viernes, 25 de octubre de 2013

Verdad constante y cambiante

El vivió siempre bajo su zapato...

Veía,  comprendía y asimilaba el mundo a través suyo.  Sus preferencias, su forma de saludar,  sus aversiones,  hasta sus gustos por la comida.  Se convirtió en un addendum andante de este ser seguro,  fuerte y decidido. Con admiración y mucho temor.

Durante muchos años dudó que haría para poder separarse de ella. No vislumbraba una salida fácil.  Era una paradoja viviente:  sentía que no podía estar lejos de su campo energético porque perdía fuerza. Pero a la vez,  sentía que estar cerca suyo lo convertía en un satélite sin futuro ni destino propios.

En su constante devenir entre si dar el paso o no,  ella fue la que tomó el paso por él.  Violenta y cortante,  cercenó de una vez por todas el cordón umbilical que en algún momento los unió.  Sin pensar en ella misma.   Este hombre necesitaba encontrarse y nunca lo haría metido entre sus enaguas.  Su visión estaba obstruida y necesitaba crecer.  No había opción:  había que empujarlo del nido.

No experimentó vacío ni arrepentimiento luego del desenlace.  De hecho,  se sintió más liviana.  Siempre había creído que no podría vivir sin él,  que era parte indispensable de su identidad.  Sin embargo,  comprendió que la conexión simbiótica que habían construído lo asfixiaba a él tanto como a ella. Aunque él nunca se hubiera atrevido a decírselo.  Y ahí seguiría atrapado entre sus dudas y miedos.

El siguiente paso fue avanzar por la vida con un ímpetu feroz.  Sentía que la habían soltado.  Podía anticipar todo un futuro que antes se veía oscuro.  Las nubes se disipaban y su energía comenzaba de nuevo a brillar.  Pero esos años no habían sido en vano:  la fuerza que sentía no la había sentido nunca antes.  Tomó multiplicarse para comprender que su fuerza no se disipaba,  sino que crecía.  Pero crecía sólo con la condición de que no deseara apoderarse de ella.  Que no se la apropiara.  Porque no era suya sino la Vida misma transcurriendo a través suyo.

El proceso fue el mismo para el segundo cachorro.  Y todos los que siguieron.  La calidez del nido fue sustituido por una bandada de águilas en pos de sus destinos,  volando juntas sin tocarse en la dirección de su libertad.  Los años juntos lograron amalgamar  energías que cada uno mostraría al mundo en una faceta diferente del mismo arte.  Juntos pero separados.  Unidos inexorablemente por un karma antiguo que ahora se desdoblaba ante el mundo en estelas de colores nuevos.

La primera partida marcó un hito que todos seguirían dulcemente.

Uno de los cachorros preguntó:  "Hacer lo que amamos?"
Todos contestaron:  "No existe otra opción".

Los sueños tomaron fuerza,  agarraron impulso y materializaron esperanzas.  El viejo " qué dirán"  fue sustituido por  "amo esta vida con todo el corazón".  Las expectativas se rindieron ante las vitalidad de pasiones compartidas y materializadas con materiales multifacéticos,   notas musicales, creaciones plásticas y musculares.


Los corazones fueron pelándose hasta quedar en el mero centro.  Y entonces,  todos juntos contaron la más bella historia a la siguiente generación.

Que a su vez contaría a la siguiente....
y a la siguiente.

En un eterno devenir de consciencia transmitida con la leche y arrullada con ternura.  Sin el lazo que cercena....

más con el abrazo que libera.


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