domingo, 22 de septiembre de 2019

Sigue caminando que pronto...

Siento ya todo lo que viene.  

Inefable y al mismo tiempo,  tan real.  

Qué tal si todo lo vivido nos ha estado preparando para el próximo paso?  El paso que precisamente hemos estado anhelando desde hace mucho tiempo...?

Comprendo que por más que quiera,  mi mente sólo puede aprehender una ínfima parte de todas las fuerzas que están confluyendo aquí ahora en mi vida para hacerla lo que es.  Estoy parada en la punta del iceberg y hay un monolito que no veo pero que me sostiene.  

Me dice que esté tranquila,  que todo se está resolviendo a pesar de que no puedo anticipar cómo. El movimiento es masivo y la respuesta llegará a su tiempo.

Mientras tanto,  coloco con cuidado aquello esencial,  querido y cercano.  Aquí van los libros raíz,  esos que me hablarán en las tardes de lluvia.  También van mis cuadernos de escritura y todo aquello que necesito para cultivar mi interioridad.  El espacio se empieza a abrir por sí solo y me dejo llevar.  Sé que lo único que tengo que hacer es estar presente cada aquí y cada ahora por completo y silenciar todo aquello que no sea este momento. 

Atrás queda cualquier sensación de culpa o intento de explicarme lo sucedido.  A  veces la vida simplemente sucede y nos apunta hacia un destino que siempre fue nuestro.  Escojo abrazar el sendero de menor resistencia, ese que me llama suave y amorosamente,  ese que no se impone a la fuerza sino que surge orgánicamente entre las ondas del lago. 

Música en el horizonte.

La piedra cayó;  no puedo cambiar nada y la sensación subyacente entre las heridas del trauma es de libertad.  Si en una situación hemos dado todo y aún así,  la situación no cambia...pues toca desenchufar y dirigir con hidalguía nuestros pasos en la dirección que se abre por sí sola y nos llama con dulzura.

Seres me susurran con su compañía que son todo lo que necesito en este momento.  Voy resguardada por las presencias de quiénes han recorrido esto que estoy viviendo,  este soltar que a todos nos toca hacer de nuestros apegos más profundos.  Y además me cobija esta tierra donde millones de veces antes que yo muchos han pedido fuerza para desintegrarse y me han integrado a sus plegarias y cantos.  

Voy  envuelta en una vibración mágica que acoge mis lugares rotos y me arrulla donde más duele;  me canta donde ha corrido la sangre.

Me fundo con ella en mis anhelos más íntimos y sé que en algún lugar los iré a depositar con fe en que de sus semillas vendrán frutos dulces en el misterioso y perfecto tiempo de Dios. No en los tiempos de mi miedo sino en los tiempos del gozo y el amor.

Sigo caminando.  Sé hacia adónde voy.  

Y voy serena y confiada con una sonrisa.



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