martes, 3 de julio de 2012

Zarpar

Todo se está moviendo muy rápido.

Muchos de mis amigos más cercanos están experimentando lo que podríamos llamar  una "crisis" en todos los sentidos,  al igual que yo.

Por todo lado escucho de tristeza,  des-motivación,  depresión,  duda y confusión.

Es una señal de que vamos por buen camino.

Si,  algunos se preguntarán si estoy loca o qué.  No.
Algunos de nosotros estamos experimentando esto porque lo hemos pedido desde nuestras almas.  Otros,  simplemente porque les toca.

El 2012 siempre fue un año temido en los medios espirituales.  El cambio de vibración a una frecuencia más alta necesariamente hace que nuestras estructuras se quiebren.  Todo lo que hemos pensando sobre nosotros mismos:  cómo nos percibimos en el mundo,  cómo interactuámos con los demás,  cómo nos desenvolvemos en nuestras vidas, va a ser retado de las formas más inesperadas.

A veces siento como si mi sistema nervioso fuera a estallar en cualquier momento. Es ahí donde veo que de alguna manera,  i´m holding on.  Por un lado,  comprendo que para atravesar cualquier crisis-como se atraviesa un mar tormentoso-  necesito mantener la calma interna,  a pesar de no saber hacia donde va mi barquito.  En medio del viento y la tormenta,  maldigo el día en que decidí alejarme de la orilla para decir que  navegaba.  Pero sabía que todo ese tiempo antes me había estado engañando a mí misma.

Levar anclas y aventurarme al mar abierto no ha sido fácil,  principalmente porque no fue una decisión consciente.  De alguna forma,  la vida se confabuló para sacarme de mi vida segura y cómoda.  Inesperadamente,  giró mi buque en 180 grados y enfiló hacia lo desconocido. Ya van  75 días en que la tormenta no amaina,  si no es una es otra.  No tengo tiempo ni de recomponerme y ya viene otra ola a zarandear mi pequeña embarcación.  No veo el cielo,  no veo tierra.  Todo es confuso.   Estoy sola y asustada.  El agua y las provisiones ya hace rato que se terminaron.

En medio de todo esto,  escucho la voz de uno de mis maestros que me recuerda que los barcos no estamos diseñados para estar en el puerto.  Estamos hechos para navegar.  Yo creía que navegaba, pero me mantenía cerquita de la costa.  A veces me alejaba un poquito,  casi se me perdía de vista.  Pero nunca la solté realmente.

Para poder accesar ese lugar en mi corazón que no se aventuraba,  básicamente recibí un empujón y remezón interno que me tiene todavía perpleja.  Son innumerables las situaciones que se han movido en mi vida-incluso para bien.  He recuperado el contacto con seres de mi pasado a quien me unió un profundo amor en su momento- y ahora regresan energéticamente a apoyarme.  He podido dedicar mi energía a resolver efectivamente situaciones de vida que necesitaban atención urgente y he logrado crear espacios para conectarme con aquellos que amo y me aman.

Crecer espiritualmente es como una muerte,  no cabe la menor duda.  Pero a través de todo el vendaval y la lluvia,  desde mi diminuta embarcación que craquea y ya no puede más,  vislumbro una gaviota que anuncia que la otra orilla está cerca.  Una experiencia de verdad me recuerda que ante cualquier  decisión la pregunta importante es :  esto me va a acercar más a Dios?  de ahí, todo va cayendo en su lugar casi sin esfuerzo, por su propio peso.   Me maravillo ante ese Poder Superior que sabe exactamente adónde estoy,  qué siento,  qué anhelo y lo pone en mi regazo.  Me conmueve.  Me conforta.

Mi maestro viene a mi casa.  Me abraza cálidamente.   Me mira.  Su mirada es suave y dulce,  la mirada de alguien que ha recorrido mucho camino desde muy joven,  probablemente desde hace muchas vidas.  Su voz y su serenidad me confirman que  estoy exactamente donde tengo que estar aquí- hoy.  Sin lugar a dudas,  necesitaba estar en su presencia.  Necesitaba reconectar con gente linda, apreciar la belleza de un atardecer,  sentir la brisa de la tarde y admirar la luna llena.   Anhelaba algo que se me había perdido y poco a poco va reapareciendo.  Las nubes y la lluvia se disipan.  Escucho.  Me escucho.

No sé todavía cómo se ve la otra orilla,  pero sé que está ahí.  Y mi maestro me recuerda que esa experiencia es todo.  Que con un atisbo de verdad uno puede sobrevivir una vida entera.  Que nada está perdido.  Que estoy donde mi alma escogió estar hace mucho tiempo...antes de mi vida construida desde los miedos y desilusiones.  Antes que yo misma decidiera que mi barco era un barco casero.

Soy un barco de velas,  el viento es mi amigo y mi compinche.  Me lleva a lugares nunca antes visitados y me calma con su silencio. Sólo escucho el sonido del agua cuando roza su casco.  Me relajo.  Estoy en buenas manos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.