sábado, 12 de noviembre de 2016

Caudal

Hago mi práctica con una taza de agua caliente con limón en el estómago.

Ya es mediodía y voy por mi segunda taza.  Empiezo a sentir la sensación de vacío en el estómago después de 14 horas de ayuno desde anoche.

Mis sentidos se alertan, mi mente se despierta.

Ha sido una semana de debacle.  Afuera llueve con sol.  Los aires navideños empiecen a mover todo en mi país,  desde árboles y hojas hasta comercios y malls.   Busco la traducción de la palabra debacle en el diccionario de la Lengua Española y es contundente.

Desastre.

Mis amigos estadounidenses en depresión,  incredulidad,  revolución.  Y sin embargo,  la realidad es. Pienso en todas esas situaciones que todos tenemos de tener que lidiar diariamente con contradicciones: desde la más simple como escoger el pedazo de pan con mantequilla en la mañana en vez del agua con limón,  desde amar a pesar de los resentimientos y el hastío,  partir lejos a pesar del amor,  conceder en vez de decir que no directamente.


La eterna paradoja de nuestras almas humanas magnificada por los últimos acontecimientos mundiales.  Encuentro cobijo y regazo en una de mis maestras que visita Costa Rica una vez más desde Canadá y su respuesta es "todo es perfecto".  Todo lo que está sucediendo es perfecto para nuestra evolución: salir de la negación,  abrazar lo intolerable,  observar el rostro de la oscuridad a la luz y dejarnos ya de posponer lo inevitable.

Habitamos en un planeta donde ya no podemos negarnos más.  El verdadero desastre sería, digo yo, sucumbir a las fuerzas del odio y la separación.  Ahora ya sabemos lo que hay y ahora es tiempo de dejarnos finalmente de rodeos y comprender la urgencia del Amor en todas sus dimensiones.  NO un amor segregado y exclusivo sino un amor expansivo y determinado.  El Amor que no se anda por las ramas,  el Amor que necesita expresarse sin tapujos y desde el centro de cada uno de nosotros,  en todas sus manifestaciones y colores,  con pasión y sin titubeos.

Me observo yo misma: adónde estoy titubeando.  Adónde me refugio en lugares cómodos dentro de mí y me rehúso a ver y aceptar lo que soy.  Adónde me juzgo,  adónde me siento separada de otros: mejor o peor que los demás.  Adónde está el miedo y adónde estoy lista para mandarme sin dudas al caudal de lo que la vida sabia y generosa me trae en este momento.


La vida se siente distinta:  he tenido esta semana encuentros cercanos con la enfermedad de alguien muy querido,  nostalgia por seres que ya partieron,  encuentros de alma y anhelo por cambios profundos con la decisión no negociable de sostenerme intacta por dentro:  intacta significando en este momento leal a mi corazón a pesar de todos los meandros y deltas en el caudal.  Leal con valentía y confusión al mismo tiempo:  esa eterna dicotomía que sentimos diariamente quiénes creemos que se puede vivir en este mundo a pesar de la paradoja.

Continúo saboreando mi agua con limón y ya comienzo a soñar con el alivio del almuerzo.  Me pregunto alivio de qué...alivio temporal de este sentimiento de honda incomprensión de las decisiones de muchos?  Sentimiento compartido de impotencia y dolor por nuestro futuro?  Y aún en medio de estas deliberaciones un tanto grises,  siento la esperanza de saberme humildemente capaz de la entrega a ese sueño raro,  capaz de ir más allá de quién creo que soy para explorar lo posible.

Futuro incierto para todos,  es cierto.

Matizado de posibilidades para algunos,  sólo para aquellos que creemos en la magia del espíritu humano y su capacidad de convertir todo lo que toca en oro...

si así queremos.






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.