendo en mis pensamientos a aquellos que amo. En ese valle peruano de pronto se sintieron tan cerca y sus rostros aparecieron uno a uno.
Medité e intenté averiguar a cuál de todos se refería. Y luego me dijo:
"Este es. Ves su columna fuerte y recta?"- me mostró una hoja de coca pequeña pero casi perfecta.
"Es un ser con un camino tan claro como el tuyo..."
Guau.
Salí a un atardecer naranja con una paz profunda en mi corazón. Un paso detrás del otro, un pie delante y el otro sigue, un paso a la vez. Sin anticiparme, sin ocuparme de lo que todavía no es. Sólo aquí presente, totalmente abierta al presente. Sin expectativas y con toda la gratitud del Universo.
Al día siguiente subimos la montaña sagrada que anticipé en muchos sueños y fantasías.
Mientras subía, las montañas me hablaron, la lluvia me mojó y la tierra me cubrió con sus perfume, confirmando todos los vaticinios del día anterior. El viento susurró en mis oídos todo lo realmente importante y las palabras de mi amiga tomaron forma y sustancia, resonando cada una, reconfirmadas por el decanto pausado de la experiencia.
"Eres un alma muy fuerte."- me decían todos al unísono: montaña, viento, cielo, río y chamana.
Y de pronto me sentí fuerte, fuerte como nunca me había sentido en toda mi vida.
Y desde ese día, este amor exhuberante y expansivo alimenta cada segundo, un sentimiento de vastedad interna y reconciliación con todo lo que existe- mi propia humanidad en primer término.
Las voces internas apaciguadas y el sentido agudo de un águila que no se inmuta en su vuelo y que abre plenamente sus alas al despertar de lo infinito.
"Sopla"- me dijo.
Y soplé, mientras afuera resguardaban como centinelas montañas gigantescas rodeadas de brisa y nubes violeta.
La chamana tenía unos 70 años. Una mujer hermosa, sabia y serena. Su esposo de 30 caminaba por la casa, un inca muy apuesto de mirada profunda y pisada tranquila. Amables los dos, me hicieron sentir en casa.
Observó las hojitas, cada una con un significado y una historia por contar.
Y de nuevo soplé...
Las hojas fueron cayendo una a una en el pequeño mantel.
"Tienes un viaje"- me dijo. "Es un viaje de bienaventuranza."
Sonreí.
"Uno de tus amigos más cercanos sufre de una profunda tristeza. Puedes ayudarlo a vaciar su corazón del dolor y llenarlo de amor."
Mmmm....cuál será?
Como si me leyera el pensamiento me dijo: " No te preocupes, vienen dos más..."
Me quedé en silencio, envolviendo en mis pensamientos a aquellos que amo. En ese valle peruano de pronto se sintieron tan cerca y sus rostros aparecieron uno a uno.
Medité e intenté averiguar a cuál de todos se refería. Y luego me dijo:
"Este es. Ves su columna fuerte y recta?"- me mostró una hoja de coca pequeña pero casi perfecta.
"Es un ser con un camino tan claro como el tuyo..."
Guau.
Salí a un atardecer naranja con una paz profunda en mi corazón. Un paso detrás del otro, un pie delante y el otro sigue, un paso a la vez. Sin anticiparme, sin ocuparme de lo que todavía no es. Sólo aquí presente, totalmente abierta al presente. Sin expectativas y con toda la gratitud del Universo.
Al día siguiente subimos la montaña sagrada que anticipé en muchos sueños y fantasías.
Mientras subía, las montañas me hablaron, la lluvia me mojó y la tierra me cubrió con sus perfume, confirmando todos los vaticinios del día anterior. El viento susurró en mis oídos todo lo realmente importante y las palabras de mi amiga tomaron forma y sustancia, resonando cada una, reconfirmadas por el decanto pausado de la experiencia.
"Eres un alma muy fuerte."- me decían todos al unísono: montaña, viento, cielo, río y chamana.
Y de pronto me sentí fuerte, fuerte como nunca me había sentido en toda mi vida.
Y desde ese día, este amor exhuberante y expansivo alimenta cada segundo, un sentimiento de vastedad interna y reconciliación con todo lo que existe- mi propia humanidad en primer término.
Las voces internas apaciguadas y el sentido agudo de un águila que no se inmuta en su vuelo y que abre plenamente sus alas al despertar de lo infinito.
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