domingo, 4 de diciembre de 2016

Sincronicidad en expansión

Estoy en mi hotel.  Sigo tocada,  todavía maravillada...

No tengo palabras para describir,  una vez más,  la magia.
Todavía estoy tratando de entender lo que sucedió.

Mientras escribo,  escucho las voces en mi cabeza de mis amigos argentinos con su hermoso acento:

MARAVILLLLLLLLLLAA.  

Quedan todos profundos en mí,  quedamos profundos los unos en los otros esta mañana de domingo en medio de unos cerros verdes que,  al igual que las montañas peruanas,  nos acompañaron y nos cuidaron cada instante del viaje.

En el miedo a lo nuevo.
En la despedida.
En la sensación de no merecer.
En el instante de dejarse llevar.

El milagro de renacer.

Esta mañana mientras me preparaba para ir al shala,  tuve una realización potente y un tanto inquietante.  Realicé que mi vida es perfecta en todo sentido.  Me preocupé porque no vi a nadie cerca,  ningún otro ser del cuál dependiese mi estado de ánimo,  mis planes o mi futuro.

Simplemente me vi ahí, en medio del baño,  sola y absolutamente plena, totalmente feliz...y eso que todavía no anticipaba lo que venía.


Y después vino el tsunami.  Y como del tsunami nunca puedo anticipar sus efectos,  sólo la sensación de que se acerca,  me preparé a entregarme por completo,  una vez más,  fluida y relajada mientras la Energía nos movía como necesitaba.

Me siento como una pluma,  con una sensación de alegría,  de gozo,  de felicidad pura y cristalina en cada una de mis células.  Cierro los ojos y veo de nuevo las miradas sorprendidas,  los rostros que de apagados pasaron a luminosos,  las lágrimas mezcladas con sonrisas,  fuerza y suavidad unidas en seres astronómicos,  gigantes mortales que tuve el gran privilegio de encontrar- realmente encontrar, este fin de semana.  El cóctel de Shakti empezó con una práctica dura e intensa que de pronto se sintió liviana-  a pesar de las tres horas compartidas en el mat y la siguió un ejercicio masivo de soltar.

Confiar,  dejar ir...
Let go,  le llaman mis maestros.

Entramos en un universo paralelo, un experiencia vivida que sólo los que la compartimos podríamos entender.  Al igual que han existido muchas otras en mis últimos años de vida desde ese día certero en que a mis 32 años tuve finalmente la claridad mental de pedir luz y verdad.  Ha transcurrido el tiempo y siento los efectos de estos últimos años de meditar,  ayunar, practicar y pedir discernimiento y hoy supe que mis oraciones no han sido en vano.

En ese pequeño baño,  entendí finalmente que todo lo que alguna vez pedí para mí lo podía realmente recibir UNICAMENTE cuando fuera capaz de desearlo con toda mi alma y mi corazón para alguien más.  Y de ese instante de claridad venido de la nada, o más bien del todo,  entendí que vine a este mundo para visualizar el potencial máximo de todo ser que se cruce en mi camino.

El dharma o misión de vida que cada uno de nosotros trae a esta vida está por encima de los roles sociales y familiares.  Es un dictado de nuestro corazón que nos invita a buscar, mucho tiempo antes de que realmente entendamos qué se nos está pidiendo.  En el camino dudaremos muchas veces: dudaremos sobre si vamos en la dirección correcta,  si nuestras decisiones materiales deben apoyar nuestro deseo interno.  Cuestionaremos a aquellos que se nos acercan con llamadas para distraernos, tal vez nos distraigamos y luego,  lo pensaremos dos veces antes de perder el norte de nuevo.

Daremos vueltas en círculo miles de veces hasta que tal vez un día contemplando opciones, barajando posibilidades llegue un momento de claridad donde comprendamos que todo lo vivido nos ha llevado donde estamos, que todo es perfecto como es y que estamos en el lugar exacto donde tenemos que estar.

Algunos le llaman a esto sincronicidad.

Hoy fui testigo, una vez más,  del poder del espíritu humano.  Confié una vez más en que sólo tengo que dar espacio para que los milagros sucedan y cuidadosamente hacerme a un lado para que la magia nos tome.  Mi labor es sólo preparatoria porque cuando la Luz se manifiesta,  va más allá de cualquier concepto o idea que podamos concebir.  Ser testigo del milagro me produce un alegría insondable y fortalece mi fe en lugares donde tal vez mi mente hiperactiva insistía en quedarse pegada.

Sé que la Luz entiende todo de mí,  más de lo que yo misma comprendo.  Sabe de mis limitaciones y mis miedos y a pesar de eso,  me coloca en los lugares ideales donde pueda realizar que lo que sucede en esta vida parece a veces trivial pero no lo es.  Para nada.  Las personalidades insisten en crear separación,  en buscar tener la razón,  en vengarse o lo que sea y debajo de todo eso sólo existe la corriente más pura y cristalina de Amor infinito.  Cada uno de nosotros un prisma a través del cual ese Amor puede magnificarse.

Hoy esa corriente nos bañó,  nos colmó y abrazó hasta la médula.

Mi cuerpo está cansado,  duele por todo lado.   He tomado ya cinco aviones en esta aventura y me quedan tres más.  Pero mi energía está más presente y dispuesta que cuando empecé este viaje.   Sé que sólo tengo que relajarme y permitir que mis maestros fluyan a través de mis manos y mi voz y despreocuparme de desenlaces,  soltando posibles resultados y enfocándome sólo en el aquí y el ahora.

El sol ilumina mi ventana en este atardecer tucumano y pienso en ese dulce de leche que finalmente voy a saborear mañana.  Merecido premio después de un fin de semana de entrega,  milagros y maravillas.

Dulce recompensa extra además de toda la dulzura y amor que he recibido hoy y sigo,  aquí sentada con el sol en la cara,  recibiendo.





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