martes, 27 de agosto de 2019

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El amor es uno de los vértices de la vida.  Podemos vivir bien sin la compañía de un ser amoroso a nuestro lado y tengo que decir que llegue a acostumbrarme.  Me acostumbré a tener mis rutinas de familia,  de trabajo,  de entretenimientos y amistades;  a perseguir mis pasiones y sueños.  

Me di el gusto de ser libre por cinco años.  Viajé por el mundo.  Amé a mis niños con dulzura.  Disfrute realmente de mi bien ganada libertad.  Conocí tantas personas y lugares haciendo lo que amo.  Me sentía muy bien y tengo que decir que fueron cinco años muy importantes de desarrollo personal y espiritual.

También conocí hombres extraordinarios.  Personas sensibles, inteligentes,  amorosas y creativas que me buscaron después de mi segundo divorcio.  Cada uno me presentó una versión de la masculinidad interesante y única.  Sin embargo,  es hasta ahora que entiendo por qué ninguna de estas relaciones amalgamó.

Mi relación de alma vivía en India y no en Costa Rica.

Por mucho tiempo me pregunté si sería que tal vez mi misión en la vida incluía el hecho de estar sola y llevar a cabo mi propósito sin pareja.  De cierta forma era más fácil,  me decía a mí misma. Cuando tenemos niños siempre es complejo introducir a un tercero.  Además, venía saliendo de un matrimonio donde mis sueños personales eran tema polémico y poder crear mi vida a mis ansias me daba un profundo y bien merecido placer.

Y ahí fue cuando decidí venirme a vivir a India como Embajadora.  

La advertencia más importante de todos los cursos era:  "no involucrarse sentimentalmente con ningún habitante del país sede.¨  En ese momento, la verdad es que deseaba tener una experiencia con el menor drama posible (ya era suficiente la gran cantidad  asociada con los cambios a nivel familiar). 

Así me no me pareció difícil del todo.

Conocí a Abhishek gracias a su interés por las ciencias políticas y la bendición de una buena taza de café.  Lo conocí aún mejor cuando me enfermé gravemente de los pulmones y sentí su apoyo incondicional durante la crisis.  El apoyo de alguien que apenas estaba conociendo-  sola y lejos de mi familia y país,  hizo que su amistad se convirtiera en el bastón para guiarme en la ceguera de la impotencia y falta de apoyo burocrático de mi entonces país, la marca constante en mi misión.

La amistad se mantuvo por varios meses, yo muy consciente de las reglas del juego.  Además,  la idiosincracia india tiene reglas muy claras en cuanto a las relaciones hombre-  mujer.  A menos que haya matrimonio de por medio,  la amistad se limitaba a ir a comernos un helado,  visitar un librería,  ir a uno de mis eventos oficiales o discutir sobre los últimos acontecimientos geopolíticos.  Yo no tenía interés en nada más:  sabía que tendría que regresar a mi país en pocos meses y no quería involucrarme más de lo necesario.

Mis niños me esperaban en Costa Rica.

Pero he ahí que la vida es sabia,  más sabia de lo que creemos y hoy escribo desde un país que amo,  catapultada por una serie de acontecimientos que me hicieron regresar a este lugar del cual hace nueve meses me despedí.  Me despedí también de Abhishek,  aún antes de tiempo y a pesar de que quiso ir a conocer mi país y mis niños.  Pero yo sabía que la relación tenía los días contados: tenía muy claro que la prioridad era mi familia y que India había sido una aventura temporal que ahora llegaba a su fin.

La separación forzada de mis niños fue absurdamente dolorosa e inesperada pero traía en su seno las semillas dormidas de una vida que hoy siento más mía que toda mi vida entera en Costa Rica.  Hoy vivo con quién amo profundamente,  no sólo como mi amigo más cercano sino como aquel que con su amor me ayudó a revivir después del colapso total de mi vida como la conocía.

Es gracias a este amor incondicional y a mi práctica espiritual de la mano de mi maestro que hoy puedo respirar a pesar de un corazón roto que sangra diariamente,  a veces en silencio y a veces a gritos.  Me he podido reconstruir desde los pedazos de una bomba que me explotó en la cara a vista y paciencia de muchos que me conocían y en quién creía y que se quedaron mudos y sordos ante mi tragedia.

