viernes, 22 de marzo de 2013

Destino o libre albedrío

Hoy venía escuchando Radio Universidad mientras regresaba del Este,  una manejada de hora y media viernes en la tarde con lluvia.  El tráfico pesado,  la efervescencia del viernes antes de Semana Santa.  Topé con la suerte de un programa de literatura donde entrevistaban a uno de los mejores escritores costarricenses.  Formado en Alemania,  creador de numerosos libros, novelas, ensayos y cuentos,  terminaron hablando sobre el tema clásico de toda la vida:  somos víctimas del destino o creamos nuestra vida con nuestras decisiones y acciones.

El simple hecho de escuchar a alguien referirse sobre el tema  trajo al tapete la pregunta que mil y una veces me he hecho en mi mente.

Será que hay un plan trazado para cada uno de nosotros antes de nacer?

Será que la cuna en que nacemos,  la familia,  las circunstancias del entorno,  la educación y cultura alrededor determinan,  hasta cierto punto, quién somos?

O son simplemente el punto de partida y cada uno decide por dónde guía su carreta?

El tema es apasionante.  Desde el punto de vista de mi práctica espiritual,  hablamos del Tapas.  Valor.  Determinación.  Fe.  Disciplina.

Conozco un ser que tiene un corazón de oro,  realmente una buena persona.  Sin embargo,  toda la vida ha sufrido del síndrome del desenfoque.  Persona sumamente inteligente,  adolece lastimosamente del virus de la distracción. Su mente brillante le juega malas pasadas:  lo pone a elucubrar respuestas fantasiosas a dilemas simples. Le enreda la cancha.

Por eso,  mi querido maestro indio se limitaba a decir en su mal inglés: " You come,  you do."

Guruji explicaba que los occidentales podemos perdernos en las dudas,  las perspectivas,  los insights....y nada de eso sustituye el hacer.  Hacer con dirección, por supuesto.  No a lo loco improvisado.   De ahí que la guía de alguien en quién confiemos, que haya ya recorrido el camino que estamos emprendiendo, sea invaluable.  El norte que fija un maestro,  un mentor,  un pionero no tiene precio.  Nos reafirma que nosotros también podemos.

El maestro señala la puerta,  pero nos toca a nosotros entrar.  Algunas personas no se atreven a dar el paso solos.  Buscan justificaciones,  excusas,  se quedan en el dilema.  En lo que yo hago, por ejemplo, no se levantan temprano a practicar.  Comen de más.  Se acuestan tarde y se van de fiesta.  Sin juicios al respecto, pero para un yogi esto es la muerte.  Ponen doscientas mil excusas y pierden su tiempo.

Qué pereza me da la gente así.  Si uno se compromete con algo, cuál es el sentido de no hacerlo al 100%?  No lo puedo procesar muy bien en mi mente,  pero que existe gente así, existen.  Y al por mayor.

Mi maestro en India simplemente no trabaja con gente así.  Para él,  su tiempo es muy valioso y si alguien llega a quejarse,  a lamentarse o simplemente, llega tarde,  ya no trabaja más con ellos.  Su energía está concentrada en aquellos de nosotros que estamos dispuestos a dar el paso en firme con él:  a levantarnos a la hora indicada,  a llegar al shala a tiempo,  a hacer nuestra práctica con sus indicaciones y comprobar los resultados del método.

Todo esto sucede en silencio.  La transmisión del tapas sucede más allá de las palabras.  Mi maestro no es del tipo que elogia o aplaude.  Al contrario,  su silencio y a veces una ligera sonrisa valen el mundo para nosotros.  Su aprobación se comunica con una mirada,  un ajuste o simplemente,  su presencia.  Y eso vale más que mil halagos.

Este proceso de enfocarse toma paciencia y requiere tener muy claro un propósito más alto y mantenerlo aunque muchas veces se sienta incómodo.  Esto es lo crucial en la práctica del yoga.  Hay que crecer y madurar.  Al menos,  en el estilo que practico. Pero creo que eso nos cae bien a todos, especialmente los que hemos sido malcriados por una sociedad y familia que justifica la mediocridad.

En Japón tienen una palabra para esto:  giri.  Es difícil de traducir:  significa algo así como obligación o deber.   Pero si uno tiene este deber con alguien valioso,  ese deber es un honor.  He tenido el honor y suerte de encontrar la tutela de maestros de peso y estoy feliz de cumplir con cualquiera que sea la obligación que ponen en mis hombros.

Y ahí es donde agradezco mi destino y buen karma.


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