jueves, 15 de diciembre de 2016

Todo lo que sé lo sé porque amo

La chamana me mostró las hojas de coca.

"Sopla"- me dijo.

Y soplé,  mientras afuera resguardaban como centinelas montañas gigantescas rodeadas de brisa y nubes violeta.


La chamana tenía unos 70 años.  Una mujer hermosa,  sabia y serena.  Su esposo de 30 caminaba por la casa,  un inca muy apuesto de mirada profunda y pisada tranquila.  Amables los dos,  me hicieron sentir en casa.

Observó las hojitas,  cada una con un significado y una historia por contar.

Y de nuevo soplé...


Las hojas fueron cayendo una a una en el pequeño mantel.

"Tienes un viaje"-  me dijo.  "Es un viaje de bienaventuranza."
Sonreí.

"Uno de tus amigos más cercanos sufre de una profunda tristeza.  Puedes ayudarlo a vaciar su corazón del dolor y llenarlo de amor."

Mmmm....cuál será?

Como si me leyera el pensamiento me dijo: " No te preocupes,  vienen dos más..."


Me quedé en silencio,  envolviendo en mis pensamientos a aquellos que amo.  En ese valle peruano de pronto se sintieron tan cerca y sus rostros aparecieron uno a uno.

Medité e intenté averiguar a cuál de todos se refería.  Y luego me dijo:

"Este es.  Ves su columna fuerte y recta?"-  me mostró una hoja de coca pequeña pero casi perfecta.

"Es un ser con un camino tan claro como el tuyo..."

Guau.


Salí a un atardecer naranja con una paz profunda en mi corazón.  Un paso detrás del otro,  un pie delante y el otro sigue,  un paso a la vez.  Sin anticiparme,  sin ocuparme de lo que todavía no es. Sólo aquí presente, totalmente abierta al presente.  Sin expectativas y con toda la gratitud del Universo.

Al día siguiente subimos la montaña sagrada que anticipé en muchos sueños y fantasías.

Mientras subía, las montañas me hablaron, la lluvia me mojó y la tierra me cubrió con sus perfume, confirmando todos los vaticinios del día anterior. El viento susurró en mis oídos todo lo realmente importante y las palabras de mi amiga tomaron forma y sustancia,  resonando cada una, reconfirmadas por el decanto pausado de la experiencia.

"Eres un alma muy fuerte."- me decían todos al unísono:  montaña,  viento,  cielo,  río y chamana.  


Y de pronto me sentí fuerte,  fuerte como nunca me había sentido en toda mi vida.

Y desde ese día,  este amor exhuberante y expansivo alimenta cada segundo,  un sentimiento de vastedad interna y reconciliación con todo lo que existe-  mi propia humanidad en primer término.

Las voces internas apaciguadas y el sentido agudo de un águila que no se inmuta en su vuelo y que abre plenamente sus alas al despertar de lo infinito.





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