Comprendí que había vivido por años engañada por caras y voces que consideraba amigas y que se convirtieron en cuchillos para mi propio pescuezo.  Nunca más volví a saber de esta gente gracias a Dios-  se los tragó la tierra, y espero no volver a saber de ellos nunca más.   Pero les agradezco que con su actitud indiferente me dirigieron sin saberlo adonde pertenezco.

Reboté instantáneamente a esta tierra mágica y sagrada,  este que será mi hogar por el resto de mi vida.  Caí sin quererlo ni planearlo en el vórtex de un cambio radical de consciencia,  asqueada y decepcionada de personas que en algún momento amé y respeté.  

Ahora que los veo de tan lejos, rescato la presencia de mis hijos y mis padres y un par de voces sensibles...y nadie más.  A Costa Rica se la tragó la tierra,  al estilo de la Atlántida y en su lugar surgió un continente amoroso donde habitan los seres que me han ayudado a salir de esta crisis megatónica y para quiénes no tengo palabras de agradecimiento posible.  

Sharath y Abhishek.

Dos hombres indios.  Uno del sur y otro del norte.  Uno,  mi guía espiritual desde hace 16 años.  El otro,  mi compañero de alma desde hace dos.  El primero me ha acompañado en mi despertar de consciencia desde que lo conocí en su escuela en Mysore en el año 2003.  El otro,  me ha restablecido la fe en los seres humanos y el poder del amor y la compasión.   El primero es padre de dos niños bellísimos:  el segundo no tiene hijos,  pero sí cuatro sobrinos. Ambos son sólidos protectores de su familia,  ambos hombres valerosos con valores de integridad y honestidad.  Ambos yogis,  hombres de espíritu.  Ambos,  enfrentando retos que los han curtido por dentro en humildad,  sabiduría y templanza.

Uno de ellos viaja por el mundo enseñando su yoga y acaba de abrir una hermosa shala nueva en Mysore.   El otro crea inteligencias artificiales cada día con sus clientes en Nueva York.  Uno es yogi,  el otro matemático.  Uno moldea consciencias:  este resuelve algoritmos y sueña con un mundo con menos tecnología donde los seres humanos recobremos el poder de las relaciones de verdad.   

Dos hombres del siglo 21 nacidos de una dinastía milenaria que es la civilización más antigua del mundo:   uno hace su práctica cuando el día todavía está oscuro y el otro reza sus mantras sin falta a Aditya al amanecer.  

Soy muy afortunada de tenerlos en mi vida. Es así como India me ha abrazado por completo. El efecto más importante de todas estas dinámicas ha sido una comprensión de que la vida nos saca de dónde no podemos crecer-  si ese es nuestro deseo. Vivía en un país donde quiénes descollamos se nos castiga y critica y los éxitos son un fracaso.  Vivía en un lugar donde ser diferente trae como corolario la condena de muchos que nunca podrán aspirar a más.   

Sé que todo lo que amo gravitará hacia mí sin buscarlo en el momento adecuado.  Me siento en paz y de hecho agradecida por todo aquello que se desintegró,  incluido un hogar,  una familia y un país que alguna vez consideré mío.  El exilio ha sido lo mejor que me ha sucedido y ahora aquí en India tengo una familia que me abraza,  un esposo excepcional,  dos cuñadas cariñosas y cuatro sobrinos.  Tengo también una colección de saris que no sé cómo ponerme; unas cuantas palabras en hindi que se enriquecen diariamente y sobre todo,  una dosis gigante de gratitud para con mis detractores.

La mejor noticia de todas es que ya ni los recuerdo.  Han sido tantos los momentos de realización que han llegado gracias a mi tragedia que hoy puedo decir que caí de pie en el lugar preciso y con la compañía perfecta.  Hoy,  estamos listos y con los brazos abiertos preparándonos para la llegada ojalá muy cercana de mis amados niños.

India me ha redimido y sanado, me ha devuelto la esperanza en la vida y en mi camino.   No tengo palabras para agradecer el impacto de lo sucedido para mi vida espiritual y la realización de que soy más,  mucho más,  de las experiencias que me han sucedido.  

Porque siempre fui hija de este lugar desde hace vidas y ya estoy de vuelta.



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