viernes, 29 de marzo de 2019

Inconmensurable






El arte de crear nuestro futuro depende de un despertar consciente a la frescura y dicha del presente.  

Cuántas veces nos hemos sentido atrapados en acontecimientos pasados,  reviviendo el trauma o el suceso que se vuelve eventualmente un hábito mental.  Revisamos una y mil veces lo sucedido y creamos una versión exagerada y distorsionada que poco tiene que ver con la realidad.

Y de dolor en dolor,  de golpe a golpe,  construimos una personalidad ajena a quién somos que contiene cada rechazo,  cada pelea, cada desacuerdo y cada lágrima.  

Erigimos un monumento al dolor ¨bien justificado¨.  Le damos fuerza repasándolo de día y de noche.  Le hacemos altares y tumbas.  Le damos forma en dolores físicos,  enfermedades,  torturas mentales,  malhumor y depresión.

Algunos incluso caen enfermos presa del revivir constante de la mente y sus vericuetos.   El cuerpo no entiende bien lo que sucede y ante la amenaza de peligro, interpreta como si el suceso siguiera sucediendo indefinidamente en el tiempo,  creando un cóctel bioquímico que nos chupa energía vital y hace decaer.  

Es como querer correr cuando tenemos un grillete pegado en el tobillo: es imposible movernos.  

El primer paso es concientizar los sentimientos y emociones que dan vuelta en nuestro inconsciente y se manifiestan en pensamientos negativos,  juicios hacia nosotros mismos y los demás y nos vuelven seres oscuros y tristes. La realidad es que el evento ya sucedió.  No hay nada que podamos hacer ahora para evitarlo.  

Ya es pasado y podemos escoger seguir alimentando el dolor y sufrir indefinidamente en su nombre o podemos escoger dejarlo ir y agradecerlo como una lección.

La parte positiva de cualquier lección es que nos define y nos instruye al ser confrontados con las ideas de los otros;  nos enseña a abrir el corazón a pesar de las muchas justificaciones para no hacerlo y nos da la sabiduría de escoger relaciones y acciones pasando por el crudo y sanador filtro del perdón. 

Nos limpia.  Nos purifica.  Nos recuerda que quien somos está por encima de toda esa dramaturgia personal.

La mente se acostumbra a repasar las tragedias una y mil veces y nos volvemos adictos a químicos poderosos que nos agotan y deshacen poco a poco.  Todos conocemos personas amargadas y malhumoradas: viven cubiertos por una nube negra.  Se auto-definen como deprimidos y enfermos y tienen un arsenal guardado de muy buenas razones para sentirse justificados y heridos per secula. 

Por supuesto que la vida nos abofetea con mil y un acontecimientos fuera de lo que creemos controlar.  Por supuesto que las personas a nuestro alrededor piensan y actúan distinto a como esperábamos. Por supuesto que todo es impermanente y quien ayer fue dulce y amoroso puede de pronto volverse un monstruo.


Pero lo que sí podemos decidir es si queremos ser nosotros también un monstruo de rencor o si merecemos vivir una vida serena y tranquila en aceptación de lo sucedido,  en profunda reverencia al hecho de que lo que sucede es lo mejor que podía haber sucedido.   

Esta es una decisión meramente personal.  

Tomar esta decisión es clave para salirnos de la nube negra.  Será un momento de determinación y el valor indeleble de decir hasta aquí.  El milagro es que una vez que conscientizamos la vibración de la frustración,  el miedo,  el enojo o el desvalor,  inmediatamente elevamos nuestra frecuencia.  

La toma de consciencia es ya,  en sí misma,  el camino a la curación.

La psiquis humana está diseñada para involucrar al cuerpo físico en toda situación de peligro.  El instinto de supervivencia es tan fuerte que podemos vivir toda una vida llenos de cortisol y otro montón de sustancias desgastantes que el cuerpo utiliza en casos de emergencia.  Este constante terror revivido por la mente por lo sucedido o la anticipación de más terror es la razón de los cada vez más frecuentes ataques de pánico y un sinnúmero de padecimientos como fibromialgia,  enfermedades crónicas auto inmunes y afectaciones psicológicas.   

