viernes, 8 de marzo de 2013

Mujeres y volcanes

Desde Guatemala,  tierra llena de riqueza natural y humana, escribo estas letras.

Las montañas de este país y sus volcanes lo rodean tod o. Es verde por doquier.  La gente tiene una amabilidad contagiosa.  Me siento en casa.

Rodeada de yogis y yoguinis madrugadores comienzo mi día. En la tenue luz del alba,  el guarda nos saluda con un "vaya" muy cálido y ya varios carros esperan.  Todos entran en silencio,  creando un espacio nuevo para explorarse.  No es fácil vencer los miedos y aventurarse a algo nuevo.  Pero lo logran.  Como todos si nos proponemos algo.

Hoy leía que necesitamos más especialistas en lo imposible.  Para todos en algún momento se nos volvió imposible abrirnos de nuevo a la vida,  respirar en libertad,  sonreír con franqueza.  A todos nos ha pasado:  las garras del miedo nos aturden e impiden ver con claridad el momento presente.  Es humano.  Es normal.

Anormal es querer salirse de eso.  Aquí lo confirmo igual que en Mysore y muchos otros lugares del mundo.

Mujeres que abren espacio para que sucedan encuentros de almas.  Hombres que anhelan un cambio y rompen estigmas y cadenas.  Cada uno, en su género,  dando lo mejor que tiene.  Retumbando como volcanes llenos de lava y fuego que necesitan explotar.  Pero de una manera positiva:  hacia adentro.

La clase transcurre en silencio.  Todos están muy enfocados.  El tiempo corre rápidamente,  todos terminan y se van.  Se van a trabajos, familias,  empresas,  negocios,  amigos,  parejas,  hijos y todo el entretejido de vidas que por un rato confluye en este espacio sagrado.  Salimos al mundo y seguimos conectados.  No se termina,  al contrario,  crece.

Los volcanes en Guatemala son para mí un recordatorio de esa fuerza divina que hierve en  nuestro centro.  Que nos permite salirnos de nuestra zona segura y anhelar la máxima posibilidad en esta vida.  Las mujeres somos especialmente designadas en esta época para iniciar y sostener el despertar espiritual.  Y los hombres,  nuestro sostén para realizar nuestra labor con seguridad y desapego.

Juntos,  volcanes potentes.  Montañas que despiertan,  astros que brillan.  Juntos,  dándonos la mano para mantenernos despiertos,  no retumbar sin sentido ni explotar a lo loco.  Contenidos mutuamente, apoyándonos en este quest espiritual.  Creciendo,  abonando la tierra de las futuras generaciones que nos escogieron como guías.

Mujeres, volcanes,  hombres,  astros.  Seres espirituales teniendo una experiencia terrenal.  Cada día,  en nuestro almohadón de meditación,  en nuestro mat, en la cocina,  la casa,  la escuela.  Dondequiera que estamos,  ahí puede haber un cambio.

Siempre digo que un yogi es aquel que deja el lugar que visita mejor de lo que lo encontró.

A mí aquí en Guatemala me está pasando al revés:  me siento más viva,  más fuerte, más conectada en esta tierra de volcanes.  Anhelando llevarme un poquito de esta energía a mi querida Costa Rica.  Para que seamos más solidarios entre nuestro propio género y con el otro.



 Para que anhelemos crecer juntos y sigamos el ejemplo de esta comunidad chapina que ya está explotando de Amor.

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