domingo, 11 de septiembre de 2016

Arriésgate

En materia de la vida no hay nada escrito.  Cada día es un riesgo,  una apuesta y un confiar.

Tuve un día de volcán acompañada por dos de mis cachorritos.  Theo,  el sexto,  es un niño sumamente sensible.  No estaba muy feliz de acercarse tanto a un volcán.

De hecho,  estaba muy asustado.

Tuvimos una plática interesante sobre tomar riesgos en la vida:

" Y si explota? 

Y si echa lava y nos morimos? 

Y si no nos da tiempo de escapar?"

Lo escuché.  Realmente lo escuché.  Sentí que le hablaba a lo más profundo de mi ser.  Sus palabras fueron como dardos al centro de mi corazón.

No quise negarle la realidad:  sí,  tomar riesgos da miedo.  Nos hemos ido acostumbrando al carro,  al avión,  a asumir que nuestra fragilidad humana no es tal y a negar que somos tan delicados como plumas al aire.

Sí,  el volcán puede echar lava en cualquier momento.
Sí,  el carro puede chocar también.

Y el avión caerse.

"Pero Theo...

te perderías de este bellísimo lugar,  de estas aguas maravillosas,  de este paraíso?  Te perderías de ir a tu escuela a aprender,  de viajar algún día cercano conmigo a lugares nuevos como tus hermanos mayores,  te perderías de conocer gente linda por miedo?"

"Sí,  prefieriría quedarme metido debajo de la cama"- me dice en son de broma con una sonrisa pícara sabiendo la ironía de la cuestión.  En ese momento me mira con sus ojos grandes y soñadores, unas pestañas larguísimas de por medio.  Entiende que sobrepasó el miedo esta mañana sin siquiera preguntárselo.  Me abraza y corre a lanzarse a la pila caliente,  seguida de la fría...muchas veces sin parar,  entre sonrisas y gritos...y yo me quedo realizando el valor tan grande de su pregunta y las respuestas probables que a mí todavía no me llegan.

Es arriesgado.

Para nosotros los "grandes" se trata sobre todo del riesgo de amar.  No ese amor superficial que espera algo del otro.  Me refiero al amar que nos pide que saquemos a la superficie quién realmente somos,  de qué material estamos hechos,  cuán convencidos estamos de entregarnos.  Es difícil para muchos de nosotros hallar el valor para amar de nuevo,  una y otra vez.  A mí también me dan ganas muchos días de quedarme metida entre la cama,  de no abrir las cortinas mientras tiemblo de miedo.

Pero no puedo explicarlo:  hay algo que me levanta.  Yo le llamo el poder de la Gracia.  Creo que es un milagro cotidiano y nunca la doy por sentada.  Sé que hay muchos que literalmente no se levantan, no tienen motivo por qué hacerlo.  Su soledad les grita que no hay nada valioso para qué vivir,  que arriesgarse es una pérdida de tiempo y que la seguridad y certeza del metro cuadrado de la cama es horizonte suficiente para sus almas.

Otros nos asfixiaríamos.

Así que nosotros somos esos que tomamos aviones,  manejamos carros.  Rompemos esquemas y cruzamos cielos.  Soñamos sin cesar mientras pedimos,  con una convicción profunda que no tiene garantías ni seguros,  y pedimos que cada mañana nos llegue la fuerza.

Llega de formas sutiles,  a veces es una canción que hace el milagro.  Otros un post de algún amigo. Otras apenas un susurro.  Y las menos,  las más raras y espeluznantes,  las que no suceden todos los días pero suceden... a veces hay una chispa que enciende de la nada,   contra todo pronóstico y premonición.

Y esa chispa, por insignificante que sea,  en mi mundo merece que yo la siga.  Sin tener la menor idea de adónde me lleva pero con la convicción de que es mi motor.   Le doy espacio,  la considero sagrada.  La escucho como escuché a Theo esta mañana y también a todas las voces alrededor que me gritan:

"No escuchés"

Mi vida transcurre entre los momentos lúcidos en que he dado espacio a lo que me hace brillar los ojos y los instantes de opacidad en que he sucumbido a mis miedos.  Transcurre sin prisas entre los picos y valles,  viviendo en el riesgo ardiente de estar viva y todas las consecuencias que estar intentar estar viva de verdad conllevan.

La vida se expande o se contrae de acuerdo a nuestro valor,  decía una escritora francesa inolvidable.
Hoy,  domingo de paseo,  mi maestrito me lo recordó claramente:

Vive,  aunque el miedo ruja. Aunque queme.  Aunque no haya piso.  Aunque no hayan garantías. 

Porque la vida es el paso efímero entre un acto de valentía a otro y en cada paso podemos caer...y a pesar de eso lo intentamos.






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