Recuerdo que después de mi segunda separación me fui de viaje a California.  Estaba en casa de unos amigos queridos,  estaba practicando con mi maestro.  Encinitas es un lugar maravilloso en el mar y uno de mis lugares preferidos.  Todo parecía bien. Sin embargo,  una noche mi respiración se detuvo.  Sentía que me moría.  Mi pecho me aplastaba y para peores,  no había nadie en la casa.

Siendo una asidua practicante de yoga, intenté decirle a mi mente que se calmara y que respirara.  Pero no había manera.  El aire no entraba:  el cuerpo estaba frío y rígido.   El mundo empezó a cerrarse.  
  
Sentía que mi corazón se iba a detener.  Tal era el poder que le estaba dando a mis pensamientos de abandono y desolación.

El momento pasó pero siempre lo recordaré como una lección de compasión hacia mí misma y los demás.  Cuántos estudiantes y amigos venían a mí con historias de experiencias similares y yo no les creía.  No entendía como la mente reactiva podía llegar a afectar el cuerpo de esa forma y ahogarlo y me parecía ser una muestra de una persona débil y melodramática. 

Esa noche comprendí que no era un drama.  El poder de los pensamientos es inmenso y afecta bio-químicamente nuestra realidad física.  He ahí el poder de calmar la mente diariamente a través de la práctica espiritual y crear un espacio sereno desde donde vivir nuestra vida.

Hoy,  sentada frente a mi computadora  después de meses de no poder respirar bien,  de tantas lágrimas e ira contra las acciones ajenas y su impacto en mi familia y mi impotencia,  hoy siento por primera vez que puedo sacar la cabeza.  

Me llena de un chorro de energía potente y radiante más allá de mis dramas personales. No sé cómo explicarlo.  Sólo sé que, como todos los días, hice mi práctica de yoga esta mañana y tuve un breakthrough radical...

Realicé que

No importa cuánto llore,  no importa cuánto me duela la distancia de mi familia,  tengo hoy la responsabilidad conmigo misma y con ellos de estar bien.

Tengo por delante unos meses llenos de viajes, experiencias nuevas, lugares hermosos y bellas amistades.  Tengo ante mí de nuevo la oportunidad sagrada de enseñar.  Enseñar es mi vocación y mi alegría y tuve que ponerla en compás de espera por un tiempo por designios de la vida.  Hoy decido enfocar toda mi energía en la preparación personal para lo que viene y agradecer de corazón la oportunidad que la vida me da de viajar y compartirme.

Y es sorprendente el poder de la mente!  Inicio mi trabajo diario:  mensajes,  correos,  reuniones de logística de Ashtangini y planes futuros.   Y observo como comienza a moverse la energía,  como mi intención manifiesta cosas: me llegan dos invitaciones más para mi tour.  El poder de la mente me sorprende,  una mente abierta a la realidad y el poder del vórtex y esto me hace sonreír de nuevo.  

Florencia una de mis ciudades favoritas.  

Torino por primera vez.   

Con una sonrisa respondo con un gran sí,  sabiendo que soy la co-creadora de mi vida, la energía enfocada de mi intención y mi corazón y co-partícipe con la Gracia en la manifestación de mi propio camino y espero cómplice incondicional del camino de otros también.  

Sí,  mi corazón me duele.  Me duele la ausencia de mis niños y es un hueco profundo que no se llena con nada.  Pero sé que desde este lugar de vulnerabilidad puedo darme como no me he dado nunca:  a mi práctica,  a mi cátedra y a quiénes deseen conocerme,  a mis relaciones y a mis sueños.  

Puedo usar ese amor contenido para intentar tocar otras almas.  

Si contemplo por un instante la historia de mi vida,  sé que estoy en camino a lo que siempre he deseado.  Tengo la libertad para entregarme de cabeza a lo que amo,  una libertad que no había experimentado nunca antes y que ahora está totalmente al servicio de mi dharma. 

Y en esta entrega completa,  sé que los designios de la vida responderán a mi deseo de amor y justicia.  No sé cómo,  tampoco sé cuándo volverán mis niños a mí.   Pero tengo la seguridad que esta nueva frecuencia hará milagros,  inconmensurables y muchos más grandes y mágicos de los que puedo anticipar.





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