miércoles, 13 de febrero de 2013

El jardín de los niños

Ya llevo diez días en Costa Rica después de mi viaje.

Regresé a unas tardes espectaculares de verano,  a unos días llenos de sol y a una hermosa sensación de pertenencia.

Eso es lo más hermoso que me traje de India:  la capacidad de apreciar la vida en cualquier lugar del mundo.  Incluso en aquello instantes en que la vida no fluye con tanta facilidad.

Esta vida es un continuum de instantes preciosos intercalados con momentos de contracción y dolor.  He aprendido a tomarla como viene,  sin tantas expectativas ni juicios.  Esto me ha traído una gran paz. En mis relaciones,  estoy practicando enfocarme en todo lo bueno de la gente- incluso de mí misma.  Por mucho tiempo,  estaba siempre fijada en lo que estaba mal,  off,  desalineado.  Comprendo que esa desalineación, desorden, caos,  imprecisión es parte fundamental de la vida y de mí misma...y también es hermosa.

Mi libro del Tao me invita a fijarme en el uso de lo que normalmente consideramos inútil.  Hoy he pasado el día contemplando el valor de una de mis matitas que está un poco seca.  También,  de mi vieja alfombra de práctica que me ha acompañado por muchos años.  Los zapatos viejos que caminaron tanto por India,  el salveque sucio y la maleta rota.  Todos objetos que me acompañaron y que en otro momento hubiera considerado en desechar.

Los contemplo con la mirada más adentro de su aparente utilidad y me pregunto si puedo aplicar esta visión para refrescar mi perspectiva.  Apreciar lo hermoso en lo viejo,  lo inocente en lo conocido.  Despertar a esa maravilla que es un ser humano,  aunque lo conozcamos de años.  El poder de mi respiración aquí ahora mientras escribo.  La lluvia que cae en este momento refrescando todo.

La sensación que viene es de novedad y curiosidad.  Por todo lo vivo, por todo lo visible y tangible.  Y de ahí el paso a una experiencia interna es casi inmediato.  Siento como cada objeto revive en mí esa capacidad de estar presente.  Presente con la valija,  presente con los zapatos viejos.  Y después,  presente con la gente linda que voy a ver más tarde,  con mi trabajo,  con mi entorno.

India y Costa Rica son lo mismo.  Son playgrounds donde puedo apreciar el juego de mi consciencia.  Esa presencia que transita por esta vida sin quedarse tan pegada como antes en decepciones y sinsabores.  Que ha aprendido a reír más y a enojarse menos. Cuya energía se encuentra ahora más disponible para pensar en cómo puedo ayudarle a alguien hoy.


Bendito camino que cada día se acerca más a un jardín de niños en que todos jugamos alguna vez sin cansarnos,  sin aburrirnos.  Qué lindo saber que puedo jugar en él hoy 13 de febrero.  Y que tal vez encuentre algunos compañeros de juego que se entusiasmen tanto como yo de simplemente estar vivos, reírnos un rato y poder vernos a los ojos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.